viernes, 29 de diciembre de 2023

El valor de la Monarquía española. Una aproximación desde la legalidad al coste económico /Juan Carlos Martín Torrijos *


El 14 abril de 2020, España tuvo que soportar que un destacado miembro del entonces Gobierno del Reino de España, hoy relegado a un ostracismo que solo rompe para intentar seguir en el candelero, ya sin coleta, pidiera la llegada de la República (la Tercera) a nuestro país. Esto provocó que muchos recibiéramos y reenviáramos mensajes en apoyo de su Majestad el Rey. También la prensa se hizo eco de este apoyo, tal vez en menor medida de lo que cabría esperar, pero se echó en falta un apoyo claro y explícito a la Monarquía Parlamentaria desde los medios y de ahí estas líneas.

Como principio democrático hay que admitir la crítica a la Monarquía y al Rey; lo contrario, atentaría contra la libertad de expresión y contra la debida “higiene democrática” del país. Pero también hay que preguntar a quienes critican la institución monárquica cuál es su solución. Y aunque para muchos puede que hoy en día la respuesta sea fácil: otro régimen igualmente democrático, la Republica; quiero decirles no hay argumentos coherentes que lo sostengan.

Dando por sentado que la República es la alternativa habitual a la Monarquía (España, desde hace 150 años, cuando no ha sido una monarquía ha sido una República: del 11 de febrero de 1873 hasta el 29 de diciembre de 1874 y del 14 de abril de 1931 al 1 de abril de 1939; pues para Franco, desde su llegada al poder, España fue un Reino), debemos preguntarnos qué ganamos los españoles con el cambio.

La respuesta es obvia: nada (salvo para los fanáticos); muy al contrario, probablemente perderíamos mucho.

A la hora de enumerar las diferencias entre la figura de un Presidente de República y un Rey al frente de una Monarquía Parlamentaria, me voy a centrar en las que considero fundamentales:

El carácter neutral y apartidista del monarca

Esto elimina, entre otras cosas, las tensiones entre la Jefatura del Estado y la del Gobierno derivadas de la posibilidad de “cohabitación”; que se da cuando el partido político del Primer Ministro (nuestro Presidente del Gobierno, al cambio) es de distinto signo que el partido que apoya al Jefe del Estado, sin olvidar que, incluso perteneciendo al mismo partido político se pueden tener visiones distintas de cuestiones de Estado o de otra índole. Además, si, como es más que probable, un Presidente de la República difícilmente se conformaría con tener solo las simbólicas competencias que tiene nuestro monarca, la situación podría complicarse. De hecho, así ha sucedido en países como Francia, Polonia o Portugal.

La estabilidad

La proporciona que el monarca tenga por oficio ser Jefe del Estado y qué a ello, y solo a ello, deba dedicar sus energías. Un Presidente de la República tiene que aprender el oficio y, posiblemente en un plazo de 12 años (suponiendo mandatos de 6 años y una reelección por término medio) le tendrá que suceder otra persona, que tiene que seguir el mismo proceso de aprendizaje. La continuidad en el cargo otorga, además, una experiencia en el orden interno y externo de la mayor importancia. Nuestro Rey conoce y es conocido por todos los líderes mundiales. Sin olvidar que su falta de adscripción política le permite hablar con menos recelo por parte de su interlocutor, del que seguramente éste tendría ante un Jefe del Estado de afiliación política de distinto signo.

El “oficio”

La Monarquía tiene una ventaja exclusiva: como ya se sabe quién puede suceder al monarca, los ciudadanos pueden exigir que esta persona, desde su infancia, se prepare para el cargo (como ha hecho nuestro rey, Felipe VI y está haciendo su heredera, la Princesa Leonor).

La imparcialidad

¿Un Presidente de la República representaría a todos los españoles por igual o se sentiría más proclive a apoyar a los que le dieron su voto y, más aún, a los que pueden volver a dárselo en caso de una posibilidad de reelección?

Lo humano es decantarse por lo segundo, tentación que nunca tendrá el monarca.

Pero aún hay más ventajas de la Monarquía española.

Una es la económica

Hay quienes piensan que no tener un monarca nos ahorraría todo lo que cuesta el mantenimiento de la Casa Real. Pero la realidad es otra. De una forma intuitiva y presuponiendo que la hipotética Presidencia de la República tuviese unas dimensiones administrativas semejantes a la de la Casa Real (poco creíble si tenemos en cuenta la tendencia a contratar “asesores” que tiene nuestros políticos), la diferencia esencial podría venir de los gastos de la familia Real, ajenos a los del monarca en sí. Pero como contrapartida, habría que mantener a varios ex-Presidentes (sueldos, gastos de representación, asistentes, escoltas, etc.)

Aunque las comparaciones no son fáciles, voy a intentar poner unos ejemplos esclarecedores, tomados, eso sí, con las debidas reservas.

En el año 2011 se presupuestaron para la Casa Real unos gastos totales de 8,4 millones de euros, a los que hay que sumar otros 5,9 millones para el euros; apoyo a la gestión administrativa de la Jefatura del Estado; lo que supusieron 14,3 millones de euros (hay que tener en cuenta que en los últimos Presupuestos Generales de Estado estas cantidades son, incluso, ligeramente menores).

Además es una de las monarquías más baratas (en ese mismo años la británica costó a sus ciudadanos 42 millones de euros al año y la sueca unos 20).

Por otro lado, la República italiana, en el mismo periodo costó a los italianos 228 millones de euros y la Republica francesa 103 millones de euros.

En términos relativos, respecto al PIB, tomando como referencia el de 2018, los gastos de la Casa Real española rondan el 0,061%, mientras que los de la Presidencia de la República francesa están alrededor del 0,29% 1 .

Finalmente resaltar dentro del valor de la Monarquía española: la derivada de que el monarca esté fuera de la pugna política.

Si ya en España tenemos muchas elecciones, imagínense otro costoso proceso adicional, probablemente, cada 6 años, como ya se ha citado. No obstante, los partidarios de la República esgrimen como argumento principal a favor de sus tesis, que el hecho de que el Jefe del Estado no sea elegido periódicamente, le hace carecer de legitimidad. Pero esto no es más que un argumento endeble para justificar su postura.

En España, la figura del Rey tiene una clara legitimidad otorgada por las urnas.

Legitimidad que procede de la misma Constitución; la que millones de españoles votamos en 1978. En ese momento se decidió, entre otros aspectos, que se quería que España fuese un Reino (figura nada original en Europa, en la que existen otras siete monarquías parlamentarias: Reino Unido, Bélgica, Países Bajos, Dinamarca, Suecia, Noruega y Luxemburgo y en todos estos países la Jefatura del Estado recae en un monarca, que es un cargo hereditario). En el fondo, la figura del Rey tiene tanta legitimidad democrática como la misma Constitución de 1978, en sí.

Además, el Rey no es inamovible.

En caso extremo, las Cortes Generales pueden, de conformidad con lo establecido en el art. 59.2 de La Constitución, proceder a reconocer su inhabilitación para el ejercicio de su autoridad; en cuyo entraría a ejercer inmediatamente la Regencia. Es decir, la figura del Rey y el ejercicio de sus funciones no escapan al control por el Poder Legislativo (donde reside la soberanía nacional, no se nos olvide), aunque rija el principio consagrado en el art. 56. 3 de nuestra norma suprema, según el cual “la persona del Rey es inviolable y no está sujeta a responsabilidad”, que tiene su “contrapeso” en la exigencia constitucional de que “sus actos estarán siempre refrendados (…), careciendo de validez sin dicho refrendo…”.

Respecto a la forma de organización que en su momento nos dimos como Estado al aprobar la vigente Constitución, es decir un Reino, también se prevé su posibilidad de cambio. La más radical, dotarnos de una nueva Norma Fundamental, se contempla en el artículo 168 de la Constitución (por cierto, que el artículo 169 establece que “no podrá iniciarse la reforma constitucional en tiempo de guerra o de vigencia de alguno de los estados previstos en el artículo 116”, regulador de los estados de alarma, excepción y sitio).

Por todo ello, no podemos consentir que alguien con solo un puñado de votos, con unas ideas obsoletas y caducas, que sirven para sostener sistemas políticos corruptos, allí donde aún permanecen, quiera lanzar una idea de cambio "porque si"; porque él lo dice en nombre… ¿de quién? y, ¿con qué procedimiento?

En España tenemos un monarca preparado, con una sólida formación política, económica… con una gran conciencia social y con un innegable prestigio internacional que, si en principio heredó de su padre, tras casi 6 años lo ha consolidado por méritos propios. Tenemos un Jefe del Estado al que todos los mandatarios internacionales reciben (o atienden a sus llamadas telefónicas). ¿Alguien más en España puede decir lo mismo?

Se puede concluir que, a diferencia de lo que nos quieren hacer creer, todo son ventajas en mantener la Monarquía Parlamentaria como forma del Estado, más allá de ideologías políticas.

¡Viva España! ¡Viva el Rey!

 

(*) Licenciado en Derecho y Coronel de Aviación (r).

martes, 31 de octubre de 2023

La princesa Leonor, heredera del trono de España, jura fidelidad a la Constitución al cumplir 18 años


 MADRID.- La heredera del trono de España, la princesa Leonor de Borbón Ortíz, juró fidelidad a la Constitución este martes, cuando cumplió 18 años, en una ceremonia con pompa en el Parlamento español a partir de la cual podrá legalmente suceder como jefa de Estado a Felipe VI.

Leonor de Borbón, acompañada de su padre el rey, su madre la reina Letizia Ortíz Rocasolano y su hermana la infanta Sofía, prestó juramento en una sesión especial de las Cortes Generales, un trámite que cumplió su abuelo Juan Carlos I en 1969, durante la dictadura franquista, y Felipe VI en 1986, ya en democracia.

"Juro desempeñar fielmente mis funciones, guardar y hacer guardar la Constitución y las leyes, respetar los derechos de los ciudadanos y de las comunidades autónomas y fidelidad al rey", expresó Leonor con una mano sobre el mismo ejemplar de la Constitución sobre el que juró su padre.

Vestida de traje blanco, la princesa fue ovacionada durante varios minutos después de su juramento en el Hemiciclo del Parlamento.

La ceremonia fue seguida en pantallas gigantes colocadas en la céntrica Puerta del Sol madrileña y en otros lugares de la capital española.

En los alrededores del Parlamento, una multitud le brindó apoyo ondeando banderas de España.

En España, con una monarquía parlamentaria, la Constitución establece que el varón tiene preferencia para heredar la Corona, pero Leonor no tiene hermanos varones.

El rey emérito Juan Carlos I, que perseguido por los escándalos en el último tramo de su reinado abdicó en 2014 y se instaló en Abu Dabi en 2020, no estuvo presente en la ceremonia.

Sí participará, según la prensa, en la celebración familiar en el palacio de El Pardo, en las afueras de Madrid.

Tampoco asistieron los representantes de los partidos que concentran el sentimiento republicano, los independentistas catalanes, vascos y gallegos, y una parte de la izquierda radical.

viernes, 27 de octubre de 2023

Crónica de la anormalidad / Beatríz Rodríguez *


Llevo días dándole vueltas a todo y no me queda otra que buscar algo positivo y me quedo con la mirada azul de la princesa Leonor. A nuestra heredera al trono se le acumulan los
acontecimientos en un momento en el que la actualidad eclipsa cualquier buena noticia. Juró bandera en la Academia de Zaragoza y guapísima con su uniforme asistió junto a sus padres al desfile del 12 de octubre. 
 
Y nada que objetar, con cierta ignorancia y esa mirada tímida e inocente, de quien no es muy consciente aun de todo lo que se le viene encima, nuestra princesa se convirtió en la protagonista de excepción. Luego vinieron los premios Princesa de Asturias, otro gran evento que la convirtió en protagonista y que ella disfrutó especialmente junto a Meryl Streep sin quitar mérito a los otros premiados.

Ahora el próximo martes 31 de octubre, no sólo cumplirá 18 años, sino que jurará laConstitución en presencia de sus padres, los Reyes de España. No se repetirá la escena de tres generaciones, como sí le ocurrió a su padre, porque el Rey Juan Carlos no asistirá desgraciadamente al evento pero sí a la copa posterior. El monarca, exiliado por prescripción del gobierno socialista, ni siquiera dormirá en Zarzuela ni en un hotel ni en casa de su hija sino que está previsto que vuele a Londres esa misma noche; una pena teniendo en cuenta su edad, que no tiene causas pendientes en España y la gran labor que realizó por su país, el nuestro.

Pero la pobre Leonor ha visto cómo sus días de gloria se han visto empañados por la guerra entre Israel y los locos de Hamas. Dolor, víctimas y una guerra basada en la desinformación y en imágenes totalmente manipuladas que han puesto la situación de Oriente Medio en el ojo del huracán. Ahora ya no se habla de Ucrania, esa guerra se nos ha olvidado aunque nos siga afectando a todos.

Y mientras tanto nuestro gobierno da una de cal y otra de arena. Muy en su línea quiere quedar bien con israelís y con palestinos, algo que no sorprende cuando en toda su trayectoria ha dicho una cosa y ha hecho otra, ni siquiera se entienden entre sus propios ministros. Eso sí, los abrazos y achuchones entre Pedro y la sobona de la Yoli son únicos. 
 
De la amnistía ni una palabra, eso es algo que se negocia en secreto para obtener esos tristes siete votos por los quenos van a vender a todos. Pero la cosa no acaba ahí, esos con los que pretende pactar el gobierno son los mismos que no asistirán a la Jura de la princesa Leonor y que no respetan la Constitución. Y para que no estén solos se les ha unido el PNV, no vaya a ser que para Bildu se conviertan en la derechita cobarde vasca y se produzca el temido sorpaso.

Vamos que todo va fenomenal y estamos como queremos. Eso sin hablar del desembarco de inmigrantes llegados a Canarias y que ahora reparten por varias comunidades. El problema de la crisis migratoria es real pero la solución no está estudiada y desde luego no se busca en origen. 
 
Esta pobre gente viene engañada por mafias y pagando un pastón, buscando una vida mejor que no es real. Se quedan pastando por España y durante un tiempo se les da un espacio donde vivir pero ni trabajo ni futuro. Es decir, que a todos esos que a los que nos quejamos de estas políticas migratorias nos tachan de xenófobos y racistas….me gustaría que les pusieran a estos tan “happys” y solidarios un centro de acogida junto a sus chaletes de
lujo.

En fin que no me queda otra que volver a la mirada azul de la princesa Leonor. Dios de larga vida al Rey Felipe pero me tranquiliza saber que tenemos una heredera formándose y con un gran antecesor. Y como en este país parece que todo es de coña, no quiero dejar de mencionar la candidatura de Carlos Herrera a presidir la Federación Española de Fútbol, algo que empezó como una broma pero parece ser real. Al menos una persona formada, culta y con respeto por las instituciones, que llegados a este punto, no es poco…



(*) Periodista licenciada en Ciencias de la Información por la Universidad de Navarra

sábado, 16 de septiembre de 2023

El Rey / Alfonso Ussia *


El Rey está en silencio, pero más activo que nunca. Quien crea que el Rey se siente cohibido y acobardado, no conoce ni al Rey ni al ejemplar sentido del cumplimiento de sus deberes. Por La Zarzuela han pasado presidentes y magistrados del Tribunal Constitucional, magistrados del Tribunal Supremo, Catedráticos. Destacados representantes de la Judicatura, abogados y políticos de anteriores Gobiernos. 

El obligado silencio del Rey está apoyado por una documentación poderosa, que proviene del Poder Judicial y Legislativo de todas las sensibilidades ideológicas. E intuyo que sus constantes consultas han ratificado su opinión personal. El Rey es el garante máximo del cumplimiento de la Constitución Española, y el Rey va a seguir siéndolo. Sus consejeros eventuales para una acción concreta y despiadada contra el orden constitucional, no son Pallín, Garzón ó la futbolista Putelles, que se ha metido en política-sindicalista. 

El Rey espera, y Sánchez amenaza. El que amenaza siempre está en peligro. Su jugada golpista encuentra, cada día que pasa, mayor resistencia social. El Rey no va a firmar nada que atente contra la unidad, la libertad y la democracia en España. Y sin su firma, el golpe de Estado encubierto de Pedro Sánchez, se desvanece. Encubierto por una aministía inconstitucional en beneficio de unos delincuentes que fracasaron en su golpe de Estado contra España y de los cuales, su provocador máximo está fugado de la Justicia española aunque viva de gorra de los españoles en Bélgica. 

El Rey no va a rebajar su debate con Sánchez a los ámbitos de las opiniones personales. El Rey guarda y acumula en La Zarzuela centenares de dictámenes, estudios, análisis y testimonios que justificarían su probable negativa a firmar la Ley sanchista con la que se iniciaría la destrucción de la nación más antigua de Europa. La crisis institucional está servida. Y el Rey – y España- triunfarán ante la traición, la infamia y la desvergüenza del segundo partido más votado en las últimas elecciones.

A este punto se ha llegado por la complicidad y cobardía de muchos dirigentes socialistas, desde Felipe González a Juan Alberto Belloch, pasando por Alfonso Guerra. Los tres han cantado las verdades del barquero, pero los tres han seguido votando y apoyando al barquero sin otro rumbo que el placer del palacio de La Moncloa, que manda huevos.
 
Belloch ha reconocido que no ha habido presidente del Gobierno peor que Sánchez, pero que su alma socialista le ha animado a votarle. Otros dirigentes socialistas, como Joaquín Leguina, Nicolás Redondo Terreros, José Luis Corcuera, o Jordi Sevilla, han roto sus relaciones con su viejo partido. Sánchez no manda en un partido. Manda en una secta de pesebristas horrorizados por perder la calidad de sus pesebres.
 
Nos hallamos en una situación de alta gravedad. Y sólo un español está capacitado para detener la catástrofe. Legalmente capacitado para ello. Es, además, el Jefe Supremo de las Fuerzas Armadas y de la Guardia Civil.
 
Pero no tendrá que recurrir a esa condición. Simplemente con un «no» poderosamente apoyado en sus consultas, detendrá el golpe de Estado socialcomunista e independentista que nos ha preparado Sánchez. Y habrá lío. Y será insultado, pero tendrá el apoyo de millones de españoles, muchos votantes socialistas entre ellos – algo inexplicable a estas alturas-, que no dependen de los pesebres para seguir enriqueciéndose.
 
La última vez que saludé al Rey y cambié impresiones con su persona, «Mucha suerte, Señor», «Gracias», fue en el Palacio Real el día de su proclamación como Rey de España. Mi texto procede de la intuición, no de la información directa o indirecta. Intuición que me induce a creer que, cumpliendo estrictamente con sus prerrogativas y mandamientos constitucionales, con toda la firmeza que sea precisa, va a detener el Golpe de Estado.
 
«Esto no lo puedo firmar, presidente».
 
(*) Periodista
 

lunes, 4 de septiembre de 2023

Una monarquía muy poco democrática / Joaquín Urías *


Alberto Núñez Feijóo va a intentar formar gobierno. No porque le corresponda constitucionalmente, sino porque así lo ha querido el rey.

La presidenta del Congreso, Francina Armengol, nos ha hecho saber que el rey, por su cuenta y riesgo, y sin su previo consentimiento, ha decidido imponernos a todos los españoles lo que más le conviene a los partidos de derecha. 

De hecho, la presidenta del Congreso, que es quien debería haber tomado esa decisión, ha dicho que desconocía las razones y que esperásemos a que el monarca publicara un comunicado. 

Al parecer ha refrendado la decisión política del rey sin saber siquiera sus motivos. La autoridad democrática más alta emanada de las últimas elecciones en este momento ha demostrado ser buena vasalla.

El comunicado de la Casa Real, publicado un buen rato después, es un ejercicio cutre de palabrería vacía propia de un trilero. Dice la Casa del Rey que hay una costumbre de encargar formar gobierno al partido más votado… aunque alguna vez ha habido excepciones. Por tanto, no es una costumbre obligatoria. De hecho, puede convertirse en una costumbre claramente inconstitucional porque si alguien que no es el más votado reúne apoyos suficientes desde el primer día sería flagrantemente inconstitucional que no intentara inmediatamente su investidura. 

El rey lo sabe y el comunicado borda el ridículo cuando dice que a día de hoy no se dan las condiciones para saltarse esa supuesta costumbre. Luego la razón real no es la costumbre, sino que, al no haber una mayoría clara de apoyo a otro candidato, él quiere echarle una mano a Feijóo. Y tan pancho. Que para eso sigue siendo el rey.

La Constitución no establece un plazo para encargar a alguien que intente la investidura. Tras la ronda de consultas, se podía esperar a que alguien reuniera una mayoría de apoyos o a que se demostrara como imposible para encargarle a nadie que intentara formar gobierno. Eso habría sido lo más razonable constitucionalmente. 

Pero parece que al rey, no a la presidenta del Congreso, sino al rey, no le apetecía. Algún partido político le había recordado estos días al propio monarca la conveniencia de no encargar gobierno a nadie hasta que se sepa quien puede reunir apoyos suficientes. Pero Felipe VI ha decidido que prefiere hacer política. Y como siempre, a favor de la derecha. Y sin presentarse a las elecciones.

Durante la elaboración de la Constitución, el rey Juan Carlos presionó en público y en privado para tener poderes ejecutivos. Los razonables constituyentes de 1978 no se los dieron. Dibujaron un Jefe de Estado con un papel exclusivamente representativo. Un símbolo que formalmente no tiene casi ni capacidad jurídica. Los actos del rey, todos menos los privados, carecen de validez sin el refrendo de un representante democrático. 

Lo dice literalmente la Constitución. Pero también dice que la responsable política del encargo de formar gobierno es la presidenta de las Cortes, de donde se deduce que sólo ella puede tomar esa decisión cuando no sea puramente formal.

Pero lo que diga la Constitución al parecer da igual. Durante el reinado de Juan Carlos se respetó la letra de la norma suprema y el monarca utilizó su influencia de manera informal. Desde que Felipe accedió al poder, tras la abdicación de su corrupto padre, que utilizó la Corona para enriquecerse ilícitamente, ha hecho todo lo posible por recuperar poder ejecutivo. 

Por la vía de los hechos, porque el texto constitucional no ha cambiado. En esa tarea lo apoya gran parte de los poderes fácticos y algunos teóricos, que estos días han llegado a escribir que el refrendo de sus actos es obligatorio. 

El encargo de gobierno a Feijóo no es constitucionalmente razonable. No parece dirigido a formar gobierno, que es el fin de la investidura del artículo 99 de la Constitución. Parece que el rey lo ha decidido para reforzar el liderazgo del líder popular o para acercar la convocatoria de nuevas elecciones reduciendo el tiempo de negociación del que dispone Sánchez. 

Ninguna de esas finalidades le corresponden. Porque él no es político. Alguien debería hacerle un tatuaje a Felipe de Borbón que le recordara cada día “tú no eres político, porque no te presentas a las elecciones”. En su defecto, los partidos deberían exigirle que vuelva a su papel o se vaya. Para siempre.

No va a pasar. Ni siquiera Sumar va a pedir la abdicación del rey Felipe VI. Las fuerzas “progresistas” se van a tragar esta nueva humillación del monarca. No se van a atrever, no ya a pedir la república, sino ni siquiera a criticar el borbonazo. Y se equivocan. Por algo, quien más apoya al rey para que asuma funciones ejecutivas es la ultraderecha. Vox sueña con un rey tan poderoso como quería Franco. Y el PSOE y Sumar le hacen el juego a la derecha tragándose sin rechistar los excesos reales.

Eso es así porque el rey representa la constitución material del país tal y como era en 1978, y se encarga de que lo siga siendo a día de hoy. La constitución material de un país son las fuerzas que fácticamente tienen poder en la sociedad: grandes empresarios, ejército, jerarquía católica, altos jueces… aquellos que manden en la sombra. 

Cada vez que Felipe de Borbón interviene en política y –dada su evidente falta de respaldo popular– invierte las reglas de la democracia, lo hace para beneficiar a los mismos: a esas fuerzas vivas que controlan España desde la puerta de atrás. 

Ya antes, este monarca ha mostrado en público su apoyo a corruptos y su desprecio por las clases populares. Entre otras cosas, en 2017 insultó gravemente a los votantes independentistas. Más tarde llamó al presidente del CGPJ, en mitad de un acto, para atacar directamente al Gobierno progresista. Ahora le hace el juego a la derecha, a pesar de que no tiene apoyos parlamentarios suficientes.

La monarquía es compatible con la democracia. Muchas de las democracias más avanzadas del mundo son monarquías. Pero eso solo es posible con dos condiciones: que el rey represente a toda la nación, ayudando a su unidad; y que no tome decisiones políticas, reservadas a los representantes democráticos. 

La primera era un reto difícil para una institución que más que con la historia legendaria se conecta con un dictador fascista que se saltó el orden dinástico y decidió quién debía reinar a su muerte. Las tomas de posición ideológica y los gestos del rey que lo han alejado de la España más progresista han terminado de dañar su imagen como representante de todos. 

La acción política de Felipe VI en momentos como el actual está terminando por hacer incompatible su reinado con un sistema democrático. Es posible una democracia con rey, pero no lo parece con este rey, que una vez más se ha salido de su papel constitucional. ¿Hasta cuándo vamos a permitirle abusar de nuestra democracia?

 

 (*) Profesor de Derecho Constitucional en la Universidad de Sevilla. Ex letrado del Tribunal Constitucional y activista por los Derechos Humanos

 

https://ctxt.es/es/20230801/Firmas/43850/rey-felipe-vi-feijoo-sanchez-monarquia.htm

miércoles, 26 de abril de 2023

Dragó, Morin, el rey Juan Carlos y la prudencia periodística / Francisco Poveda *

La prudencia periodística debe acompañar a todo profesional en determinadas circunstancias y una de ellas implica no tratar de abordar cualquier género del oficio de cualquier manera. Confieso dos casos en mi trayectoria, desde marzo de 1970 hasta 2018, donde no me atreví a entrevistar por puro pudor intelectual y sentido de mis límites en el Conocimiento en cada uno de esos precisos momentos. 


Uno a Fernando Sánchez Dragó, residente en Alicante hasta los quince años por madre prematuramente viuda nacida aquí, y después en la playa de San Juan, donde me descubrió la religión hedonista de los parsi además de razonarme muy convencido que las guerras civiles las arman siempre la chusma de los dos bandos. (Su padre, periodista en el Madrid republicano de retaguardia, fue fusilado con 25 años en 1936 poco antes de nacer él). La lectura de su obra me aconsejó siempre esa prudencia al advertir tan inabordable su vasto y multidisciplinar saber.


El otro caso es Edgar Morin, aún vivo con 101 años, exponente máximo del pensamiento complejo y principal filósofo de Francia y Europa. Le conocí personalmente en la embajada de España en París en mayo de 2010 con ocasión del homenaje de la intelectualidad gala y de la cualificada colonia profesional española al profesor valenciano de La Soborna, Pepín Vidal-Beneyto, fallecido para entonces. Haber leído algunos de sus libros, y ya con Morin delante, me vino la inspiración cautelar reflexiva ante tamaño gigante intelectual en presencia, por su sabiduría desbordada más que nada.


No fue así con el maestro de mi hermano y profesor mío porque a Vidal-Beneyto lo conocía tanto que sí me atreví con él cuando en 1993 lo entrevisté para el diario "El Mundo" como asesor de la UNESCO y del político socialista francés Jacques Attalí, en el BERD (Banco Europeo de Reconstrucción y Desarrollo). 


Años después pude escrutar personalmente su despacho-biblioteca de la rue Jean Ferrandi del distrito 14 parisino, en el barrio de Montparnasse, hasta proponerle a su viuda, profesora y socióloga bretona, Cécile Rougier, abordar juntos una aproximación biográfica de su también maestro.


Nunca pensé que luego su joven biógrafa española no coetánea, Irene Liberia, nos citase de manera destacada a mi hermano Miguel y a mí en el libro "José Vidal-Beneyto. Sociología crítica y resistencia democrática. Una vida a contraviento", editado en 2019 por la institución Alfonso el Magnánimo y el Centro Valenciano de Estudios de Investigación (1 y 2) a partir de su tesis doctoral.


Pero también ha habido entrevistas no natas por exceso de confianza en el tiempo de la vida de las personas. Es el caso del periodista español afincado en París, Alberto Oliveras, culpable inconsciente de mi vocación profesional desde los años 60 en Radio Madrid y al que fui dejando un año tras otro al contrario que hice con otros tres de los periodistas que más me influyeron en esa vocación: Emilio Romero, Juan Luis Cebrián e Ignacio Ramonet.


Al primero, voz oficiosa del régimen de Franco al frente de "Pueblo" lo visité varias veces en su apartamento y le entrevisté tres en el "Club Internacional" de Benidorm. Al segundo, pocos meses antes de fundar y dirigir "El País", en su chalé de Águilas, donde me recomendó no permanecer más de cinco años en un mismo medio de comunicación. Y al tercero, a mi juicio mejor periodista español contemporáneo del siglo XX y exponente mediático del pensamiento crítico, dos veces (1997 y 2002), siendo director de "Le Monde Diplomatique" y profesor en La Soborna tras graduarse en la Escuela de Altos Estudios en Ciencias Sociales e integrar primero la redacción de "Liberation".


No quiero olvidar mis entrevistas personalmente inolvidables a compañeros de los que aprendí algunos secretos del oficio, caso de Jesús Ceberio y Alberto Vázquez Figueroa, ambas en 2001, porque el primero era director de "El País" en el mejor momento del periódico tras la invasión de Iraq, y el segundo acababa de publicar "El agua prometida", mi preferida de entre sus novelas. Aunque no más que "Chacal", escrita por el periodista inglés Frederick Forsyth, al que entrevisté en 1973.


Y he de confesar, por contra, mis vanos intentos de entrevistar a varios personajes como Juan Domingo Perón en 1972 aprovechando que me atropelló en un semáforo de la ciudad universitaria madrileña y me invitó a pasar, luego de acudir al Clínico, por su quinta próxima en la Dehesa de la Villa para informarle de mi estado. No me dejó ver ni la momia de Evita allí guardada a buen recaudo para evitar profanaciones.


No pude convencer tampoco al embajador de Portugal en España, Carlos Simoes, tras invitarme su distinguida esposa a almorzar en 1991 en su residencia privada de la sede diplomática tras un magnífico curso sobre su país en la UIMP. Algo parecido a lo que me sucedió en 2010 con el cardenal Renato Raffaele Martino, ex observador vaticano en la ONU durante muchos años, quien tras recibirme en su palacio extramuros del Trastevere romano, me compensó con una Inmaculada pintada por su madre de origen andaluz. Y lo mismo con el presidente de Costa Rica en 1983, el social-cristiano Luis Alberto Monge, tras invitarme a cenar en su residencia privada en San José y ser más que sincero.


Frente a lo inmediatamente anterior si conseguí cuatro scoop en 1974, 1975, 1978 y 1997. Marcelino Camacho nada más salir de la cárcel me concedió su primera entrevista en su casa de Carabanchel gracias a las impagables gestiones de mi hermano con los comunistas de la Facultad de Políticas de la Complutense; con el presidente Adolfo Suárez, también la primera tras ocupar La Moncloa este político reformista de origen católico, un 17 de mayo tras un Consejo de Ministros. Y la única concedida en su vida por el banquero Alfonso Escámez, gracias a una intercesión familiar que le hizo invitarme a almorzar en "Jockey", tras enseñarme cerca de su despacho el piano donde componía el granadino Manuel de Falla, y presentarme a los postres a Ruíz-Gallardón y a Fernández Tapias.


Pero la primera de esa serie se la pude hacer a Henry Ford II en el hotel "Ritz", de Madrid, cuando vino a inaugurar las obras de su factoría en Almusafes. Contra el criterio de su equipo de prensa en España, no sólo me concedió la exclusiva sino que me invitó a cenar solos en el restaurante "para practicar español".


Ahora recuerdo con especial interés lo que me dijo sobre la emigración hacia nuestro continente el vicepresidente de la Comisión Europea, Manuel Marín, en 1998; lo que me adelantó sobre el proceso de globalización, Ricardo Díez Hochleitner, presidente del Club de Roma, también en 1998; un año antes, Federico Mayor Zaragoza, director general de la UNESCO, sobre las cosas que no se hacen esperando siempre; sobre la miseria del salario fijo Eduardo Punset, asesor del FMI, en 1998; Domingo Jiménez Beltrán, director general de la Agencia Europea del Medio Ambiente; o Susan George, directora del Transnational Institute, y Sami Naïr, destacado profesor universitario en París de origen magrebí.


Sin salir de España, excepto cuando entrevisté para "Diario-16" en 1987 a sir Josua Hassan, primer ministro de Gibraltar, tras una cena en su casa con una joven nueva esposa para lo que estableció una imprevista ley del divorcio; también conseguí declaraciones de los catedráticos eminentes por destacados, José María Jover Zamora (nuestro mejor historiador en Moderna y Contemporánea); Francisco Jarauta, habitual profesor visitante de Arte y Filosofía en diversas universidades alemanas; y el actor Francisco Rabal en 1997 en "La Economía", cuyas cintas grabadas contienen partes inéditas, a petición suya, no publicadas hasta la fecha pese al fallecimiento de su esposa, Asunción Balaguer.  


Para concluir, no quiero obviar las que sí pude hacer en su día a Pilar Franco y Pilar Primo de Rivera (a la que casualmente asistí en un accidente de tráfico en Madrid), hermanas del dictador y del mártir falangista respectivamente; o Manolita y Carmen Félez Peral, nietas del inventor del submarino, Isaac Peral, en su casa del Paseo de San Juan, en Barcelona 1998.


Con algunos de estos entrevistados he mantenido relación posterior, regular en algunos casos, y hasta de amistad. Y eso me procuró a mediados de los años 80 el encargo por la multinacional "News Corporation", de Rupert Murdoch, de su anteproyecto periodístico para España, luego boicoteado por intereses nacionalistas de editores privilegiados.


Pero de entrevistador pasé a entrevistado por el rey Juan Carlos I el 25 de mayo de 1999 cuando me apartó en los jardines de la Capitanía General de Cartagena, donde yo estaba invitado por el almirante-jefe de la Zona Marítima del Mediterráneo, Adolfo Baturone, y aprovechó para hacerme un examen en profundidad y contrastar la información que el monarca poseía al respecto de lo que hablábamos.


Cuatro meses después coincidí con el almirante en la recepción del 12 de octubre en el Palacio de Oriente, invitado por la jefa de Prensa de la Casa Real, Asunción Valdés, y al abandonar juntos y los últimos el acto, me impresionaron los honores de ordenanza presentados a Baturone por la Guardia Real de gala conforme bajábamos ambos por la escalinata de acceso al Salón del Trono. Aunque he jurado bandera estuve exento de cumplir el Servicio Militar.


Un año después, el almirante Baturone (el mejor militar de alta graduación de los que he tratado), me concedió en su despacho oficial una entrevista sobre el arma submarina y las comunicaciones de la Armada española. Al interesarme sobre si había pedido permiso a Defensa para hacerme esas declaraciones, me contestó: "No pido permiso porque sé muy bien lo que tengo que decir". 



(*) Periodista y profesor



(1) https://www.alfonselmagnanim.net/es/libro/jose-vidal-beneyto_114941/
(2) https://revistas.um.es/sh/article/view/519171/326351