MADRID.- Pilar Urbano quiere tapar bocas antes de que se vayan abriendo. Y recordar que el suyo, su último libro, La gran desmemoria. Lo que Suárez olvidó y el rey prefiere no olvidar (Planeta, 2014), es un ejercicio de periodismo que parte de su voluntad de "devolver al pueblo el derecho magnífico y constitucional de obtener información veraz".
Así que al que le moleste, que arree, vino a decir. "¿Se oponen,
atacan, relinchan, van a interponer acciones? Bueno, al que le duele la
verdad es que ama la mentira, es un axioma".
Esa frase, esa advertencia más bien, la repitió en varias ocasiones la
periodista en la multitudinaria presentación de su obra. Una
monografía polémica
incluso antes de salir a la calle –"Ha sido uno de los libros más
hablados y menos leídos", dijo el editor de Planeta, Carlos Revés– por
sus explosivas revelaciones sobre el 23-F y el
oscuro papel del rey, adelantadas el pasado domingo en una
entrevista en El Mundo. Con ello quería recalcar la solidez de su libro:
864 páginas, "298 de ellas de fuentes", "para
que el libro no se caiga de las manos". Todas citadas con nombres y
apellidos. Algunos personajes con los que habló, como el propio
Adolfo Suárez, Santiago Carrillo o Sabino Fernández-Campo,
ya fallecieron, pero otros no. "Eran fuentes vivas. Yo no he hablado
con ningún muerto. Algunos han muerto, claro, en estos 14 años [desde
que comenzó a pergeñar este volumen], pero yo no he ido a ningún
cementerio.
He hablado con ellos en vivo y en no gagá".
Urbano (Valencia, 1940) se estaba adelantando así a los comentarios
informales que han ido saliendo en los últimos días desde la Zarzuela:
que
La gran desmemoria es una "invención" y que contiene
pasajes incontrastables porque quienes ella dice que se lo narraron ya
no están vivos. Las fuentes, remarcó, son su "pasión", hasta su
"pesadez".
De lo que se conoce hasta ahora, porque la obra sale oficialmente hoy a
las librerías y Planeta la ha guardado con celo extremo, los capítulos
más llamativos son aquellos que relatan la
tormentosa relación entre el jefe del Estado y el presidente del Gobierno a comienzos de 1981, cuando estaba gestándose la
operación Armada
y, después, la intentona golpista protagonizada por el teniente coronel
Antonio Tejero. Suárez, según la autora, tenía "clarísimo" que el "
alma" de ese movimiento era el propio Juan Carlos.
"He tenido que hacer un ejercicio de volver al lugar del crimen",
señaló, para ilustrar la génesis de su libro. Volver a los lugares que
ella conoció cuando ejercía de periodista, para zambullirse en los
"palacios y los suburbios del poder" y volver a "buscar pistas". ¿Por
qué ha dejado pasar tanto tiempo, si esas conversaciones tienen en algún
caso más de una década? "Tenía parte de esos datos, tenía muchas
piezas, piececitas sueltas, pero
con las que mi reloj no daba hora,
con las que el puzle no se formaba. He tenido que dejar pasar el tiempo
para que quienes tenían miedo a hablar y prudencia, a quienes tenían
las bocas cerradas, al perder los puestos, las poltronas, los mandos, a
quienes no tenían nada que perder han ganado la libertad para hablar.
Estos señores, que eran fuentes cerradas, han empezado a manar, y no lo
han hecho porque sí. También ven a una veterana".
Armada y Tejero sacan "de la guardarropía el golpe"
El resultado es un libro en el que empezó a trabajar en 2010, que narra
las "dificultades y los miedos" del propio rey al comienzo de la
Transición. Un monarca que comienza su reinado con una "corona de
plomo", que "no tiene quién le asesore" ni tiene vademécum que oriente
cómo ceñirse la corona a la muerte de un dictador. La obra se detiene en
esos turbulentos primeros años y en las relaciones entre
Juan Carlos, Torcuato Fernández-Miranda –el autor intelectual del derribo del régimen franquista y el paso a la democracia "de la ley a la ley"– y Suárez. Al final,
el libro compone una "estatua egregia", un "homenaje de un gran hombre, un grande de España,
Adolfo Suárez",
no por su título ducal, "sino porque se ganó el chusco del día a día
con señorío, con dignidad", porque "abrió a los españoles las praderas
de libertad" y porque mientras estuvo lúcido "nunca dejó de pensar en
Dios, en España y en su familia". "El libro es fuerte, es amplio, es
duro, es a veces increíble... Pero cuando veáis que es increíble, id
atrás, a las notas, y veréis quién lo cuenta", abundó, para defender el
aplomo y autoridad de sus casi 900 páginas.
Durante la rueda de prensa, Urbano fue manifiestamente más prudente –"No
voy a hablar de una entrevista fantástica, en la que un periodista
maestro supo meter los dedos en las meninges"–, y se centró básicamente
en "lo que está encuadernado". Y el punto fuerte es, claro, el 23-F. La
"peor sombra" de la Transición, asumió. La autora
volvió a insistir en que la operación Armada y el pronunciamiento de Tejero son dos cuestiones "muy distintas", aunque la primera "desemboque" en la segunda. "La
operación Armada parte de la Zarzuela y el golpe de Estado no,
el golpe de Estado se produce no pretendiéndolo el rey",
reiteró hasta tres veces. Pero el general, que había sido tutor del
monarca y responsable de su Casa, tenía puestos "los patines", como
decía José Luis Cortina, exjefe del Cesid. Estaba "lanzado".
Según Urbano, la
operación Armada concluye exactamente el 11 de
febrero de 1981, cuando el rey elige a Leopoldo Calvo-Sotelo como
sucesor de Suárez. Pero el general insiste dos días después y le
presiona porque no cree que Calvo-Sotelo sea la solución. El monarca le
remite a su jefe natural, al vicepresidente Manuel Gutiérrez Mellado.
Pero Armada y Tejero "sacan de la guardarropía el golpe",
"improvisadamente", el fin de semana previo a la intentona en el
Congreso, fallida la primera votación de investidura del nuevo jefe del
Ejecutivo. "Ese golpe, hasta por estética, no podía aceptarse en la
Zarzuela. Ahí el rey no tuvo nada que ver. Quizá pudo saber que Armada
seguía maquinando algo, pero que eso era un
tejerazo, no lo sabía. No sabía que el Parlamento iba a ser asaltado".
La previsión de "tomar militarmente" el País Vasco
La autora también se detuvo en el desencuentro entre ambos hombres de
Estado, en cómo Suárez llamó "traidor" al rey, y cómo este le acusó de
"traer el golpe". Lo cierto es que el entonces presidente era la "bicha"
para todo el mundo. La fractura definitiva con el monarca vendría a
primeros de 1981, cuando se evidencia su pérdida de confianza en él. "No
hacía falta ser amiguete del rey", porque había sido elegido por las
urnas, "pero
Suárez necesitaba contar con él".
Urbano fue preguntada por el "
simulacro de juicio de guerra" que siguió al golpe. "Hubo
anomalías",
reconoció, prque se determinó que la trama civil se limitara al
procesamiento del falangista Juan García Carrés, el único civil que en
efecto fue condenado. Pero hubo más implicados, y la autora lo cuenta.
"Mis disgustos me traerá". En la comparecencia, señaló directamente al
socialista
Enrique Múgica, "factótum de la trama civil y conspirativa de la
operación Armada, con otros socialistas".
Otro de los asuntos que afloraron en la comparecencia, relacionados con
el 23-F, fue la cuestión nacional, la hipotética "quiebra de España" que
tanto temía el Ejército. Urbano adelantó uno de los pasajes recogidos
en las páginas 404 y 405 de
La gran desmemoria. Suárez encargó en 1979 a varios mandos del ejército
minuciosas "maquetas" del País Vasco, para afrontar la eventualidad de un "movimiento secesionista", para "tomarlo militarmente".
Una vez hechos los planes logísticos y esas maquetas, el presidente
recibe y escucha a los cinco capitanes generales y todos le dan portazo.
"El Ejército se raja a la hora de la verdad".
Sí a una nueva Ley de Secretos
Y en estos días en que tanto se habla de la
desclasificación de los documentos del 23-F –así lo ha
requerido Izquierda Plural–,
la escritora aplaudió la iniciativa. "Hay que empezar. Necesitamos
saber lo que la inteligencia española sabe, en lo que se pueda".
El PSOE apoya también ahora que se levante el secreto,
pero no sabe aún si presentará una iniciativa propia o respaldará la de
IU, según aseguró este mismo jueves Elena Valenciano.
Urbano fue inquirida por las
reacciones que se han ido produciendo y las que pueden llegar. Para empezar, la de la Casa del Rey. Pero dijo estar muy tranquila. Recordó que en 2008, cuando publicó
La reina muy de cerca,
en el que destapó el pensamiento ultraconservador de Sofía, no hubo un
"comunicado" como tal de la institución. Y que estaba muy tranquila,
porque aquello fueron declaraciones de la reina, no "confidencias". Así
que "si hacen un comunicado, no unas palabritas hechas a un ignoto
redactor de la agencia Efe, responderé. La otra vez respondí con otro
libro". "
Entiendo que al rey haya cosas que le puedan molestar, porque en algún momento tuvo miedo.
Hubo momentos en que no se atrevió a echar a Carlos Arias Navarro". El
monarca "lo pasó mal" y necesitó "un ayo", que fue Fernández-Miranda.
Juan Carlos en algunos casos fue "no un motor, sino un freno" –por
ejemplo, no quería legalizar al PCE en 1977, y cuando Suárez lo aprobó
él a él le pilló en París–, aunque le reconoció que quiso pasar del
franquismo a una "monarquía popular", no una "dictadura coronada".
"También puso trabas Felipe González, que aceptó ser vicepresidente de
un general [Armada]". En resumidas cuentas, "quizá la foto sea más feíta que cuando van a un sarao; yo lo siento mucho, es la verdad".
Los "nervios" de Suárez Illana... y los derechos, pagados
¿Ha roto relaciones con la Zarzuela? La autora pareció negarlo: felicitó a la familia real recientemente. Y esta le dijo: "Sigue ayudándonos como hasta ahora".
"No sé si lo he hecho o no –rió–. Todos sus gastos y fastos los pagamos
todos. Yo no necesito del rey más que que sea un gran rey, un buen rey.
Soy constitucionalista. Soy monárquica porque soy constitucionalista.
Si cambiara el sistema, cambiaría mi pensamiento porque quiero estar en
la ley". Otro mensaje para aquellos que creen que habla desde el
resentimiento o desde una posición republicana.
La familia Suárez ya se ha pronunciado. El hijo mayor,
Adolfo Suárez Illana, remitió el pasado martes, al día siguiente del funeral de Estado de su padre, un burofax en el que
le pedía la suspensión "inmediata" de la distribución de su libro. La razón es el uso no autorizado de la
famosa foto que hizo al expresidente y al rey en 2008,
cuando este le entregó el Toisón de Oro, galardonada con el Premio
Ortega y Gasset 2009. El editor, Carlos Revés, aclaró que Planeta había
pagado todos y cada uno de los derechos de la imagen. "
No ha podido leer el libro porque el 1 de abril no estaba en la calle.
El día que lo lea, me dará las gracias –completó Urbano–, porque es un
homenaje a su padre. Es incongruente. Yo lo tengo que atribuir a los
nervios que ha pasado estos días. No creo que sea servilismo a la
Zarzuela.
Cuando vea el libro, si no le gusta, con su pan se lo coma".
Revés, por cierto, negó que la editorial se haya movido por razones de "oportunidad", que saque
La gran desmemoria
poco más de una semana después de la muerte de Suárez. El libro estaba
"pensado para el último trimestre" de 2013, pero la periodista no llegó a
tiempo. Lo culminó el pasado 4 de enero. Y entonces
se programó su salida para primeros de abril.
Al carro de las críticas también
se ha sumado incluso el PSOE.
Hoy mismo Elena Valenciano, la número dos, cuestionaba la "autoridad
histórica" de la autora. "No seré yo quien contribuya a que venda ese
libro", despachó la vicesecretaria general. Lo hizo en la línea que ayer
marcó
Felipe González –"¿Credibilidad? Sólo por ser
ella, bajo cero, y por lo que he oído, además, miente mucho más que
habla", dijo ayer en Sevilla–. Urbano le respondió: "Está en su derecho,
él sabrá.
Ha encontrado por fin su oficio: joyero. Y le deseo mucha suerte".
La atestada sala Villahermosa del hotel Intercontinental de Madrid
–repleta de periodistas y cámaras, algunos de pie, otros sentados en el
suelo– prorrumpió en risas. Polémica hasta la última frase de la rueda
de prensa.
Urbano lo reconoció, saboreando que haya "apetito" de libro,
que esté agotada la primera edición por venta online. Ya se sabe:
"Cuanta más polémica haya, que yo no la quiero, estas cosas se venden
más".
Habrá más raciones. Urbano advirtió de que
hay cosas que sabe y no ha escrito porque "no pegaban" en
La gran desmemoria. Por eso está trabajando en su siguiente libro.