No
he escuchado el discurso de Felipe de Borbón ni he contemplado su
relamida figura en la puesta en escena que habrá hecho TVE. Me repugnan
los espectáculos cursis y esta monarquía, además de franquista,
retardataria y corrupta, es ante todo y sobre todo cursi.
Cursi esas
niñas resabiadas con perpetuo gesto de asco; cursi su madre en su
esmirriada presencia y cursi el padre, poseído de una importancia de la
que personalmente carece, pues no es más que un monigote al servicio de
la brutal oligarquía hispana.
No
lo he escuchado, no por ser el jefe del Estado del país vecino, pues sé
de sobra que también es el capitán general de unos ejércitos que están
ardiendo de ganas de invadirnos. No estoy loco y me interesa mucho saber
qué planes tiene la metrópoli para la colonia con los exclusivos fines
de defendernos.
Pero
no es necesario soportar en directo las sinsorgadas de este muñeco
perverso. Legión de políticos, periodistas, comunicadores, intelectuales
españoles ya han volcado o están volcando sobre el sufrido papel sus
babeos cortesanos sobre la sensatez, la oportunidad, la moderación, la
justicia, la altura, la magnanimidad y los, si necesarios son, pacientes
reproches que salen de su real boca.
A
la vista de esto, un marciano se preguntaría qué extraordinario valor
moral e intelectual tendrá un individuo al que todos parecen escuchar
embobados una vez al año para hacerse después lenguas en su favor. El
marciano se sorprendería al saber que se trata de un individuo de
reducidas luces, tiránico proceder, vida parasitaria a costa de los
demás y que carece de todo conocimiento de la realidad de millones de
vidas ajenas sobre las que habla con tanto conocimiento de causa como de
la cuadratura del círculo.
Pero
eso será un marciano. Un español, sobre todo si es un político muy y
mucho español considerará que la ramplona alocución real está llena de
sabias consejas y preceptos morales, iluminadas por una poderosa
inteligencia y las comentará arrebatado por la admiración.
Así, el líder
de Podemos, Iglesias, desgranaba la noche misma del evento, al pie del
altar/Tv su admiración por la sensibilidad real aunque añadiendo un
punto de crítica a la institución porque en un condicional celestial,
sería mejor una República. Para el discurso del año que viene ya habrá
preparado algún marquesado para este otro figurín que iba a asaltar los
cielos y se ha quedado en Aravaca.
Y
el resto de la astracanada hispánica a tono con el ridículo del país.
Los socialistas hacen piña detrás de las palabras del Felipe y señalan
con el dedo a los contumaces catalanes que, con su obstinación de la
libertad y la dignidad, causan el real disgusto.
Según parece, hay un
trasgo maligno en el reino obstinado en envenenar la feliz convivencia
entre sus vecinos: y no es el embustero criminal Aznar, ni el corrupto
ladrón Rajoy, ni la guardia civil con sus expedientes de torturas, ni
los piolines capaces de sacar ojos o reventar cabezas de ciudadanos
impotentes, ni los bancos que roban a mansalva, dejan a la gente en la
calle o la empujan al suicidio, ni los empresarios que pagan sueldos de
mierda a la gente y la mantienen en el paro estacional, ni la iglesia
católica que bendice todo esto tras haber llevado bajo palio a Franco..
No.
Quienes rompen la convivencia de que disfruta esta monarquía de origen
fascista y este orden social basado en el abuso, el robo, la explotación
y la represión son los catalanes que, hartos ya de ser los paganos de
esta vergüenza, queremos irnos.
¡La
unidad de España! ¡Quieren romper la unidad de España! Gritan
enloquecidos todos los demás políticos dinásticos, los del PP, C’s, Vox y
tutti quanti, los retoños del franquismo, los ladrones que llevan
decenios robando el erario, los fascistas del brazo en alto. Todos esos
aplauden el discurso del Borbón y les gustaría que pasara de las
palabras a los hechos, bombardeando Barcelona, por ejemplo, como
recomendaba el liberal Espartero.
Lo
que no entiendo es por qué muchos políticos catalanes se hacen eco de
las palabras de este mindundi siniestro y analizan su sentido. El
presidente Torra ya lo ha desmentido, afirmando que en Catalunya no hay
un problema de convivencia, sino de democracia. Ahora esperamos que en
su discurso de 31 de diciembre, este mismo presidente dé condigna
respuesta a la melaza de fascismo “light” del Borbón.
Los
demás, a lo nuestro. A construir nuestra República independiente. A
liberar a nuestras presas y presos políticos; a traer a casa a los
exiliados y exiliadas; a resarcir a quienes tienen el patrimonio
embargado.
A construir un país nuevo, pacífico, avanzado, libre de España.
(*) Catedrático emérito de Ciencia Política en la UNED