viernes, 27 de diciembre de 2019

La Región de Murcia fue donde mayor cuota de pantalla tuvo el discurso navideño del Rey


MADRID.- El mensaje navideño del Rey Felipe VI registró una audiencia media de 7.537.000 espectadores y un 65,1% de cuota de pantalla, en el conjunto de las 25 cadenas que emitieron el discurso. Por comunidades, Murcia (84,8% de cuota de pantalla); Castilla-La Mancha (79,4%); Comunidad de Madrid (73,7%) y Asturias (72,8%) son las que han registrado un mayor seguimiento. Por contra, Cataluña con un 36,8% de cuota de pantalla y País Vasco con un 43% fueron las comunidades donde menos se vió el mensaje.

En el 2018 la audiencia fue de 7,9 millones y 70,6% en el acumulado de las 30 cadenas, por lo que este año se produce un descenso de 5,5 puntos de cuota de pantalla y 407.000 espectadores, según datos de Kantar Media ofrecidos por Barlovento Comunicación.
La primera alocución navideña de Felipe VI, pronunciada en 2014, fue la que logró un mayor seguimiento con una audiencia media de 8.239.000 y una cuota de pantalla del 73,4. Más interés suscitó el mensaje que Felipe VI dirigió a los españoles el 3 de octubre de 2017 en el marco de la crisis política en Cataluña. En esa ocasión, el discurso del monarca alcanzó el 76,6% de cuota de pantalla y 12.443.000 espectadores.
Ese mismo año, el discurso navideño fue el segundo más visto de los retransmitidos en Nochebuena desde la proclamación de Felipe VI con 8.139.000 espectadores, aunque con una cuota de pantalla del 65,6 por ciento. Por contra, el mensaje del Rey pronunciado en 2016 fue el menos visto con 5.822.000 televidentes con una cuota de pantalla del 57,6 por ciento.
El consumo total de televisión en la franja horaria del mensaje navideño del pasado martes fue de 11,6 millones, lo que representa un aumento en 410.000 espectadores en relación al 2018.
Los datos indican que los segmentos donde el mensaje navideño del Rey tuvo mayor rendimiento son entre las mujeres y los mayores de 25 años.

400.000 espectadores menos que en 2018

El mensaje navideño del rey Felipe VI registró una audiencia media de 7.537.000 espectadores y un 65,1% de cuota de pantalla, en el conjunto de las 25 cadenas que emitieron el discurso.
En el 2018 la audiencia fue de 7,9 millones y 70,6% en el acumulado de las 30 cadenas, por lo que este año se produce un descenso de 5,5 puntos de cuota de pantalla y 407.000 espectadores, según datos de Kantar Media ofrecidos por Barlovento Comunicación.
La primera alocución navideña de Felipe VI, pronunciada en 2014, fue la que logró un mayor seguimiento con una audiencia media de 8.239.000 y una cuota de pantalla del 73,4. Más interés suscitó el mensaje que Felipe VI dirigió a los españoles el 3 de octubre de 2017 en el marco de la crisis política en Cataluña. En esa ocasión, el discurso del monarca alcanzó el 76,6% de cuota de pantalla y 12.443.000 espectadores.
Ese mismo año, el discurso navideño fue el segundo más visto de los retransmitidos en Nochebuena desde la proclamación de Felipe VI con 8.139.000 espectadores, aunque con una cuota de pantalla del 65,6%.
Por contra, el mensaje del Rey pronunciado en 2016 fue el menos visto con 5.822.000 televidentes con una cuota de pantalla del 57,6%.
El consumo total de televisión en la franja horaria del mensaje navideño del pasado martes fue de 11,6 millones, lo que representa un aumento en 410.000 espectadores en relación al 2018.
Los datos indican que los segmentos donde el mensaje navideño del Rey tuvo mayor rendimiento son entre las mujeres y los mayores de 25 años.
Por comunidades autónomas, Murcia (84,8% de cuota de pantalla); Castilla-La Mancha (79,4%); Comunidad de Madrid (73,7%) y Asturias (72,8%) son las que han registrado un mayor seguimiento.
Por contra, Cataluña con un 36,8% de cuota de pantalla y País Vasco con un 43% fueron las comunidades donde menos se vio el mensaje.

martes, 24 de diciembre de 2019

El Rey pide "voluntad de entendimiento" y no caer en los extremos, admitiendo incertidumbre


MADRID.- El Rey Felipe VI ha reconocido que Cataluña es una de las "serias preocupaciones" que tiene España, en un mensaje de Navidad en el que ha llamado a fortalecer los valores que han sustentado la democracia española y especialmente el entendimiento dentro de la Carta Magna: "La voluntad de entendimiento y de integrar nuestras diferencias dentro del respeto a nuestra Constitución, que reconoce la diversidad territorial que nos define y preserva la unidad que nos da fuerza".

Para el Rey, esos valores, junto a la libertad y la solidaridad y la voluntad de concordia que permitió "derribar muros de intolerancia, rencor e incomprensión" -en alusión a la Transición-, son una "seña de identidad" de la España de hoy, pero no pueden darse "por supuestos ni tampoco olvidar su fragilidad". 
"Debemos hacer todo lo posible para fortalecerlos y evitar que se deterioren", ha avisado.
El Rey ha defendido que todo lo que España ha logrado en democracia, "una transformación muy profunda" y un "gran potencial como país", "no se ha generado de manera espontánea" sino que ha sido el resultado de que millones de españoles, "gracias a la Constitución", han compartido valores y proyectos.
En un discurso que esta vez se produce en plena negociación de PSOE, Unidas Podemos y ERC para la investidura de Pedro Sánchez, el jefe del Estado ha pasado por encima y se ha limitado a señalar que España está inmersa en "el procedimiento constitucional previsto para que el Congreso de los Diputados otorgue o deniegue su confianza al candidato". Conforme a la Constitución, ha dicho, corresponde al Congreso "tomar la decisión que considere más conveniente para el interés general de todos los españoles".
El Rey ha mencionado a Cataluña expresamente una sola vez, entre las "serias preocupaciones" que tiene España, junto a las consecuencias para la cohesión social de la revolución tecnológica y el deterioro de la confianza ciudadana en las instituciones. Sin embargo, con o sin menciones explícitas, la situación en esa comunidad ha sido una constante en sus seis mensajes navideños desde 2014.
Esta vez, el Rey ha lanzado un mensaje de confianza en la capacidad de la sociedad española y de su Estado Social y Democrático de Derecho de afrontar los desafíos. "Tenemos un gran potencial como país. Pensemos en grande. Avancemos con ambición. Todos juntos. Sabemos hacerlo y conocemos el camino", ha señalado.
Ese camino, a juicio de Felipe VI, es la unidad en torno a los valores democráticos: "Confiemos en nosotros mismos, en nuestra sociedad; confiemos en España y mantengámonos unidos en los valores democráticos que compartimos para resolver nuestros problemas; sin divisiones ni enfrentamientos que solo erosionan nuestra convivencia y empobrecen nuestro futuro".
En su mensaje, ha identificado retos como la nueva era tecnológica, el rumbo de la UE, los movimientos migratorios, la desigualdad laboral entre hombres y mujeres, la manera de afrontar el cambio climático y la sostenibilidad, la falta de empleo, sobre todo para los jóvenes, y las dificultades económicas de las familias más vulnerables, que siguen siendo la "principal preocupación" porque "la crisis económica ha agudizado los niveles de desigualdad".
Es este escenario, lo que, en su opinión, requiere "tener más que nunca una confianza firme" en la propia sociedad y en España, que "siempre ha sabido abrirse camino" cuando ha afrontado el futuro con responsabilidad, determinación y serenidad. Eso sí, también ha avisado de que "el progreso de un país depende, en gran medida, del carácter de sus ciudadanos, de la fortaleza de su sociedad y del adecuado funcionamiento de su Estado".
De hecho, ha incidido en que el Estado Social y Democrático de Derecho asegura la "convivencia en libertad", "ha convertido a España en un país moderno, con prestaciones sociales y servicios públicos esenciales", con una gran red de infraestructuras y "garantiza como pocos la seguridad de los ciudadanos".
"Una nación", ha proseguido, "con una posición privilegiada para las relaciones internacionales gracias a su clara vocación universal, a su historia y a su cultura", europea e iberoamericana, y que "no está aislada, sino muy abierta al mundo y plenamente integrada en la sociedad global".
España, ha defendido, tiene "razones sobradas" para mantener la confianza, porque es una sociedad "emprendedora y generosa", líder en muchos campos; comparte valores "con las demás sociedades libres y democráticas" y "ha hecho frente, y ha superado, situaciones muy difíciles con una serenidad y entereza admirables, demostrando una gran resistencia y madurez".
"Podemos sentirnos muy orgullosos de los valores que inspiran a nuestros ciudadanos, de la energía, la vitalidad y el dinamismo de nuestra sociedad y de la solidez de nuestro Estado", ha remarcado el Rey, recalcando que todo ello es no "una autoestima mal entendida" sino "una realidad contrastada".
Eso sí, ha reconocido que "queda mucho por hacer, por mejorar y renovar", y eso requiere no "caer en los extremos", es decir, "ni en una autocomplacencia que silencie" las carencias o errores, "ni en una autocrítica destructiva que niegue el gran patrimonio cívico, social y político" acumulado.
Lo que hace falta, a su modo de ver, es "tener una conciencia clara y objetiva" de las debilidades y fortalezas de España y una visión "lo más realista y completa de cómo y hacia dónde va el mundo".
"El tiempo no se detiene y España no puede quedarse inmóvil, ni ir por detrás de los acontecimientos", ha dicho, tiene que avanzar por su camino "sin encerrarse en sí misma como en otras épocas del pasado". Así, se ha mostrado convencido de que España superará los nuevos retos, como ha superado otros en el pasado.
En un mensaje que, como siempre, ha terminado felicitando las fiestas en las lenguas cooficiales, el Rey ha querido tener un recuerdo a las víctimas y damnificados de las inundaciones y las riadas, y también a los que en Nochebuena velan por la seguridad de España lejos de nuestras fronteras o prestan servicios esenciales.
Además, ha dejado claro que el mensaje de Navidad en sí es una muestra de su compromiso de "servir a España con lealtad, responsabilidad y total entrega".
  
Texto íntegro del mensaje

Felipe VI ha pedido este martes a los españoles en su mensaje de Navidad que mantengan la confianza en ellos mismos y en el país ante las incertidumbres y dificultades globales y específicas de España, como la "seria" preocupación por Cataluña, y ha instado a afrontar el futuro unidos y sin "caer en los extremos".

Este es el texto íntegro del mensaje:

"Buenas noches.

Hace cinco años tuve el honor por primera vez como rey de felicitaros la Navidad y de transmitiros un mensaje de afecto y buenos deseos para el nuevo año. Un mensaje también de compromiso con mi vocación de servir a España con lealtad, responsabilidad y total entrega.

Por tanto, os agradezco que me permitáis nuevamente compartir con vosotros unos minutos en esta noche tan especial, y lo primero que quiero hacer, naturalmente, es desearos junto a la reina, la princesa Leonor y la infanta Sofía, la mayor felicidad y paz en estos días en los que nos reunimos con nuestras familias y seres queridos".

Y en estas horas queremos tener un recuerdo muy especial con todo nuestro cariño para las familias y personas más afectadas y que más han sufrido -incluso trágicamente- las consecuencias de las inundaciones y las riadas que se ha producido en España durante los últimos días como lo fueron otras muchas a lo largo del año.

Se dice y es verdad que el mundo no vive tiempos fáciles. Quizás nunca lo sean del todo, pero los actuales son, sin duda, tiempos de mucha incertidumbre, de cambios profundos y acelerados en muchos ámbitos que provocan en la sociedad preocupación e inquietud tanto dentro como fuera de nuestro país.

La nueva era tecnológica y digital, el rumbo de la Unión Europea, los movimientos migratorios, la desigualdad laboral entre hombres y mujeres o la manera de afrontar el cambio climático y la sostenibilidad, entre otras, son cuestiones, en fin, que están muy presentes y condicionan ya de manera inequívoca nuestras vidas.

Y junto a todo ello, la falta de empleo -sobre todo para nuestros jóvenes- y las dificultades económicas de muchas familias, especialmente aquellas que sufren una mayor vulnerabilidad, siguen siendo la principal preocupación en nuestro país.

Es un hecho que en el mundo -y también aquí-, en paralelo al crecimiento y el desarrollo, la crisis económica ha agudizado los niveles de desigualdad.

Así mismo, las consecuencias para nuestra propia cohesión social de la revolución tecnológica a la que me he referido antes, el deterioro de la confianza de muchos ciudadanos en las instituciones y, desde luego, Cataluña, son otras serias preocupaciones que tenemos en España.

Ahora, después de las elecciones celebradas el pasado 10 de noviembre, nos encontramos inmersos en el procedimiento constitucional previsto para que el Congreso de los Diputados otorgue o deniegue su confianza al candidato propuesto para la Presidencia del Gobierno.

Así pues, corresponde al Congreso, de acuerdo con nuestra Constitución, tomar la decisión que considere más conveniente para el interés general de todos los españoles.

Os decía al principio que no vivimos tiempos fáciles, pero también creo que, por eso precisamente, debemos tener más que nunca una confianza firme en nosotros mismos y en España, que siempre ha sabido abrirse camino cuando hemos afrontado el futuro con responsabilidad, con generosidad y rigor, con determinación, pero también con reflexión y serenidad. Y tenemos razones sobradas para tener esa confianza.

El progreso de un país depende en gran medida del carácter de sus ciudadanos, de la fortaleza de su sociedad y del adecuado funcionamiento de su estado.

El pasado 19 de junio tuve el gran honor de condecorar con la Orden del Mérito Civil a 41 ciudadanos procedentes de toda España. Mujeres y hombres, mayores y jóvenes de orígenes y condiciones diversos que son un verdadero ejemplo de dignidad y fiel reflejo de lo mejor de nuestra sociedad.

Pude apreciar personalmente su generosidad y espíritu solidario, su capacidad de sacrificio y superación, su disposición para ayudar a los demás y anteponer el bien común a los intereses particulares, su coraje en situaciones adversas; cualidades que son expresión de las virtudes cívicas que inspiran a la inmensa mayoría de nuestros ciudadanos.

Se trata, sin duda -y me interesa especialmente resaltarlo-, de actitudes que han ido forjando paso a paso la personalidad de los españoles y moldeando nuestra sociedad actual a lo largo de estas ya cuatro décadas de democracia.

Una sociedad que ha experimentado una transformación muy profunda como jamás antes en nuestra historia; que vive conforme a valores y actitudes compartidos con las demás sociedades libres y democráticas; que es y se siente profundamente europea iberoamericana; y que no está aislada, sino muy abierta al mundo y plenamente integrada en la sociedad global.

Una sociedad que ha hecho frente y ha superado situaciones muy difíciles con una serenidad y entereza admirables, demostrando una gran resistencia y madurez.

Una sociedad, en fin, emprendedora y generosa que desarrolla una gran creatividad y un liderazgo indiscutible en muchos campos como la ingeniería, la medicina, la ciencia, la cultura, el deporte o la empresa.

Vivimos en un estado social y democrático de Derecho que asegura nuestra convivencia en libertad y que ha convertido a España en un país moderno con prestaciones sociales y servicios públicos esenciales como en educación y en sanidad; que está equipado con una gran red de infraestructuras de comunicaciones y transportes de vanguardia, y garantiza como pocos la seguridad de los ciudadanos.Una nación, además, con una posición privilegiada para la relaciones internacionales gracias a su clara vocación universal, a su historia y a su cultura.

Quienes nos visitan, invierten aquí o deciden vivir entre nosotros, son testigos de todo ello, lo reconocen y lo destacan.Es mucho, así pues, lo que hemos construido juntos, lo que juntos hemos avanzado. Y podemos sentirnos muy orgullosos de los valores que inspiran a nuestros ciudadanos, de la energía, la vitalidad y el dinamismo de nuestra sociedad y de la solidez de nuestro estado.Y creo que es importante decirlo, no por una autoestima mal entendida, sino porque es una realidad contrastada que debemos poner en valor.

Ante esa realidad no debemos caer en los extremos ni en una autocomplacencia que silencie nuestras carencias o errores, ni en una autocrítica destructiva que niegue el cambio gran patrimonio cívico, social y político que hemos acumulado.

Sin duda queda mucho por hacer, por mejorar y renovar. Para ello es preciso tener una conciencia clara y objetiva de nuestras fortalezas y de nuestras debilidades; y, además, tener una visión lo más realista y completa de cómo y hacia dónde va el mundo.

Todo cuanto hemos logrado -como he comentado otras veces- no se ha generado de manera espontánea. Es el resultado, en última instancia, de que millones de españoles, gracias a nuestra Constitución, hemos compartido a lo largo de los años unos mismos valores sobre los que fundamentar nuestra convivencia, nuestros grandes proyectos comunes, nuestros sentimientos e ideas.

Y de entre esos valores quiero destacar en primer lugar el deseo de concordia que, gracias a la responsabilidad, a los afectos, la generosidad, al diálogo y al respeto entre personas de ideologías muy diferentes, derribó muros de intolerancia de rencor y de incomprensión que habían marcado muchos episodios de nuestra historia.

En segundo lugar, la voluntad de entendimiento y de integrar nuestras diferencias dentro del respeto a nuestra Constitución, que reconoce la diversidad territorial que nos define y preserva la unidad que nos da fuerza.

Y en tercer y último lugar, la defensa y el impulso de la solidaridad, la igualdad y la libertad como principios vertebradores de nuestra sociedad, haciendo de la tolerancia y el respeto manifestaciones del mejor espíritu cívico de nuestra vida en común.Estos valores llevan muchos años presentes entre nosotros y constituyen una seña de identidad de la España de nuestros días; pero no podemos darlos por supuestos ni tampoco olvidar su fragilidad, y por ello debemos hacer todo lo posible para fortalecerlos y evitar que se deterioren.

El tiempo no se detiene y España no puede quedarse inmóvil ni ir por detrás de los acontecimientos. Tiene que seguir recorriendo su camino sin encerrarse en sí misma como en otras épocas del pasado y levantando la mirada para no perder el paso ante los grandes cambios sociales, científicos y educativos que señalan el futuro.

Los desafíos que tenemos por delante no son sencillos, pero como en tantas ocasiones de nuestra reciente, estoy convencido de que los superaremos.

Confiemos en nosotros mismos, en nuestra sociedad; confiemos en España y mantengámonos unidos en los valores democráticos que compartimos para resolver nuestros problemas; sin divisiones ni enfrentamientos que solo erosiona nuestra convivencia y empobrecen nuestro futuro.

Tenemos un gran potencial como país. Pensemos en grande. Avancemos con ambición. Todos juntos. Sabemos hacerlo y conocemos el camino...Con ese ánimo y con ese espíritu, la reina, nuestras hijas y yo, os deseamos a todos -y de manera especial a cuantos estáis lejos, trabajando y velando por nuestro país, o prestáis aquí servicios esenciales en estas horas- muy felices pascuas y todo lo mejor para el Año Nuevo 2020.

Eguberri on. Bon Nadal. Boas festas."

jueves, 12 de diciembre de 2019

Los costes sociales y territoriales de tener la monarquía en España / Vicenç Navarro *

A raíz de los artículos de Pablo Iglesias (¿Para qué sirve hoy la monarquía?) y Javier Cercas (¿Para qué sirve hoy la república?) publicados en El País (el primero, a favor de que se establezca en España una república, y el segundo, a favor de que se mantenga la monarquía borbónica en España) se ha reavivado un debate en este país sobre los pros y los contras de sustituir el sistema monárquico por el republicano. 

Las tesis de Javier Cercas (muy comunes entre los que favorecen mantener la monarquía en España) es que tal institución ha permitido a España tener un desarrollo democrático y económico con el que ha alcanzado un grado de madurez homologable al de otras democracias existentes en Europa. Le faltaba añadir (como hace el establishment político-mediático del país) que el establecimiento de la monarquía fue uno de los mayores éxitos de la Transición (considerada como modélica) de una dictadura a una democracia. 

Se indica que tal democracia fue, en gran parte, el resultado de la decisión de Juan Carlos I, que a pesar de haber sido nombrado por el dictador Franco, abandonó los poderes dictatoriales y se transformó así en un monarca más en Europa, como existen en Suecia, Noruega, Dinamarca y el Reino Unido. 

Esta homologación de monarquías es un punto que acentúa Cercas en su defensa de la permanencia del sistema monárquico en este país. Al referirse a aquellas monarquías, en países bien conocidos (sobre todo los tres primeros) por su desarrollo social y madurez democrática, Cercas intenta demostrar que un sistema monárquico no tiene por qué ser un anacronismo ni representar tampoco un obstáculo para que un país prospere y garantice bienestar a su población.

Hasta aquí los argumentos que los monárquicos esgrimen en defensa de la monarquía borbónica. Pero Cercas, que se define de izquierdas y republicano, va más allá e indica incluso que el Estado monárquico español es, en realidad, el continuador de la II República y de la causa republicana, aplaudiendo la heroicidad y compromiso con la democracia de los luchadores republicanos, realidad reconocida y promovida por el rey Felipe VI, como atestigua su homenaje a la famosa brigada Nueve republicana española, que liberó la ciudad de París al final de la II Guerra Mundial (homenaje que ocurrió, por cierto, en Francia, pero no en España).

La evidencia es contraria a las tesis de Cercas: el Estado monárquico ha contribuido al subdesarrollo social de España

Veamos primero si la monarquía ha favorecido el desarrollo democrático y el bienestar implícito que debe conllevar. Y para evaluarlo, tenemos que subrayar que la monarquía es el eje de un sistema de poder institucional centrado en el Estado, diseñado por el dictador para garantizar la continuidad del dominio de las fuerzas conservadoras sobre los aparatos de dicho Estado. 

Hay que recordar que durante la Transición no hubo una ruptura con el Estado anterior, ni hubo un cambio de los altos funcionarios del Estado que habían jugado un papel clave en el régimen dictatorial anterior. Desde las Fuerzas Armadas hasta la judicatura, pasando por los aparatos de seguridad, siguieron dominados (y, a mi modo de ver, continúan dominados) por una cultura de gobierno profundamente conservadora. 

Tres ejes ideológicos de esta cultura fueron (1) un nacionalismo extremo heredero de un imperio, (2) fundamentado en una estructura de poder radial centrada en la Capital del Reino, y (3) reforzado con un catolicismo excluyente, promovido por una institución, la Iglesia Católica, siempre próxima y defensora de los intereses económicos y financieros del país. El nacional-catolicismo imperante durante la dictadura había sido la expresión extrema de esta cultura.

Ni que decir tiene que la presión popular, y muy en particular el movimiento obrero, jugó un papel esencial en forzar una transición en la que las fuerzas democráticas pudieron modificar ese Estado, pero no lo suficiente para establecer una discontinuidad con el anterior. Y la monarquía, impuesta por la dictadura, era la garantía de que los poderes económicos y financieros continuaran dominando, o al menos ejerciendo una enorme influencia, en las instituciones del Estado. 

Hay miles de indicadores sobre ello. La persistencia del Valle de los Caídos como monumento al régimen fascista a pesar de más de cuarenta años de democracia es uno de ellos.

Pero no es solo el Valle de los Caídos el que refleja el enorme poder de la clase dominante heredera del régimen anterior, y cuyo eje central es la monarquía. ¿Cómo se explica Cercas que en más de cuatro décadas de período democrático, España continúe teniendo uno de los Estados del Bienestar menos desarrollados de la Unión Europea de los Quince (UE-15)? ¿O que tengamos las desigualdades más grandes, o uno de los sistemas educativos y sanitarios más polarizados por clase social de tal comunidad? ¿O que el sistema fiscal esté entre los más regresivos, con uno de los ingresos al Estado más bajos? ¿O que el gasto público social sea tan bajo? 

La causa, bien documentada, de cada uno de estos hechos es que las relaciones de poder dentro del Estado están muy sesgadas a favor de las fuerzas conservadoras del país. El gran retraso social de España está basado en esta realidad. Miren los datos y lo verán (ver mi libro El subdesarrollo social de España. Causas y consecuencias, Anagrama, 2006). El conservadurismo de las instituciones del Estado se basa, precisamente, en la estructura institucional de poder cuyo eje es la monarquía.

La monarquía y la cultura del Estado que perpetúa favorecen el sistema radial y no policéntrico del Estado español

Este hecho también explica el otro gran problema (además del subdesarrollo social) sin resolver que existe en España y que es el tema territorial. El Estado monárquico borbónico ha sido el mayor promotor de una España uninacional, radial, centrada en la Capital del Reino, oponiéndose a una España plurinacional, poliédrica, sin ningún tipo de pleitesía y con pleno desarrollo de la soberanía popular en su totalidad y en cada uno de sus componentes. 

Y es la gran resistencia a aceptar la plurinacionalidad de España la que está creando la otra gran crisis, la crisis territorial. La evidencia de ello es también abrumadora. Es fácil ver que en lugar de la tan manoseada y falsa reconciliación, lo que estamos viendo son las consecuencias de una transición que distó mucho de ser modélica, pues el bando vencedor de la llamada Guerra Civil continúa dominando la vida política, económica y mediática de este país. 

Los escasos y tímidos intentos de recuperar la historia de España, corrigiendo las enormes tergiversaciones que todavía se enseñan en sus instituciones educativas y mediáticas, han sido abortados para supuestamente evitar que se abran de nuevo las heridas, asumiendo que se habían cerrado (es decir, que se había reconocido a las víctimas y sancionado a los victimizadores). 

Es más que probable que si el bando republicano hubiera ganado la Guerra Civil, hoy España sería más democrática, más justa y más social, y menos uninacional, menos radial y más policéntrica y plurinacional de lo que lo es hoy. Hay que recordar que el golpe militar (que venció debido al apoyo de los regímenes nazi alemán y fascista italiano) del 1936, fue apoyado por la clase dominante que incluía desde los propietarios y gestores de los mayores medios de producción, distribución y financieros, para evitar las muy necesarias reformas de la propiedad propuestas por una alianza de fuerzas progresistas (el Frente Popular) que habían afectado sus intereses así como los de la Iglesia, que habían siempre proveído el marco ideológico que sostenía una sociedad enormemente represiva. 

La evidencia de ello es abrumadora. El fin de la República y el mantenimiento de la monarquía en España tenía como objetivo mantener los intereses y beneficios de las clases dominantes en España, que fueron las vencedoras de la definida como Guerra Civil, intereses que, en general, se han mantenido bajo el Estado monárquico actual.

No es sorprendente, pues, que en España (uno de los países con desigualdades sociales más acentuadas en la UE-15) a mayor nivel de renta, mayor popularidad de la monarquía. Ni tampoco es sorprendente que la monarquía sea ampliamente impopular en Catalunya y en el País Vasco, pues el uninacionalismo característico de la monarquía y de los golpistas (que se definían como los nacionales) afectó especialmente a las naciones excluidas en aquella visión. 

Y tampoco es sorprendente que a mayor sesgo derechista del partido político, mayor es el apoyo a la monarquía, siendo la ultraderecha franquista, Vox, la más monárquica de todas las derechas (siendo este partido también el más ultraneoliberal, la ideología dominante y favorecida por las clases pudientes del país).

Es importante señalar que la mayoría de españoles está a favor de un referéndum sobre la posibilidad de instaurar una república, siendo los jóvenes los más favorables a ello. 

Concretamente, un 63% de los españoles entre 25 y 34 años, un 58% entre 15 y 24, quieren votar para decidir democráticamente sobre dicha cuestión. Y como era de esperar, los votantes de los partidos de izquierdas son mucho más favorables (IU 91%, Podemos 86% y el PSOE 57%) a este referéndum que no los de las derechas (C’s 33% y PP 25%), esto según una encuesta realizada entre marzo y abril de 2018 en la que no se incluía a Vox, aunque no sería de extrañar que este porcentaje no llegara a un 5% de sus votantes.

¿Es la monarquía borbónica equiparable a las monarquías escandinavas o británica?

Lo cual me lleva a la segunda tesis de Cercas. Repito que la monarquía borbónica española fue resultado de la victoria del bando vencedor de la Guerra Civil. No así en aquellos países donde la monarquía está enraizada en las luchas que el país, como colectivo, realizó. 

El dictador de uno de los regímenes más crueles que hayan existido en Europa, el general Franco, nombró al Rey Juan Carlos y promovió la monarquía borbónica, cuya continuo apoyo a las fuerzas más reaccionarias del país había sido una constante en su historia. La naturaleza de dicha monarquía borbónica, y su identificación con las clases dominantes españolas, desde que triunfó el golpe militar, (habiendo ejercido gran represión para mantener su dominio), contrasta con las monarquías en los países citados. 

Son monarquías que están enraizadas en un apoyo de las clases populares, sobre todo en momentos clave, como durante la II Guerra Mundial, y que representan (así son percibidas) a la gran mayoría de la población. El porcentaje de ciudadanos favorables a la abolición de la monarquía en aquellos países es mucho menor que no en España, donde la restauración de la monarquía fue el fruto de la victoria de un bando. La diferencia entre esta y aquellas monarquías no puede ser mayor.

Una última observación: el estilo insultante de Cercas

A nivel personal, tengo que admitir que nunca me gustaron los escritos de Javier Cercas. Hijo de una familia que apoyó la dictadura (según propia confesión), por lo visto, quiso corregir su pasado escribiendo una novela en la que el protagonista era un republicano que, en un intento por hacerlo parecer atractivo, lo presenta como un tipo muy campechano, que vive en campings y que toca el trasero de las monjas (amistosamente) cuando está ingresado en la residencia de ancianos. Sin pretenderlo, fue una novela profundamente ofensiva. Soy hijo de perdedores de la Guerra Civil, represaliados por el fascismo, y me ofendió.

Algo semejante ocurre en su artículo citado anteriormente, donde adopta un tono casi pedante, dándole lecciones a Pablo Iglesias, sugiriéndole que deje de criticar al rey  y que se dedique, en su lugar, a resolver los problemas de la población (algo que, supuestamente, no está haciendo). En otras palabras, “Pablo, dedícate más a resolver los grandes problemas y deja al rey en paz” (cosa que el rey le agradeció en público, interviniendo, por cierto, en política, algo que, según la sacrosanta Constitución, no le está permitido). 

Ni por un momento pensó que el rey representa una estructura de poder conservadora, heredada del régimen anterior, que está obstaculizando la resolución del problema social y territorial. 

Viví en Suecia y en Gran Bretaña durante mi largo exilio y no me imagino a los Reyes de aquel país interviniendo en política como lo han hecho e hicieron los Reyes Juan Carlos y Felipe VI en nuestro país. Y tampoco me imagino que los monarcas suecos o británicos hubieran expresado desaprobación o disconformidad hacia un partido o partidos que el monarca percibe contrarios a su permanencia en el poder, acusándoles de no obedecer la Constitución, olvidando con dicha acusación que tales fuerzas conservadoras la están desobedeciendo diariamente, saltándose a la torera todos los capítulos sociales de tal documento. 

Estas fuerzas solo ven en la Constitución española la defensa de la unidad de España, eslogan que ya utilizaron para justificar el golpe militar de 1936 y que ahora utilizan de nuevo para evitar los cambios profundos que necesita el país. En realidad, no están defendiendo la unidad de España, sino la visión clasista y uninacional de esta. 

A mi padre, los tribunales lo juzgaron y reprimieron por ser “rojo” y “separatista”, cuando en realidad era un maestro progresista que enseñaba los valores republicanos de libertad, igualdad y fraternidad a la juventud de este país. Y en cuanto a separatista, no tenía nada de ello. Amaba y dio su vida por una España republicana, más justa y solidaria, plurinacional y poliédrica. 

Para alcanzarla, será necesaria en España la sustitución del sistema monárquico y de la estructura de poder económico y financiero, religioso e ideológico que lo sustentan, y que están obstaculizando el mejoramiento de la calidad de vida y el bienestar de las clases populares de los distintos pueblos y naciones de España, que representan la mayoría de la población española.


(*)  Catedrático Emérito de Ciencias Políticas y Políticas Públicas Universitat Pompeu Fabra



martes, 3 de diciembre de 2019

El Rey recibe a Pelosi, Guterres y varios jefes de Estado asistentes a la Cumbre del Clima

MADRID.- El Rey Felipe VI ha recibido este martes en distintas audiencias en el Palacio de la Zarzuela a jefes de Estado y de Gobierno y otros responsables internacionales que han viajado a Madrid para participar en la Cumbre del Clima.

La primera audiencia ha sido, a las 9.00 horas, a la presidenta de la Cámara de Representantes de Estados Unidos, Nancy Pelosi, acompañada de una delegación de miembros de la Cámara y por embajador de los Estados Unidos de América en España, Richard Duke Buchan.
Después, el monarca ha recibido al presidente de Costa Rica, Carlos Alvarado, que ha viajado a Madrid acompañado por la ministra de Exteriores, Lorena Aguilar; y a continuación al presidente de Argentina, Mauricio Macri, que la semana que viene cederá el testigo a Alberto Fernández. Junto a Macri, ha estado en la audiencia el secretario de Asuntos Estratégicos de la Presidencia de la República Argentina, Fulvio Pompeo.
El siguiente ha sido el secretario general de la ONU, Antonio Guterres, acompañado por el embajador Representante Permanente de España ante las Naciones Unidas, Agustín Santos Maraver; la secretaria Ejecutiva de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático, Patricia Espinosa; y el asesor principal del Secretario General de las Naciones Unidas, David Vennett.
Por último, han estado en el Palacio de la Zarzuela el presidente Federal de la República de Austria, Alexander van der Bellen, y, finalmente, el Gran Duque Enrique de Luxemburgo.
En las audiencias, el Rey ha estado acompañado por distintos secretarios de Estado del Ministerio de Asuntos Exteriores, UE y Cooperación, dependiendo de cada personalidad. Con los europeos ha estado el responsable de la UE, Marco Aguiriano; con los procedentes de América Latina, el de Cooperación, Iberoamérica y el Caribe, Juan Pablo de Laiglesia; y, con Pelosi y Guterres, el de Asuntos Exteriores, Fernando Martín-Valenzuela.

Felipe VI desobedece a Sánchez / Jaime Peñafiel *

Por primera vez, una decisión del Presidente del Gobierno, aunque sea en funciones, ha sido contestada por el Rey, negándose a viajar a Argentina como Sánchez había dispuesto.

El Ejecutivo quería tener al Soberano lejos de España para maniobrar libremente en la elección de un gobierno Frankestein. Como hizo mandándole a Cuba con el fin de poder darse el abrazo con Pablo Iglesias sin la presencia de Felipe.

Y es que la relación entre Zarzuela y Moncloa no es tan fluida como Sánchez contaba, cínicamente, en su libro “Manual de resistencia”: “Entre Felipe y yo existe una relación de complicidad que supera y sigue superando a día de hoy, lo institucional …. Hablamos con toda sinceridad …. Nos reconocemos mutuamente como las personas que vamos a sacar al país del resto del bloqueo”.

Mas bien está siendo que no. Muy al contrario. Sánchez es lo peor que puede tener España en estos momentos. Y malo, muy malo, para la Monarquía incapaz de reconducir la situación.

Parece mentira que Felipe VI se olvide del articulo 56.1 de la Constitución que le asigna un poder como moderador y árbitro. Desgraciadamente y sin saber por qué ni modera ni pito tiene para arbitrar el partido.

Tampoco aplica el articulo 62 que le autoriza, constitucionalmente hablando, a nombrar al presidente del Gobierno. Sorprendentemente, es el propio Sánchez quien se ha confirmado y erigido en el único árbitro para designar a quien nombrar sin contar con el Jefe del Estado que le están creciendo los enanos.

No los siete del cuento sino los miles y miles que aparecen poniendo en peligro la Institución. No olvidemos que Gabriel Rufián, uno de los posibles socios como líder de Ezquerra Republicana, llama a Felipe VI “el rechazao” y que el patriotismo se llama … Republica. ¡Toma ya!

PD. Lo que no es de recibo es que Moncloa haya impedido que el Jefe del Estado inaugurara la Cumbre del Clima (COP25) que reúne en Madrid a 50 Jefes de Estado para mayor gloria del presidente del gobierno en funciones, Pedro Sánchez, que tomó la palabra en este acto.

Aunque el soberano si ha cumplido con un deber de cortesía ofreciendo una recepción en el Palacio Real a todos los mandatarios e invitados a la Cumbre, donde, ¡finalmente! se le ha “permitido” dirigirse a ellos.


(*) Periodista