sábado, 2 de febrero de 2013

El debate sobre la Monarquía / Mario Conde

El debate Monarquía o República reclama evitar frivolidades y planteamientos sujetos a la emoción del momento. Conectarlo con los presuntos delitos cometidos por el yerno del Rey, incluyendo la jurídicamente –a mi juicio– inevitable imputación de la Infanta Cristina, –principio de igualdad ante la Ley– es desnaturalizarlo. La bondad o maldad de la Monarquía o la República no dependen de la mayor o menor honestidad del yerno, amigo o lo que sea del monarca o del presidente. Ni siquiera de quien ciñe la Corona u ostenta la Presidencia. Siempre es posible, en Monarquía o República, que alguien se aproveche de su posición o parentesco con el Jefe del Estado. Por ello es obligatoria la actitud in vigilando para que no existan sospechas de tolerancia con la corrupción. Adicionalmente, hemos de admitir que la corrupción es especialmente dañina en la Monarquía porque carece de legitimidad democrática, porque no puede sufrir el castigo del voto, porque se le excluye absurdamente de la transparencia política y porque en algunos casos pervive el hoy anacrónico principio de inimputabilidad del monarca.

Plantear ahora la abdicación del Rey por seguidismos de Holanda es a mi juicio un error. La Monarquía holandesa está serena y tiene tradición de abdicaciones. En nuestro caso, se ha debilitado el soporte moral esencial a la Institución, no solo por los incidentes penales antes citados, –y lo que pueda venir– sino por los propios errores del monarca y de sus asesores. El Rey Juan Carlos conserva el afecto de una parte de los españoles, pero creo que muchos no aceptarían esa sucesión forzada sin reclamar al tiempo un referéndum sobre la forma de Estado. Hay que ser muy cuidadoso con esos movimientos y el despertar de ciertas emociones. Y quien ejerce el poder, o quiere alcanzarlo, debe renunciar a la tendencia a premiar a quienes les halagan con el engaño, porque el precio que se paga por ello es muy alto.

Sostener que las amargas experiencias de las Repúblicas pasadas nos imponen como única solución la forma monárquica no me convence. No admito a priori que los españoles tenemos una especie de condena genética a no poder vivir en una República seria, ordenada y tranquila, sin almacenar a perpetuidad los fantasmas del desorden y la guerra. Recordarlos, sí. Convertirlo en dogma de futuro, no. Somos, si es nuestro deseo, perfectamente capaces de vivir como los italianos, alemanes, franceses, suizos, americanos... es decir, con repúblicas constitucionalmente bien estructuradas. En la sociedad española hay –confío– otros modos de pensar. Llevamos siglos siendo Europa, Occidente y podemos serlo a todos los efectos.

Si algo está amenazado hoy en día es la integridad política y territorial de España, y hemos vivido bajo régimen monárquico. La República francesa, la alemana, la suiza, la italiana y la americana garantizan muy bien la unidad de sus países. Admito que el problema de España no deriva, en este terreno, de la forma monárquica, sino del comportamiento en muchos casos espurio de la clase política. El problema es que hoy se percibe a la Corona como integrante de la clase política. Llevo años insistiendo en que la Corona debe sustentarse directamente en la Sociedad Civil. Los políticos, lo contrario: convertir al rey en uno de ellos. Ignoro si el Rey ha intentado su independencia, pero no se percibe con claridad. Quizás queda tiempo aún para lograrlo.

Es inevitable un cambio de una Constitución –llevo veinte años sosteniéndolo– que nació vieja y como carta otorgada y que reclama una modificación sustancial. Porque la política ya no es lo que era. Porque la sociedad ya no es la misma. Porque son otros los tiempos. Y porque sufrimos desperfectos enormes para la vida en nuestro país. Ya se empiezan a escuchar voces en este sentido. Pero hoy no es el momento para abordar esa reforma. Falta serenidad. Pero conviene que la sociedad se organice, trabaje sobre el modelo, analice los cambios con serenidad, buscando lo mejor para el futuro de este pueblo. Llegará el día en el que los españoles tendrán que pronunciarse sobre la forma de Estado, Monarquía o República, y sobre la forma de Organización Territorial, y sobre muchas otras cuestiones: partidos, sindicatos, parlamento, senado, iniciativa popular, presencia de la Sociedad Civil en el Estado... 

No soy monárquico intelectual, pero estoy convencido de que la presencia del Rey D. Juan Carlos, designado por el anterior jefe del Estado sin respetar los principios dinásticos propios de la sucesión monárquica, ha sido beneficiosa, porque nos ha permitido un tránsito más pacífico y sereno que si hubiéramos optado de entrada por una forma republicana. En este sentido, por encima de mi aproximación intelectual o dogmática, y dejando al lado mis afectos, soy español y me interesa España y si en un momento dado llego a la conclusión de que coyunturalmente es mejor la Monarquía que la República, lo diré y lo defenderé. Porque ni Monarquía ni República monopolizan en exclusiva la idea de España. Pero esto sí, antes habremos de definir que entendemos por una Monarquía del siglo XXI. Porque el arrastre de modelos caducados no conduce a nada. Y confiemos en que no surjan mas nubes negras en el horizonte.  

La Casa Real potencia la imagen de Don Felipe para contrarrestar Nóos: ¿Abdicación?

El cumpleaños del Príncipe de Asturias le ha venido muy bien a la Casa Real para montar una campaña sobre la profesionalidad de Don Felipe y lo bien preparado que está para asumir sus responsabilidades, cuando le han impuesto una fianza de 8,1 millones de euros a su cuñado y su padre evidencia signos de estar muy medicado, por la hinchazón que muestra su rostro.
Que la salud de Don Juan Carlos está muy resentida no es algo que sea fácil de ocultar. Que, a pesar de todo, el Rey cumple con una apretada agenda y acorta sus bajas para mantenerla, también es cierto. Pero, entre unas cosas y otras, la institución está tocada y cada día son más voces especulando sobre la posible, aunque poco probable, imputación de la Infanta Doña Cristina, sobre todo después de la de su secretario. La verdad, si en lugar de Infanta fuera Pepita Pérez quizás estaría imputada y eso es algo que no se le escapa al común de los mortales que oyeron de boca de Su Majestad que la justicia es igual para todos, aunque quizás le faltó añadir que para todos para los que es igual, porque siempre ha habido unos más iguales que otros.
España no se sabe si es monárquica o juancarlista, aunque creo que a la mayoría de los españoles les da lo mismo a estas alturas si la jefatura del Estado la ocupa un rey o el príncipe de Bekelar. Quienes sustentan la monarquía son los partidos políticos y, en particular, el PP y el PSOE, pero también es verdad que Don Juan Carlos cae bastante bien y es capaz de pedir perdón con una caída de ojos como un niño que hace una travesura y se mete al país en el bolsillo. En general, yo creo que los españoles lo que no quieren es complicarse la vida y el debate entre monarquía o república está en la mente de unos cuantos para quienes es evidente que la república es un régimen mucho más razonable, que lo es.
Así que la Corona no está en tela de juicio ni aunque se demostrara el disparate de que el mismísimo Rey era quien se lucraba de Nóos, pues bastaría que volviera a pedir perdón con una caída de ojos como para que a los españoles se les olvidara la cuestión y pensaran que si le puso bribón a su barco sería por algo.
El yerno, con su juicio, su posible culpabilidad, su Infanta imputable y todo lo habido y por haber, no va a poder con la monarquía, que forma parte del ADN del sistema partitocrático y ejerce el poder moderador, que ya podía haber ejercido para evitar lo que presuntamente mangaba el yerno, que según el juez lo hacía sin moderación alguna. Además, Don Iñaki ha sido borrado de la web de la Casa Real como un Marichalar cualquiera, porque tienen a Don Felipe, que va a llenar todo el universo monárquico y ya es, a sus 45 años, un Príncipe con toda la barba que está tan lejos de su cuñado como mal se llevaba su mujer con su cuñada. Todo un clásico, en este caso bastante conveniente. Letizia y su olfato periodístico, a la que seguramente le pasaba como al de la película, que en ocasiones veía muertos. Y eso mismo dirá el Rey cuando le visita el Duque.
Los rumores de abdicación son cada día más fuertes y para ello el Gobierno debería hacer una Real-Decreto Ley, por lo menos. Quizás cuando el juicio se haya celebrado, Urdangarin haya sido presuntamente condenado y el caso se cierre, el Rey tranquilamente pueda irse por la senda de los Elefantes, pero hasta que no se cierre el caso la abdicación no es viable. El Rey, por definición constitucional, está al margen de todo, pero un ex Rey no está tan claro que lo esté.

Ultimátum de la Casa Real a Cristina: o renuncia al título o se divorcia

MADRID.- La Casa Real podría haber dado un ultimátum a la infanta Cristina para que decida antes del 16 de febrero si renuncia a su título y derechos monárquicos o si se divorcia de Iñaki Urdangarín. Ese día declara Diego Torrres, el socio del duque de Palma en el Instituto Nóos, ante el juez José Castro.
Según ha asegurado Antonio Rossi en El Programa de Ana Rosa, la imputación del secretario de las infantas, Carlos García Revenga, podría haber sido el detonante de la decisión de la Casa Real. Al parecer, las dos posibilidades se plantearon durante la visita de Cristina a Zarzuela el mismo día en que imputaron al secretario.

La periodista Mariángel Alcázar, sin embargo, ha negado en el mismo programa que se produjera una reunión en La Zarzuela y ha rechazado la posibilidad de que la infanta se divorcie. Alessandro Lequio añadió que el rey habría planteado hace años la posibilidad de que sus hijas renunciaran a los derechos dinásticos, más concretamente antes de las bodas de ambas. La reina se opuso, según Lequio.

La casa real, en babia / Antonio Tarabini

Existe una leyenda urbana, con visos de realidad, relativa a un cierto consenso social y político de salvaguardar la figura de Juan Carlos (silencios incluidos), especialmente por su papel en la Transición. Tal situación ha permanecido vigente hasta hace escaso tiempo, pero la sociedad española ha sufrido, y sigue sufriendo, importantes transformaciones. No son escasas las opiniones que consideran que nuestra Constitución necesita una reforma en determinados contenidos para adecuarse a nuestra sociedad del siglo XXI. Los jóvenes que han nacido con nuestra Constitución vigente tienden a ser menos reverentes con el texto constitucional y sus instituciones, incluida la monarquía. Si es cierto que los españoles en general somos más "juancarlistas" que monárquicos, lo que puede implicar que si cae el prestigio social de Juan Carlos, la monarquía puede correr riesgos.

Todo ello está ocurriendo en unos momentos en los que la ciudadanía está alterada, con toda la razón del mundo, por los efectos de la crisis sobre las personas y las familias más vulnerables, incluidas las clases medias. Tal malestar social es tanto más relevante cuando la corrupción parece haber tomado carta de ciudadanía entre la mal denominada clase política, afectando incluso a las instituciones (también a la monarquía).
El penúltimo acto, no se sabe cuándo será el último, la sesión parlamentaria extraordinaria para debatir la presunta corrupción de Bárcenas y cía., con sus 20 millones en Suiza, que ha visto la luz gracias a los medios de comunicación y que parece puede salpicar al propio PP y a personas significadas de la organización por cobros en "negro", e incluso puede poner en jaque a la tan cacareada amnistía fiscal del Gobierno. El debate fue vergonzoso.
Rajoy, presidente del Gobierno de España y del PP, parecía jugar a don Tancredo como si el asunto no fuera con él (no hizo ninguna referencia a Bárcenas), mientras la oposición tampoco mostraba una actitud coherente. El pleno se convirtió en un simple pim, pam, pum, dominado por el "tú más". Respecto a la declaración de Rajoy sin permitir preguntas, habrá tiempo de comentarlas. De momento, explicaciones necesarias, pero absolutamente insuficientes.

No son pocos los españolitos que creen que el pacto anticorrupción que el PP propone a los demás partidos puede convertirse en un simple paripé que pretende esconder sus propias inmundicias, y con la promesa de que nunca más van a producirse tales vergonzosos casos se produzca una amnistía de hecho. Y a otra cosa mariposa. La casa real y el rey también están incluidos en este paquete. El rey, con su caza de elefantes y a pesar de que a posteriori pidiera disculpas, comenzó a perder parte de su autoridad moral.
 Su reacción ante el latrocinio continuado de Urdangarin ha sido y es tardía y escasa. La entrevista con Hermida, se supone que para lavar su imagen, fue penosa. A esto hay que sumar el ambiguo comunicado de hace unos días, retrasando cualquier decisión sobre la imputación del secretario de las infantas y tesorero de Nóos. ¿Cuál será la reacción de la casa real si se llega a imputar a la infanta Cristina tal y como vaticinan prestigiosos juristas? La imagen actual es la de una casa real en Babia, por no decir una casa real bananera.

Mientras, el cabreado y paciente ciudadano lo que exige es que la justicia, jueces y fiscales, actúe con independencia, eficacia y rapidez y que llegue al fondo de los casos abiertos actualmente (y los que pueden aparecer) por corrupción. Y en el ámbito estrictamente político una nueva ley (no una simple reforma de la actual) que regule la financiación de los partidos (causa relevante de la corrupción); una nueva ley electoral; una articulación clara de las incompatibilidades de los gobernantes, los diputados de las distintas instituciones, los cargos de confianza; una ley de transparencia que nos permita conocer fehacientemente el patrimonio de los gobernantes y adláteres, que se hagan públicos y asequibles los contratos públicos y concesiones. No exigimos nada que no esté vigente en países de nuestro entorno de tradición democrática. Lo que puede estar en juego no son simples anécdotas, sino la confianza en nuestras instituciones democráticas.
Siguiendo el ejemplo de otras monarquías parlamentarias, nuestra casa real debe regirse en base a un estatuto, surgido del Parlamento, que regule sus competencias, así como las de sus miembros. Deben regularse con mayor trasparencia sus presupuestos y otras asignaturas pendientes. Si la casa real y sus miembros no saben estar a la altura de las circunstancias mal futuro le veo a la institución, sea con Juan Carlos o con Felipe.

María Teresa Álvarez: ´Hay una separación clara entre la Casa Real y Urdangarín y la Infanta Cristina´

VIGO.- La escritora María Teresa Álvarez -viuda del que fue consejero privado del rey, Sabino Fernández Campo-.

-Acaba de abdicar la reina Beatriz de Holanda. Los Príncipes de Orange pasan a ostentar los cargos de Rey, Guillermo y Reina, Máxima. ¿Cree que podría ocurrir lo mismo en España con el rey?
-Me parece que no son casos comparables. En Holanda hay una tradición: su madre ha renunciado, creo que su abuela también. En España es distinto, pienso que el rey don Juan Carlos no debe abdicar.
-Precisamente, el príncipe Felipe tiene la misma edad que nuevo rey de Holanda: 45 años.
-Es lo mismo. El rey solo debe abdicar si está incapacitado para ejercer el cargo. Si no, tiene que seguir. Esa es mi opinión. Ha surgido un debate pero, no tiene nada que ver con España.
-El juez Castro pide 8,1 millones de fianza a Urdangarín y Diego Torres. ¿Hasta dónde puede perjudicar este escándalo a la monarquía?
-En fin. Eso está ahí... Lo que tiene que hacer la justicia es aplicar, precisamente, justicia. Si es culpable, que lo pague y nada más.
-¿Habla de separación?
-Sí. Urdangarín y la Infanta doña Cristina, de hecho ya no asisten a ningún acto oficial en representación de la Casa Real. Por lo tanto en este sentido es clara la separación.
-Es difícil cuando también está imputado el secretario de las Infantas, que ya fue llamado a declarar.
-Pues lo mismo, para el señor García Revenga. Que asuma su responsabilidad como cualquier español.