Me acabo de mamar un documental sobre el
nuevo y flamante Felipe VI. La cosa iba del futuro que le espera al
nuevo monarca, su legitimidad, sus fortalezas, sus flaquezas. En fin, de
todo un poco. Como es habitual en estos casos, estaban los que apoyaban
al rey a la voz de prietas las filas, demos gracias todos juntos por lo
bien que nos ha ido, y los que le consideraban poco más o menos que un
insulto a la democracia, a los trabajadores y a los votantes que
queremos arramblar en las próximas elecciones. Suele pasar.
En este país
de chiflados no suele ser costumbre que haya gente más o menos normal
que examine los datos y desde ahí tome una postura. Al contrario, en
España lo habitual (desde hace ya un cierto porrón de años) es asumir
del modo más dogmático posible una posición y, a partir de ese momento,
arrearle al contrario con un alegre, desenfadado y completo desprecio
por los hechos.
Pues, ¿quiénes son los hechos para decirle a un
español a quién debe odiar? No es el nuestro país de razones, sino de
pasiones. No es país de moderación, sino de odios africanos. No es país
de mesura, sino de locura constante. Así pues, si bien en el documental
se hacían un poco cargantes los que loaban al nuevo monarca, he de
reconocer que los que más me cargaron fueron los que le ponían a caer de
un burro. Si la cara es el espejo del alma, bastaba con ver a más de
uno para darse cuenta de que si bien es cierto que hay estómagos
agradecidos, también lo es que los hay resentidos.
Mi teoría a
este respecto es un tanto rompedora. Yo no considero que el nuevo rey se
tenga que ganar el puesto. Más bien considero que deberíamos ser los
españoles los que nos ganáramos al rey. Pues afirmo decididamente que no
nos lo merecemos. Porque, seamos sinceros, compatriotas, ¿de verdad nos
merecemos un buen rey? ¿Siquiera nos merecemos unos gobernantes
decentes? Porque desde que empezó la crisis no paramos de abjurar de los
políticos, de los banqueros, de los funcionarios, de la Corona y, en
general, de todo el que se menee, pero, ¿es que acaso nos merecemos más?
Toda esa gente que ponemos de chupa dómine no son todos andorranos,
precisamente. Son de aquí. Somos nosotros. Antes de decirle al nuevo rey
que debe merecerse el puesto, ¿no deberíamos plantearnos nosotros si de
verdad nos lo merecemos a él?
Examinemos los hechos. Felipe VI
tiene estudios universitarios de grado y de postgrado. Sabe idiomas.
Tiene una experiencia profesional espectacular. Buena presencia.
Contactos por todo el mundo. Y encima su mujer es (por supuesto, las
opiniones son como los colores) guapa. Y sus hijas rubias y de ojos
azules. Ahora, querido español que me lees, mírate en el espejo. ¿Tienes
estudios universitarios de postgrado? ¿Hablas varios idiomas? ¿Tienes
experiencia profesional internacional? ¿Mides casi dos metros y eres un
guaperas? ¿Descuelgas el teléfono y se te pone al aparato gente de
postín? ¿Tu mujer está de buen ver? ¿Son guapos tus hijos? Se sincero,
españolito. No me mientas. Lo más probable es que o no tengas carrera o
tengas una en la que te metieron teoría por un tubo y no aprendiste una
mierda.
Me apuesto lo que sea a que no hablas ni inglés (en lo del
acento mejor no entramos). Dudo que tengas experiencia profesional
internacional. Seguro que eres como de metro setenta y con cierta
tripita. No creo que muchos millonarios te cojan el teléfono y te
respondan cómo te va, colega. Lo más probable es que tu mujer sea de
raza hispana, como lo eres tú, es decir, menudita, de pelo negro y con
cartucheras. Y, aunque tú les quieras, por favor, no te lo tomes a mal
pero acepta la realidad: tus hijos no son ni muy listos, ni muy guapos.
Me
dirás que tú no has tenido las oportunidades de él. Y yo te diré que es
cierto, pero que hay muchos que sí las tienen y las desaprovechan. O te
diré que tú mismo desaprovechaste muchas. O te diré que, sea por el
motivo que sea, pero el caso es que tienes de rey un tipo que mide dos
metros, que habla varios idiomas, que tiene estudios, que sabe pilotar
aviones y que basta con mirarle a los ojos para darse cuenta que le da
no mil, sino un millón de vueltas a cualquiera de los políticos de este
país.
Y ahora tú, españolito cutre, vulgarzote, mediocruelo, normalillo,
que te encanta pedir pero que dar, dar, lo que se dice dar, reconóceme
que no das tanto y que tienes al mejor de los Jefes de Estado que
podrías pedir, dime ahora que preferirías que tu Presidente de la
República fuera Felipe, o Aznar, o Pablo Iglesias. En el nombre de la
democracia, me dirías. En el nombre de la democracia y de los tontos del
ciruelo, te respondería yo.
Españoles, atajo de bárbaros a los
que Dios o quien demonios fuera os otorgó uno de los mejores lugares del
mundo, una de las Historias más sensacionales, las riquezas de la
Tierra y la gloria de las letras, y que lo malgastásteis, lo
despilfarrásteis y os lo dejásteis robar por vosotros mismos, lo que os
merecéis es un Carlos IV cobarde y cebón, un Fernando VII traidor y
felón, una Isabel II ninfómana y analfabeta, o un Alfonso XIII putero y
vividor. ¿Pero un Felipe VI? Panda de impresentables, corruptos, vagos y
mezquinos españoles a los que tanto amo, ni en el mejor de vuestros
sueños podríais esperar tener el rey que os ha tocado en suerte tener.
(*) Doctor en Derecho Constitucional por la Universidad de Alicante