martes, 2 de agosto de 2016

Letizia sigue marcando sus tiempos / Jaime Peñafiel *

El pasado sábado, 30 de julio, la infanta Pilar de Borbón, hermana primogénita de don Juan Carlos y tía carnal de Felipe, conocida también por “Doña Pi”, reunió a toda su familia para celebrar sus 80 cumpleaños. Se daba por seguro que acudirían los Reyes eméritos, a pesar de la extraña situación en la que vive la real pareja. Pero la profesionalidad de la Reina y el cariño del Rey por su hermana, confirmarían la real presencia en el chalet de la urbanización “Sol de Mallorca”, en Calviá, donde reside durante el verano.

Sobre la presencia de Felipe y Letizia, se especulaba, con cierto fundamento, dada la situación política en la que vive España y que obliga al Jefe del Estado a permanecer de guardia 24 horas sobre 24 en La Zarzuela.

Pero, el buenazo de Felipe hizo un esfuerzo para asistir al almuerzo de su tía. Sorprendió lo hiciera solo. La inefable Letizia volvió a dar el cante, negándose a acompañar a su marido y dando, con ello, tres cuartos al pregonero sobre la situación familiar. Se sabía de la poca o nula relación de la consorte con tía “Pi”, pero no hasta ese grosero desplante.

El tema resulta aún más sorprendente cuando se supo que Felipe había viajado a Palma con sus dos hijas, mientras que mamá, contra viento y marea, gustara o no a papá, prefirió quedarse en Madrid.

¿Qué necesidad había de dar la campanada familiar con esta espantada que vuelve a demostrar primero, que Letizia sigue marcando sus tiempos; segundo, que ella y no Felipe es quién administra su vida y tercero, que no está dispuesta a que nadie, empezando por el pobre de su marido, le diga lo que tiene y lo que no tiene que hacer?

A la muchacha no le importa la opinión pública, la opinión publicada, tan cortesana ella, y la opinión de la familia.

Letizia viajó a Palma cuando quiso, cuando le dio la real gana, que fue al día siguiente, presentándose ante la prensa, con marido e hijas, como si no hubiera pasado nada, habiendo pasado tanto. Como si una ilustre anciana, que cumplía 80 años, no se mereciera todo el respeto de la nieta de un taxista reconvertida en consorte real. Por el contrario, a su marido, a todo un Rey, no le importa acudir a las fiestas de la enfermera, de la mamá de ella, todo el día metida en su casa, o a las de papá y su segunda esposa. También llevó a Felipe hasta Italia para asistir a aquella extraña celebración de la no menos extraña boda de su hermana Telma y el polémico Jaime del Burgo.

La Zarzuela, el portavoz, querido Jordi Gutiérrez, debería explicar cómo es posible que el Rey viajara en el mismo avión que la Princesa de Asturias, en contra de las normas vigentes en todas las monarquías de que el titular y su heredero / heredera viajen juntos.

El problema no sería tal si la caprichosa y rebelde sin causa, Letizia, hubiera acudido con sus hijas a Palma, en vez de preferir quedarse en Madrid. ¿Para qué?, pregunto. Posiblemente, para demostrar de forma “estentórea” y pública el desprecio hacia la infanta Pilar.

Aunque a ella no le agrade, Felipe debería haberla obligado a comportarse como debe y no como quiere. Pero le falta carácter y autoridad.

No es la primera vez. Hace dos años y después de un enfrentamiento con Felipe, abandonó el Palacio de Marivent, en Palma, dejando plantada a toda la familia, incluidas sus hijas. 

Fue entonces cuando se rumoreó que don Juan Carlos le dijo a su hijo: ¡Divórciate!

Tiempo al tiempo.


(*) Periodista


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