Delante de una cerveza doble a media mañana en una terraza de Lavapiés, el barrio madrileño donde reside, Ian Gibson (Dublín, 1939) tira de ironía para resumir su trayectoria de las últimas cuatro décadas. «Alguien me contó que no hay nada como ser hispanista y vivir en Suecia: tienes servicios de lujo gratis, un sueldo fabuloso, una pensión de ensueño y de vez en cuando te traen a disfrutar de la comida española y a dar entrevistas como experto en el país», relata antes de rematar: «Esa vida debe ser fantástica, pero yo nunca quise ser un hispanista a distancia, no habría podido escribir mis libros viviendo en otro país».

Con polvo de España en los zapatos –reside aquí desde 1978 y tiene la doble nacionalidad desde 1984–, pero sin perder nunca la perspectiva del foráneo que ve la realidad local con gran angular, ahora acaba de articular una fórmula para solucionar los problemas territoriales del país: construir una federación republicana con Portugal. Es consciente de que el actual clima político no es propicio para las propuestas que lanza en Hacia la República Federal Ibérica (Espasa), pero cree estar cumpliendo un compromiso moral, político y sentimental con los españoles y los portugueses al abrir este debate.

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Si preguntamos en la calle qué es el Iberismo, seguramente pocos contestar.

Y es una pena, porque esta idea la defendieron con fervor figuras como Unamuno, Pessoa, Giner de los Ríos, Joan Maragall o Ignasi Ribera i Rovira. Este último hizo de puente entre Portugal y Catalunya durante muchos años y en 1907 escribió un libro donde explicaba las ventajas que tendría la unión para los dos países. A todos les dolía el desapego que había entre España y Portugal y apostaban por la Península Ibérica como proyecto político y cultural.

¿Qué ventajas tendría esa unión?

La Península Ibérica es un lugar único en el mundo, por aquí han pasado multitud de civilizaciones y se hablan idiomas que son lenguas maternas en medio mundo. Esa riqueza cultural se podría aprovechar mejor mediante una identidad política que acabe con los localismos y tenga más peso en Europa e Iberoamérica. Es un desperdicio que España y Portugal permanezcan separados.

Separados y con desdén. ¿A qué achaca que vivamos de espaldas?

En Portugal hubo siempre recelos ante la temida absorción de Castilla, y en España, directamente, se desprecia al país vecino. Ni siquiera hay un tren en condiciones que una Madrid y Lisboa. El único que hay viaja de noche y no permite apreciar la riqueza paisajística que comparten los dos países. La República Ibérica debería empezar por conocer al otro. Es inconcebible que en España no se estudie el portugués en las escuelas, aunque, viendo la desastrosa gestión que hace este país de su patrimonio lingüístico, lo entiendo.

¿A qué se refiere?

Los españoles se dividen en monolingües y bilingües. Cada vez que hablo con un catalán, un vasco o un gallego, siento envidia, porque sé lo que cuesta aprender un idioma y ellos han crecido hablando dos. Me parece fantástico. Sin embargo, la mayoría de españoles se permite el lujo de ser monolingüe pudiendo ser bilingüe sin salir de casa. ¿Quién lee novelas en catalán en Madrid? ¿Cómo es posible que los españoles monolingües no sepan nada de catalán, euskera o gallego o estas lenguas estatales no se enseñen en las escuelas? No es tan difícil. Yo aprendí catalán leyendo a Josep Pla cuando escribí mi libro sobre Dalí.

¿La república ibérica que propone podría corregir esos fallos?

Sería una oportunidad perfecta, porque la cultura es lo que da sentido a ese proyecto. Por supuesto, su expresión política debería ser la república federal. Con fraternidad y apoyo mutuo entre los territorios, pero sin dominaciones hegemónicas. Antes de llegar a ese escenario, claro, España debería declarar la Tercera República.

¿Cada vez se habla más de esa fórmula política. ¿Qué opina sobre este debate?

Soy republicano. No tengo nada contra la persona de Felipe de Borbón, pero no entiendo qué gana España, a estas alturas de su historia, manteniendo una monarquía impuesta por Franco. Ya va siendo hora de preguntar a los españoles: ¿monarquía o república? Yo tengo claro qué votaría. Después de que el fascismo tumbara la Segunda República, sueño con la llegada de la Tercera. Solucionaría muchos de los problemas que ahora mismo sufre España. Entre otros, el del separatismo catalán.

¿Cómo le afectaría?

Quitaría argumentos al independentismo, que me parece un proyecto erróneo. La independencia de Catalunya es una locura, no va a ningún lado. En cambio, una Catalunya integrada en una república federal española o ibérica sí tiene mucho sentido y sería mejor para los catalanes. Ojalá los independentistas fueran magnánimos y apostaran por esta vía.

De momento, en las últimas elecciones han aumentado su presencia en el Parlament. ¿Cómo ve este movimiento?

Veo tantos partidos independentistas y tan distintos que dudo de que todos tengan la misma idea de Catalunya independiente. Los catalanes siempre se preciaron de su seny, aunque también tienen la rauxa. Espero que haya diálogo, negociación y entendimiento. Esta situación es el resultado de muchos años de abandono del PP hacia Catalunya, pero la solución no es la independencia. Lo que tengo claro es que en algún momento los catalanes tendrán que votar, aunque los referéndums no siempre arreglen los problemas. A veces los complican, como ha pasado con el Brexit.

¿Por qué cree que es tan difícil solucionar el encaje territorial de España?

Porque la derecha se resiste a reconocer que este país es plural. En vez de ver esto como una riqueza, lo consideran una debilidad y siguen obsesionados con la idea de una España única, unida y sagrada llena de mitos falsos. Incluso niegan algo tan obvio como que por las venas de los españoles corre sangre cristiana, árabe y judía. Es una locura, niegan la historia del país que tanto dicen amar.

¿Qué le parece la irrupción de la ultraderecha?

Vox me inquieta, pero prefiero verlos fuera del PP que dentro. Quiero que expongan sus ideas en el Congreso, que es donde hay que hablar. La vida parlamentaria obliga a dialogar y negociar, a veces en los pasillos. Este contacto humano con el diferente les hará matizar muchas de las cosas que dicen. Al PP se le presenta una oportunidad para ser el partido conservador culto, moderno y europeo que debería haber sido desde hace tiempo.

Imagine que se encuentra con el Ian de 1978 y le cuenta que hoy el rey Juan Carlos está huido y tiene deudas con Hacienda, la ultraderecha está en el Parlamento y media Catalunya quiere independizarse. ¿Cómo reaccionaría?

Me diría que exagero. Yo tengo una idea positiva de la evolución de España. Su integración en Europa fue un estímulo y desde entonces ha avanzado mucho. Me alegra ver que ha crecido la preocupación medioambiental y que los jóvenes viajan por el mundo sin complejos y con idiomas. Pero sigue habiendo cuentas pendientes. Una tiene que ver con la Memoria Histórica. España no puede seguir viviendo sobre 100.000 fusilados enterrados en las cunetas. El otro asunto tiene que ver con la forma que tienen los españoles de entender el diálogo. Aquí se habla mucho y se escucha poco, es el país del ruido. Los españoles tienen mucho que aprender de los portugueses, que son menos ruidosos y escuchan más.