jueves, 27 de diciembre de 2018

Que dice el rey que… / Ramón Cotarelo *

No he escuchado el discurso de Felipe de Borbón ni he contemplado su relamida figura en la puesta en escena que habrá hecho TVE. Me repugnan los espectáculos cursis y esta monarquía, además de franquista, retardataria y corrupta, es ante todo y sobre todo cursi. 

Cursi esas niñas resabiadas con perpetuo gesto de asco; cursi su madre en su esmirriada presencia y cursi el padre, poseído de una importancia de la que personalmente carece, pues no es más que un monigote al servicio de la brutal oligarquía hispana.

No lo he escuchado, no por ser el jefe del Estado del país vecino, pues sé de sobra que también es el capitán general de unos ejércitos que están ardiendo de ganas de invadirnos. No estoy loco y me interesa mucho saber qué planes tiene la metrópoli para la colonia con los exclusivos fines de defendernos.

Pero no es necesario soportar en directo las sinsorgadas de este muñeco perverso. Legión de políticos, periodistas, comunicadores, intelectuales españoles ya han volcado o están volcando sobre el sufrido papel sus babeos cortesanos sobre la sensatez, la oportunidad, la moderación, la justicia, la altura, la magnanimidad y los, si necesarios son, pacientes reproches que salen de su real boca.

A la vista de esto, un marciano se preguntaría qué extraordinario valor moral e intelectual tendrá un individuo al que todos parecen escuchar embobados una vez al año para hacerse después lenguas en su favor. El marciano se sorprendería al saber que se trata de un individuo de reducidas luces, tiránico proceder, vida parasitaria a costa de los demás y que carece de todo conocimiento de la realidad de millones de vidas ajenas sobre las que habla con tanto conocimiento de causa como de la cuadratura del círculo.

Pero eso será un marciano. Un español, sobre todo si es un político muy y mucho español considerará que la ramplona alocución real está llena de sabias consejas y preceptos morales, iluminadas por una poderosa inteligencia y las comentará arrebatado por la admiración. 

Así, el líder de Podemos, Iglesias, desgranaba la noche misma del evento, al pie del altar/Tv su admiración por la sensibilidad real aunque añadiendo un punto de crítica a la institución porque en un condicional celestial, sería mejor una República. Para el discurso del año que viene ya habrá preparado algún marquesado para este otro figurín que iba a asaltar los cielos y se ha quedado en Aravaca.

Y el resto de la astracanada hispánica a tono con el ridículo del país. Los socialistas hacen piña detrás de las palabras del Felipe y señalan con el dedo a los contumaces catalanes que, con su obstinación de la libertad y la dignidad, causan el real disgusto. 

Según parece, hay un trasgo maligno en el reino obstinado en envenenar la feliz convivencia entre sus vecinos: y no es el embustero criminal Aznar, ni el corrupto ladrón Rajoy, ni la guardia civil con sus expedientes de torturas, ni los piolines capaces de sacar ojos o reventar cabezas de ciudadanos impotentes, ni los bancos que roban a mansalva, dejan a la gente en la calle o la empujan al suicidio, ni los empresarios que pagan sueldos de mierda a la gente y la mantienen en el paro estacional, ni la iglesia católica que bendice todo esto tras haber llevado bajo palio a Franco..

No. Quienes rompen la convivencia de que disfruta esta monarquía de origen fascista y este orden social basado en el abuso, el robo, la explotación y la represión son los catalanes que, hartos ya de ser los paganos de esta vergüenza, queremos irnos.

¡La unidad de España! ¡Quieren romper la unidad de España! Gritan enloquecidos todos los demás políticos dinásticos, los del PP, C’s, Vox y tutti quanti, los retoños del franquismo, los ladrones que llevan decenios robando el erario, los fascistas del brazo en alto. Todos esos aplauden el discurso del Borbón y les gustaría que pasara de las palabras a los hechos, bombardeando Barcelona, por ejemplo, como recomendaba el liberal Espartero.

Lo que no entiendo es por qué muchos políticos catalanes se hacen eco de las palabras de este mindundi siniestro y analizan su sentido. El presidente Torra ya lo ha desmentido, afirmando que en Catalunya no hay un problema de convivencia, sino de democracia. Ahora esperamos que en su discurso de 31 de diciembre, este mismo presidente dé condigna respuesta a la melaza de fascismo “light” del Borbón.

Los demás, a lo nuestro. A construir nuestra República independiente. A liberar a nuestras presas y presos políticos; a traer a casa a los exiliados y exiliadas; a resarcir a quienes tienen el patrimonio embargado.

A construir un país nuevo, pacífico, avanzado, libre de España.



(*) Catedrático emérito de Ciencia Política en la UNED