jueves, 18 de julio de 2013

¿Está la Princesa Letizia a la altura de las circunstancias? / Francisco Poveda

La Monarquía española atraviesa momentos más que difíciles. No hay día que alguno de los miembros de la Familia Real no acuda a un acto público con protestas sistemáticas a unos cientos de metros, incluso con insultos por encima del malestar mostrado, no tanto con la institución en sí como con la situación económica y social, al considerar que no está haciendo todo lo que puede por el bienestar del pueblo y que, por el contrario, parece que esta crisis no va con los habitantes de palacio, rodeados de lujo y privilegios que trascienden a la calle.

A todo ello se une una opinión pública dividida entre los partidarios de que siga o no la Monarquía como forma de Estado en España. De una parte, entre los que sí, la mayoría, se desea una abdicación de don Juan Carlos, cuanto antes mejor. Y de la otra, una minoría, que el Príncipe le suceda no antes de su muerte. El Rey, tras un largo período de horas bajas por cuestiones de salud, imagen pública percibida, el tema Urdangarín-Cristina de Borbón y un cúmulo en cascada de despropósitos en la Casa Real en el peor momento, Corinna, parece haber recobrado no tanto los mandos (que nunca los perdió más que los papeles) como la estabilidad (tras la sensación de cierta interinidad o vacío por sus opacos viajes privados al extranjero en compañía no precisamente de altos funcionarios o su estado de salud).

Lo cierto es que, en los momentos más críticos del proceso vivido, tanto el Príncipe como la Reina han mantenido el tipo y la dignidad dinástica; el primero por sentido del deber en su propio interés y el de España; la segunda, tal vez, por ayudar a su hijo de cara a eventuales acontecimientos externos e internos, conocedora de primera mano que los poderes fácticos globales no desean, al menos de momento, una desestabilización institucional en España. Pero cabe preguntarse si la princesa Letizia ha cumplido su papel según el rol que se le había asignado.

Profesionales y funcionarios adscritos a la Casa Real y con despacho en La Zarzuela difieren en sus apreciaciones. Para unos, no se le puede pedir más a tenor de su biografía familiar; sin embargo, para otros no está dando la talla ni de lejos, hasta trascender por terceros que llega a reprender a su marido en público cuando no le enmienda la plana. Las cualidades percibidas por el pueblo las reducen a su atuendo y a su extrema delgadez, sin destacar las de esposa de un heredero con difícil futuro pero muy entregado a ella por amor y hasta límites que algunos monárquicos no se quieren ni plantear en teoría.

En las últimas semanas, parece que la Princesa ha entendido mucho mejor que ella no es ajena a la suerte que se pueda correr y, en consecuencia, al menos en la forma, está en la estricta disciplina de la agenda del Príncipe, pública y privada. Coincidiendo con la fase más crítica de la Casa Real, doña Letizia ha protagonizado cierto escapismo con sus amigas y sin su marido, y algún absentismo en la asistencia a actos públicos donde se les esperaba ver juntos. Al final, ha cedido en pasar el verano en el palacio de Marivent, en Palma, donde no se siente nada a gusto ni identificada con sus entornos.

El reciente libro del primo hermano de la Princesa, el brillante abogado madrileño David Rocasolano, titulado 'Adiós princesa', está causando estragos en la imagen de doña Letizia entre los lectores, que serán legión tras el verano dado que ya se puede encontrar en numerosos puntos de venta de todo el país, más que nada por haber ocultado algun episodio determinante de su vida privada anterior. Y por el trato dado a la familia Ortíz-Rocasolano en aras de una ambición personal, que parece cegarla hasta poner en cierto riesgo las posibilidades reales del Príncipe de alcanzar el Trono.

En el citado libro, salen muy "tocados" precisamente el Rey y Letizia, y por la puerta grande, el Príncipe y la infanta Cristina. Nunca, nadie de su generación, habló tan bien por escrito de don Felipe desde una postura crítica y de libertad con gran conocimiento de causa gracias a su acceso durante años al círculo íntimo del Heredero y toda su familia Borbón.

David Rocasolano le hace así un flaco favor a su prima del alma haciendo emerger hasta el público sus puntos más débiles y sus ancestrales complejos, hasta destilar una conducta casi despótica, de sus parientes hacia dentro, al entender su sobrevenido poder con actitudes que, en casos, pueden rayar lo rechazable. Y eso contrasta con su envaramiento al alternar con la generación de la nobleza europea en expectativa de reinar, tal vez por la inseguridad que le provoca la necesidad de un poco más de cepillo, del que parece más que consciente al emprenderla a fondo con sus padres, tíos y abuelos y, en ocasiones, con su propio marido.

Por todo lo anterior, cabe también la pregunta de si está la princesa Letizia a la altura de las circunstancias.

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