lunes, 20 de julio de 2020

Susana Díaz pide a la Casa Real una respuesta "contundente, inmediata y ejemplarizante" para que "vuelva la confianza"


SEVILLA.- La secretaria general del PSOE-A, Susana Díaz, ha pedido a la Casa Real que ofrezca una respuesta "contundente, inmediata y ejemplarizante" para que la gente "vuelva a confiar en una figura tan importante para nuestra democracia como es la jefatura del Estado".

Así se ha pronunciado la líder de socialista en una entrevista publicada por InfoLibre, en la que defiende que "la Justicia tiene que ser igual para todo el mundo y hay que demostrarlo".
Díaz ha precisado que no le responde "decirle a la Casa Real lo que tiene que hacer" y se ha mostrado como "una persona con un respeto profundo a la Constitución". 
"Me declaro profundamente constitucionalista porque quiero a mi país y creo que lo que estamos conociendo es muy grave, cada día más grave", ha señalado en relación a las informaciones sobre el Rey emérito Juan Carlos I.
Sin embargo, ha asegurado que no entra "en lo que tiene que hacer la Casa Real". "Le digo lo que yo demando como ciudadana, lo que deseo que vea una generación como la de mis padres, que vieron la llegada de la democracia como una oportunidad y entendieron el marco que nos dimos todos: una monarquía constitucional", ha argumentado.
Además, ha reconocido que "ha habido un esfuerzo evidente por parte del actual jefe del Estado de mayor transparencia sobre las cuentas" y ha asegurado que "nadie lo discute". "Pero ahora habrá que dar un paso más, la gravedad de lo que estamos conociendo requiere esa respuesta, contundente e incluso ejemplarizante", ha explicado la socialista, todo ello con el objetivo de "devolver la confianza a los ciudadanos en la jefatura del Estado".
Preguntada sobre si cree que debería acabarse con el aforamiento del Rey emérito o si debería limitarse la inviolabilidad del jefe del Estado, Díaz ha valorado la propuesta del presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, para "limitar los aforamientos a la actividad que uno desempeña". "Y eso vale para todo el mundo, en el ámbito que sea", ha matizado.

domingo, 19 de julio de 2020

Torra anuncia que estudia presentar una denuncia contra el Rey Juan Carlos por presunta corrupción

BARCELONA.- El presidente de la Generalitat, Quim Torra, ha ordenado estudiar la presentación de una denuncia contra el Rey emérito Juan Carlos I y Corinna zu Sayn-Wittgenstein por presunta corrupción.

En un comunicado, el Govern añade que la denuncia puede extenderse a todos aquellos que de una forma u otra hayan "participado, ayudado, cooperado o encubierto las prácticas corruptas en las cuales presuntamente habría sido involucrado el anterior jefe del estado español y su entorno por un espacio de tiempo que todavía está para determinar".
El Govern pretende determinar, según las informaciones publicadas, "la integridad de los hechos, quién habría participado, quién tiene que responder penalmente, y quiénes tienen que asumir la responsabilidad civil ex delicto".
La responsabilidad civil ex delicto correspondería primero a los autores de los presuntos hechos y, después y subsidiariamente, a la Casa Real: el Govern alega que la Casa Real "es una entidad con personalidad jurídica propia, con capacidad para obligarse y sin inviolabilidad que, llegado el caso, permita exigirle responsabilidades ex delicto".
Torra considera que la corrupción se tiene que perseguir con independencia de quien participe, y ha destacado que todas las personas son iguales ante la ley. Ha añadido que, "a pesar de las dificultades de una denuncia de estas características", son hechos graves y cuya presunta responsabilidad es del rey emérito, pero también de otras personas que no cuentan con la inviolabilidad con que sí cuenta Juan Carlos I, según Torra.
"Por las informaciones que van apareciendo, se está hablando de un largo periodo de tiempo en que se habrían cometido estos presuntos hechos e ingentes cantidades de dinero", afirma.

sábado, 18 de julio de 2020

Pere Aragonès: "Hay que hacer caer la monarquía, es una organización criminal"


MONTBLANC/MADRID.- El vicepresidente del Gobierno catalán, Pere Aragonès, ha denunciado la corrupción de la monarquía española y la ha tildado de organización criminal, dos días antes de la visita de los reyes al monasterio de Santa Maria de Poblet

 "Vemos como en La Zaruela los fajos de billetes iban repartiéndose mientras la gente de este país pasaba hambre y sufría precariedad, eso hace falta denunciarlo y hay que hacer caer este régimen y monarquía", ha asegurado Aragonès en el acto político del Jovent Republicà, celebrada este sábado en Montblanc.
"La monarquía sólo puede ser corrupta por definición", ha añadido durante el acto, al lado del portavoz del Jovent Republicà Pau Morales; la diputada del Parlamento Rut Ribas, y el concejal Oriol Pallissó.
Aragonès considera que "el conflicto político sólo se resolverá con la autodeterminación y con la amnistía como única vía".
Durante el acto en Montblanc, el portavoz de las juventudes de ERC, Pau Morales, ha recordado que los Reyes irán el lunes al monasterio de Poblet: "La monarquía no es bienvenida ni en Poblet ni en ningún pueblo de los Països Catalans. ¡No tenemos rey!".
La diputada del Parlament y miembro de la Mesa, Rut Ribas, ha criticado el concepto de 'nueva normalidad' del Gobierno y ha animado a los asistentes al acto a "movilizarse por más derechos, libertades y oportunidades republicanas por todos los jóvenes de los Països Catalans".

Mentís de Alfonsín

La Casa Real frenó en seco los intentos de la empresaria y examiga de Juan Carlos I Corinna Larsen de involucrar a Felipe VI en la trama de los 65 millones de euros que habría recibido el Rey Emérito Juan Carlos I por parte de Arabia Saudí. Así lo revela una carta publicada por 'El Mundo' en que el jefe de la Casa Real, Jaime Alfonsín, responde una petición de la empresaria de una manera tajante.
"Ni Su Majestad el Rey, ni esta Casa, tienen conocimiento, participación o ninguna responsabilidad en los presuntos hechos que menciona, por lo cual falta de toda justificación lícita su involucración en los mismos. Esta Casa se reserva el ejercicio de las acciones judiciales que considere procedentes ante insinuaciones y advertencias a Su Majestad el Rey", señalaba Jaime Alfonsín en una misiva firmada el 21 marzo de 2019.
La carta de la Casa Real respondía a otra que envió Corinna el 5 de marzo de 2019, donde la empresaria afirmaba que Felipe VI era el segundo beneficiario de la Fundación Lucum, la cual está siendo investigada por ser sospechosa de haber servido como entidad pantalla para esconder los 65 millones de euros de Arabia Saudí
Además, en esta carta Corinna acusaba a Felipe VI de haber recibido uno de los dos Ferraris que en el 2011 el príncipe de Abu Dhabi, Mohammed bin Zayed Al-Nahyan, entregó a la monarquía española. La empresaria aseguraba también que el Rey Emérito quiso recuperar en 2014, el mismo año en que abdicó, los 65 millones de euros que le entregó en 2012. Corinna asegura que rechazó devolver el dinero para evitar "posibles acusaciones por delitos financieros".
Con esta carta, Corinna buscaba  que el jefe de la Casa Real o algún representante legal de Felipe VI iniciara un proceso de negociación con ella,que en aquellos momentos ya era investigada por la Justicia suiza por un presunto delito de blanqueo de capitales.
Zarzuela interpretó estas peticiones como amenazas y fue contundente en su postura: "Ni Su Majestad el Rey ni esta Casa designarán ningún representante legal para abrir un canal de comunicación o para iniciar un proceso de discusión o negociación con los hechos que describe".
 

La oleada de informaciones diarias sobre sus presuntos negocios opacos y sus cuentas en paraísos fiscales ha llevado a Juan Carlos I a estudiar alejarse de Zarzuela para no dañar más la imagen de la monarquía española, aunque no tiene intención, de momento, de renunciar al título honorífico de Rey Emérito, según ha informado el diario 'El País'.
Según este diario, que ha hablado con fuentes de su entorno, Juan Carlos I ha asumido que debe dar un paso a un lado. Eso sí, no tiene intención de renunciar a su título honorífico. En caso de no hacerlo, esta decisión recaería en su hijo, Felipe VI, quien sería el encargado de tener que da ese paso.
Según El País, no hay consenso aún entre Zarzuela y Moncloa sobre el momento ni la fórmula para alejar a Juan Carlos de la Familia Real.
Para quitar el título al Rey Emérito bastaría, según El País, con derogar o modificar el decreto por el que se le otorgó tal honor, pero que esto “castigaría injustamente a la Reina Sofía”.
Una de las opciones que se barajan es trasladar al aún Emérito a uno de los pabellones del complejo de La Zarzuela, fuera del Palacio. Otra opción sería que se mudase a alguna de las residencias de Patrimonio Nacional. También se estudia la posibilidad de que se marche al extranjero.
Fuentes del entorno del exjefe de Estado creen que éste “se alejará de una manera progresiva”.

jueves, 16 de julio de 2020

Las tres derechas advierten al Gobierno que no permitirán sus ataques al actual jefe del Estado


MADRID.- Las tres derechas (PP, Vox y Cs) han advertido al Gobierno izquierdoso y republicano de Pedro Sánchez que no van a tolerar la campaña, que a su juicio, se ha emprendido desde Moncloa contra el Rey y la monarquía como institución a raíz de las informaciones publicadas sobre los presuntos negocios opacos de Juan Carlos I.

El presidente del PP, Pablo Casado, ha advertido sobre la campaña del Gobierno para "debilitar" las instituciones del Estado, empezando por las críticas a la Corona, y ha avisado: "Nosotros no vamos a tolerar este tipo de ataques al Rey Felipe VI".
En su discurso ante el Comité Ejecutivo Nacional del partido, Casado ha afirmado que España y el PP se enfrentan a tres grandes desafíos -institucional, económico y sanitario-, el primero de los cuales es "un grave desafío institucional". 
Así, ha señalado que el Gobierno "está debilitando las instituciones del Estado, empezando por la Jefatura del Estado" como revelan "los ataques del vicepresidente al rey y la inédita petición de su abdicación por parte de la vicepresidenta del Congreso", ha dicho. 
"No vamos a tolerar este tipo de ataques a don Felipe VI", ha subrayado el presidente popular provocando los aplausos de toda la cúpula de su partido.
Además, Casado ha destacado "la politización de instituciones tan importantes como la Fiscalía General y la Abogacía General del Estado, el Centro Nacional de Inteligencia, la Guardia Civil, la Junta Electoral, la Comisión Nacional del Mercado y Competencia, o el Consejo de Seguridad Nuclear, el CIS o RTVE".
En el mismo sentido, la portavoz de Vox en la Asamblea de Madrid, Rocío Monasterio, ha dicho que su partido no permitirá el "ataque encubierto" a la monarquía española por parte de Pedro Sánchez "y sus socios comunistas". 
"Ahora más que nunca estamos con nuestro Rey y defenderemos ese pilar fundamental de España", ha señalado Monasterio.
En declaraciones a la prensa tras visitar un centro de Menores Extranjeros No Acompañados (MENA) en Madrid, Monasterio ha agradecido al Rey emérito "el trabajo que ha hecho por España" y ha añadido que "muchos empleos y empresas que han generado trabajo lo han hecho gracias a sus gestiones con determinadas monarquías, gracias a su labor de embajador por el mundo".
Una labor como embajador que "no sabe hacer Sánchez", que junto "con sus socios comunistas han emprendido una campaña en contra de la monarquía, para socavar el pilar fundamental de las instituciones y de todos los españoles, y que representa la unidad de todos".
Por su parte, la portavoz de la Ejecutiva nacional de Ciudadanos, Melisa Rodríguez, ha pedido este miércoles que no se mezclen las informaciones sobre las irregularidades presuntamente cometidas por el Rey emérito con la labor que realiza su hijo, Felipe VI, y que se deje actuar a la Justicia. 
Así se ha pronunciado en relación con la investigación que la Fiscalía ha abierto a Juan Carlos I por el presunto cobro de comisiones por interceder en el contrato del AVE a La Meca.
La última información periodística sobre el padre del Rey, publicada por 'El Confidencial', dice que sacó 5 millones de euros de su cuenta en el banco Mirabaud de Ginebra antes de tener que cerrarla en el verano de 2012 y que previamente había estado retirando grandes cantidades de efectivo, pese a lo cual el saldo de la cuenta nunca bajó de los 60 millones de euros.
Rodríguez ha subrayado que todos los ciudadanos tienen que responder ante los tribunales si incurren en delitos y se ha mostrado convencida de que, en el caso de Juan Carlos I, actuarán "si se detecta cualquier tipo de irregularidad".
Sin embargo, la dirigente de Cs ha evitado dar su opinión acerca de si los partidos deberían abrir un debate sobre los aforamientos y la inviolabilidad del Rey con vistas a reformar la Constitución, como ha propuesto el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. 
Tampoco ha dicho si cree conveniente que, para aumentar la transparencia y la ejemplaridad de la Casa Real, Juan Carlos I abandone el Palacio de la Zarzuela o renuncie al título de Rey emérito.

lunes, 13 de julio de 2020

La Monarquía en España: un debate artificial

MADRID.- La campaña de desprestigio a la que está siendo sometido el legado de Juan Carlos I está siendo hábilmente utilizada por la izquierda a la izquierda del PSOE –y por lo partidos independentistas– para reabrir el debate sobre la conveniencia de la actual forma política del Estado, la Monarquía parlamentaria, a juicio de www.larazon.es

Sin embargo, a pesar de que la Corona se ha convertido en un arma arrojadiza entre las distintas formaciones políticas, lo cierto es que las encuestas dejan claro que la Monarquía no se encuentra entre las cosas que preocupan más a los españoles. En el barómetro número 3.277 del CIS, cuyo trabajo de campo se realizó en marzo de este año, concretamente en la pregunta A9, se preguntaba a los españoles por los principales problemas en España. Tan solo el 0,2% de Los ciudadanos señalaban a la Monarquía como problema.
Puede ser esclarecedor comparar lo que piensan los españoles respecto a otras partes del entramado institucional del Estado, por ejemplo con los partidos políticos. Tras paro, crisis económica, la sanidad y la corrupción, empiezan a aparecer «los problemas políticos en general» para un 16,6%, «el mal comportamiento de los políticos» para un 16,1%, y «lo que hacen los partidos políticos» para un 12,8%. 
Cuando se comparan estas cifras con el 0,2% de la Monarquía adquieren su luz justa las declaraciones vertidas por el vicepresidente del Gobierno, Pablo Iglesias, en el sentido de que entre los españoles estaba creciendo el debate sobre la utilidad de la Corona. Y cabe preguntarse retóricamente: ¿Cuál sería el tanto por ciento de españoles que señalaría al líder de Podemos como el principal problema que tiene España en estos momentos si se incluyera esta opción en el cuestionario del Centro de Investigaciones Sociológicas? 
Cocinar los resultados de ese estudio demoscópico constituiría un reto incluso para el presidente de este organismo estatal, José Félix Tezanos.
NC Report ha realizado para este diario sucesivas encuestas sobre el estado de opinión que existe sobre el desempeño del Monarca a lo largo de los últimos meses por lo que se puede comprobar si la aseveración de Iglesias es correcta o, por el contrario, se trata de un debate artificial creado por la izquierda radical y ayudada por los partidos independentistas para lograr un cambio de régimen en nuestro país. 
Con motivo del Mensaje de Navidad en diciembre de 2019, La Razón publicó una encuesta sobre la Monarquía; el 62.4% consideraba positiva o muy positiva la labor del Rey y merecía una nota de 7.1 puntos en la escala de 0 a 10. 
Es interesante cotejar estos datos con los que arrojó una encuesta análoga encargada con motivo del sexto aniversario de la proclamación en Cortes de Felipe VI ya que entre estas dos fechas la polémica sobre el supuesto cobro de comisiones por la adjudicación a empresas españolas del tren de alta velocidad entre Medina y Meca motivo que el Rey renunciara a la herencia de Don Juan Carlos y de retirarle su asignación con cargo a los Presupuestos. 
Este último estudio no solo ofrece unas cifras de apoyo y simpatía superiores a las de cualquier formación política, sino que habla a las claras de que los esfuerzos realizados durante los primeros seis años de reinado de Felipe VI para actualizar la forma en la que la Institución realiza su labor han calado entre los españoles y son valorados positivamente. Un 62,3% de los españoles cree que se ha producido un cambio a mejor a lo largo de los seis años desde la proclamación.
El estudio también preguntó acerca de la opinión de los encuestados sobre si la Monarquía es el más apto de los sistemas políticos para España. Un 55,5% cree que el actual es el mejor sistema para nuestro país frente a 34,1% de diferentes tendencias republicanas. Cierto es que entre los encuestados de entre 18 y 34 años el «no» a la Monarquía fue de un 46,5% y el de los partidarias de la misma bajaba hasta un 37,8%. 
En cuanto a la valoración a Don Felipe, es significativo apreciar que en los meses que van de diciembre de 2019 a junio de 2020 el Rey pasó de un 7,1 a un 7, es decir, perdió tan solo una décima. Por último, en esta encuesta un 61,7% de los españoles cree que la Monarquía es «una garantía para los valores de la democracia española».
En este mismo diario, el sociólogo José Ramón Lorente Ferrer recordó que España no es un país en donde existan millones de republicanos militantes, como tampoco hay millones de monárquicos activistas. En España hay millones de personas que ven en la Monarquía encarnada en Felipe VI un elemento que garantiza paz, la unidad nacional, la democracia y el Estado de Derecho. 
La percepción más transversal en nuestra sociedad es que la Corona sirve con lealtad al pueblo español. De ahí la percepción que se tiene de ella como institución-arbitro alejada del tráfago partidista. Esta es precisamente su utilidad y la causa de la aprobación por la mayoría. 
La historia de nuestro país en los dos últimos siglos desaconseja a las claras la alternativa: una república con aires caribeños, para deleite de la izquierda radical, y por supuesto confederal, para satisfacer al loby independentista.

Juan Carlos I y los frutos del árbol podrido / Jesús Cacho *

A finales de la década de los 70, Manolo Prado y Colón de Carvajal, intendente y guardián de todos los secretos de Juan Carlos de Borbón, se dedicó a remitir una serie de misivas a diversos monarcas reinantes, particularmente del mundo árabe, para pedirles dinero en nombre del Rey de España. 

Lo que Prado planteaba era una especie de derrama entre los riquísimos reyes del petróleo, demanda a la que la monarquía saudí respondió favorablemente con la concesión de un crédito por importe de 100 millones de dólares (unos 10.000 millones de pesetas de la época) a pagar en 10 años y sin intereses, presente que haría exclamar a Juan de Borbón, conde de Barcelona, ante testigos: "A mí esto que vais a hacer no me gusta nada" (página 392 de El Negocio de la Libertad, editorial Foca, 1998). 

Estaba claro que la familia real saudí le estaba haciendo al joven Rey de España un regalo no inferior al principal de ese crédito, puesto que, con los tipos de interés de la época, bastaba con depositar esos 100 millones en un banco para doblar esa cifra al cabo de los años pactados.

Pero, en lugar de administrar prudentemente esa suma que por sí sola hubiera convertido a Juan Carlos en una persona muy rica, Prado, un desastre como gestor, decidió invertirla en negocios ruinosos (tal que el proyecto urbanístico Castillo de los Garciagos, en Jerez), de lo que resultó que transcurrido el plazo estipulado la Casa del Rey se vio en la tesitura de tener que devolver 100 millones de dólares que no tenía. 

En contra de lo que Prado hubiera podido imaginar, los saudíes estaban decididos a recuperar su dinero, tarea encomendada a un hermano del rey Fahd con espléndida mansión en la Costa del Sol, quien en el verano del 90 se encargó de volar a Palma para almorzar con los reyes en Marivent, intento que devino en fiasco porque Prado y el príncipe Chokotoua acudieron a esperarlo al aeropuerto militar de Palma cuando el invitado aterrizó con su jet en el civil, para reemprender el regreso a Marbella al no encontrar recibimiento. 

El enfado del monarca al enterarse de lo ocurrido se resolvió días después con una buena noticia: el rey Fahd concedía cinco años más de plazo para devolver el dinero. Parece que el quinquenio transcurrió sin que Prado lograra el milagro, de modo que en el verano del 96, testigos a pares, el eco de la llegada a Palma del saudí reclamando el dinero se escuchaba hasta en las cocinas de Marivent: “¡Que viene el 'moro cabreado' (sic) y quiere cobrar!”.

Parece que al hoy rey emérito le han gustado siempre las cifras redondas. Los 100 millones de dólares, por ejemplo, le encantan. Cien millones fue lo que recibió Prado y Colón de Carvajal del grupo KIO, reconocido por el afectado en sede judicial, con ocasión de la invasión de Kuwait por las tropas de Sadam Hussein

Los pagos se justificaron en el emirato por la necesidad de que, durante la llamada operación "Tormenta del Desierto" destinada a reponer a la familia Al Sabah en el trono, la aviación norteamericana pudiera utilizar sin cortapisas las bases aéreas españolas de Rota y Torrejón. Testigo privilegiado, Sabino Fernández Campo, entonces jefe de la Casa del Rey, a quien un día el propio Juan Carlos encomendó la tarea de acercarse a la lujosa residencia en Madrid del financiero Javier de la Rosa, el pagador de la coima, con un escueto mensaje:
-Vas a ir a ver a De la Rosa al número 47 del Paseo de la Castellana y le vas a decir que, de parte del Rey, todo está arreglado y que muchas gracias.

Para Manolo Prado, the servant, el valido por antonomasia, pedir dinero llegó a convertirse en algo habitual durante los primeros años de la Transición. Pedía para “mon patron”, “mon ami le patrón”, “sa majesté”, pero también para “salvar la democracia”, para ayudar a financiar las campañas de la UCD (nominado por Adolfo Suárez, puesto que el abulense no hablaba inglés), para usar las bases aéreas… Y lo hacía siempre con el Gobierno de España por ariete, y naturalmente con la propia institución monárquica, sin reparar en eventuales daños para el prestigio de ambas instituciones. 

En el imaginario colectivo late la idea de que Juan Carlos, que de niño vivió las estrecheces con las que su padre, Don Juan de Borbón, mantuvo en el exilio de Estoril su pequeña corte no afecta al franquismo, a menudo necesitado del socorro de una serie de familias de la antigua nobleza, se juramentó para no volver a pasar penuria alguna en reedición del “¡a Dios pongo por testigo que jamás volveré a pasar hambre!” pronunciado por la heroína de Lo que el viento se llevó, hasta el punto de convertir la acumulación de dinero en una enfermedad, una obsesión rozando lo enfermizo, una patología absurda puesto que el monarca constitucional de un país desarrollado como España tenía mil formas, al margen de la confortable asignación que le otorgan los PGE, de labrarse un “buen pasar” sin necesidad de corromperse, sin necesidad arrastrar por el barro el buen nombre de la Monarquía y el de España, a la que como jefe del Estado representa. Sin necesidad de ofender al noble pueblo español que siempre confió en él.

Aquel monarca “pobre” que en 1975 se hizo cargo de la Corona de España y tres años después juró la Constitución es hoy un hombre muy rico, con una fortuna que el norteamericano NYT estimó en su día en más de 2.000 millones de dólares. Naturalmente que en esa tarea no ha estado solo. Echar las culpas de lo ocurrido al emérito en exclusiva es caer en el cinismo de la equidistancia y faltar a la verdad. Aquí ha habido muchos culpables. 

Para hacerse millonario, el monarca ha contado con la colaboración activa de todo un país, o por lo menos de sus elites políticas y económicas, y naturalmente también de unos medios que han participado activamente en la ocultación de lo que estaba ocurriendo. No se trata sólo de Prado, de Ruiz Mateos, de Mario Conde, de Javier de la Rosa, de Josep Cusí y de tantos otros. Se trata de los banqueros, de Alfonso Escámez a Emilio Ybarra, que una mañana sí y otra también descolgaban el teléfono para atender el correspondiente pedido que él personalmente, o su valido, se encargaban de transmitir. 

Se trata de los grandes empresarios del Ibex, cuyas cuitas en el exterior se encargaba de resolver la mayor parte de las veces a cambio de una comisión, como en el caso de la construcción de la línea de alta velocidad entre Medina y La Meca, asunto de actualidad.

Multitud de negocios oscuros que han pasado desapercibidos para la opinión pública y en los que se hizo presente la larga mano de Juan Carlos I. La compra en 2003 del Banco Zaragozano, mayoritariamente controlado (40%) por Alberto Cortina y Alberto Alcocer, por parte de Barclays Bank, filial española del grupo británico Barclays, en una operación de 1.400 millones. Ocurrió que una vez alcanzado el acuerdo y tras el correspondiente due diligence, los británicos descubrieron todo tipo de gatuperios en las tripas de la entidad, motivo por el cual decidieron romper el trato. 

De hacerles volver al redil se encargó el propio rey de España, que a cambio de su mediación recibió una comisión de 50 millones ingresada en la cuenta suiza de su primo Álvaro de Orleans-Borbón. Cinco años después, febrero de 2008, el Tribunal Constitucional falló a favor de susodichos Albertos en el “caso Urbanor”, al anular, por supuesta prescripción de los delitos, la condena que les había impuesto el Tribunal Supremo, evitando de esta manera su ingreso en prisión.

Un secreto a voces

La larga mano del monarca había penetrado en la sala de togas del TC. Como ocurriera con Isabel II y con el propio Alfonso XIII, la corrupción real ha llegado a interferir en el normal funcionamiento de las instituciones del Estado. Para entonces, Alcocer se había convertido en el mejor amigo del monarca, al punto de haber pasado a ocupar como intendente real el espacio vacío dejado en la agenda del monarca por la retirada de Prado. Todo esto, y mucho más, se sabía. Las “fazañas” perpetradas durante 40 años de Juan Carlos de Borbón las sabía todo el que debía saberlas. Eran un secreto a voces en el “establishment” patrio. 

Es el caso de los sucesivos presidentes del Gobierno, que consintieron, y sus equipos, todos perfectamente al corriente de los esfuerzos, y el dinero, empleado por el CESID, ahora CNI, en ocultar los negocios del monarca y proteger con un manto de silencio –el general Sanz Roldán, jefe de los servicios de inteligencia, y su cobarde silencio, juicio extensible a los Manglano que le precedieron-, su escandalosa vida privada, la incontinencia sexual de un hombre convertido en perfecto epígono de Isabel II, aquella mujer toda lascivia que se pasó por la piedra a la mitad del cuerpo de guardia de palacio.

El rey se ha movido en un entorno insano, rodeado de aduladores cortesanos, de millonarios arquetipos del “capitalismo de amiguetes” madrileño dispuestos a rifárselo en las monterías que organizaban en sus lujosas fincas de los Montes de Toledo, escenario del que cabe salvar a un hombre de honor como José Joaquín Puig de la Bellacasa, ex secretario general de la Casa, quien decidió poner pies en polvorosa tras comprobar, verano del 91, los horrores de la corte palmesana entonces dominada por Marta Gayá, la primera de las famosas “novias” del monarca. 

Tras la retirada de Sabino, Azas, Almansas y Spottornos fueron incapaces de poner orden en Zarzuela. En el Guinness de la impudicia figurará para siempre el hecho de haber mantenido durante años a la última de sus queridas, Corinna Larsen, instalada en un lujoso chalé situado dentro del recinto palaciego, a escasos metros de donde la legítima, Sofía de Grecia, entretenía su soledad ojeando la revista ¡Hola! en torno a una mesa camilla junto a su hermana Irene.

Produce sonrojo, por eso, el asombro impostado exhibido por algún cretino cuando asegura que lo publicado estos días “cambiará para siempre la percepción que los españoles tienen de quien ha sido Jefe del Estado durante cuatro décadas”. Lo sabía la elite financiara, colaboradora necesaria, y lo sabía también la política, sin cuya connivencia no hubiera sido posible el saqueo. Lo sabían los dueños de los grupos de comunicación, con Jesús Polanco y el entorno de PRISA a la cabeza, naturalmente Juan Luis Cebrián, un grupo sin el cual no sería posible entender la Transición. Lo sabían, en suma, todos los que hicieron de la libertad un negocio, responsables de haber frustrado, maldito parné, las ansias de libertad y democracia de los españoles tras 40 años de dictadura. 

Asediado por la recalada del asunto de los GAL en los tribunales, Felipe González amagó con destapar los escándalos reales ante el riesgo de ir a dar con sus huesos en la cárcel. Los mensajes de un Felipe acorralado causaron gran conmoción en Zarzuela, dónde en algún momento se temió que llegara a tirar de la manta -¿estaba el rey al tanto del montaje de los GAL?- poniendo en peligro todo el edificio constitucional. Al final, Felipe se limitó a acompañar a Barrionuevo y Vera a las puertas de la cárcel y a fumarse un puro. Sus críticas a Juan Carlos (“es que está cometiendo errores garrafales”; “es que Aznar le tiene muy suelto” –a partir de 1996-) se tornaron en un cínico mirar hacia otro lado:
-que haga lo que quiera, a mí qué me importa. ¡A ver si voy a hacer yo ahora de niñera! –frase dicha a cuenta de la iniciativa de un grupo de empresarios mallorquines de regalar al monarca un nuevo Fortuna.

La maldición de la Transición. El mal fario de un sistema montado en torno a una derecha moderada y un socialismo de corte socialdemócrata, más la inevitable inserción de los nacionalismos catalán y vasco, herederos todos de las nueces del franquismo. Y un legalizado PCE, pieza imprescindible para lograr el nihil obstat democrático. Con el Rey en la cúspide, cual guinda coronando el pastel. El PSOE se reconfiguró en torno a la figura de Felipe, con la ayuda de la socialdemocracia alemana y el Departamento de Estado yanqui. Felipe hizo el PSOE y Felipe lo deshizo, dejándolo en los huesos a su retirada, al punto de que el PSOE de Sánchez no tiene nada que ver con el que conocimos.  

José María Aznar fue capaz de agrupar bajo una misma bandera a las tribus dispersas de la derecha para llevarlas a gobernar por mayoría absoluta, pero dejó el PP en manos de un incompetente que arruinó el partido y sirvió el poder en bandeja a su mayor enemigo. Aznar hizo el PP y Aznar lo deshizo. 

De la Convergencia de Jordi Pujol no quedan ni las raspas, consumida en la hoguera de las vanidades del dinero, con el propio patriarca salvado por la campana de los secretos que guarda con celo exquisito. 

Y el PCE ha desaparecido del mapa. Solo resiste el PNV, siempre las siglas por delante de las personas, convertido en un régimen de partido único en el País Vasco.

Orgía de sexo y dinero

El rey emérito se ha puesto a la cabeza del cortejo fúnebre, tras quebrar el brillante inicio de su reinado. Su voluntad, en efecto, resultó determinante para impulsar la restauración de una monarquía parlamentaria capaz de reinar sin gobernar, olvidando las pulsiones absolutistas tan queridas por la dinastía a lo largo de siglos. Por primera vez en la historia de España, un Borbón no solo no había sido un “obstáculo tradicional” para la liberalización y democratización del país, sino su primer acicate. 

Por desgracia, esa hoja de servicios iniciática se perdió pronto en la orgía de sexo y dinero que ha presidido la mayor parte de su reinado. Él devolvió la vida a una dinastía agostada, y él la deja malherida, casi muerta. Él la hizo y él la deshizo, al punto de que, a pesar de la ausencia hoy en España de cualquier tipo de republicanismo liberal y democrático, será muy difícil que Felipe VI consiga sortear los bajíos de esta crisis y conducir la nave de nuevo a mar abierto. 

Los escándalos del juancarlismo son, en realidad, el mascarón de proa del fracaso de todo un régimen, la evidencia de una clase política que ha puesto en almoneda la democracia parlamentaria, y la irresponsabilidad de unos partidos incapaces de haber abordado la regeneración del sistema desde dentro. Juan Carlos y los frutos del árbol podrido.

Desde que a finales de los ochenta empecé a conocer lo que ocurría en la Zarzuela y su entorno, siempre temí el día en que las andanzas del monarca llegaran al dominio público. Ese día ha llegado, y en el peor momento posible. En el punto más bajo de una España sin rumbo. Con un Gobierno poco amigo de la Constitución del 78, cuya clave del arco descansa precisamente sobre la institución monárquica, razón que explica los ataques que sufre por parte de Podemos, tolerados, si no compartidos, por un presidente del Gobierno cuyos perfiles ideológicos se confunden hoy con los de Pablo Iglesias

La filtración desde el ministerio de Justicia de las declaraciones suizas de Larsen y Dante Canonica apuntan a una nueva maniobra del Gobierno de Pedro & Pablo para ocultar el “caso Dina Bousselham”, tan desestabilizador tanto para Pablo como para Pedro. Todo a costa de socavar los cimientos de la institución monárquica. Las presiones del Ejecutivo sobre Felipe VI y su entorno son notables estos días, al punto de que el heredero tendrá que optar por separarse definitivamente de su padre, un hombre que después de haber tenido todo un país a sus pies, de haber robado mucho y haber fornicado más, parece condenado a terminar sus días en el exilio, como su abuelo Alfonso XIII y como su tatarabuela Isabel II. Los ecos del pasado iluminando el presente.

Si esta monarquía sobrevive será cosa de milagro. Pero Felipe VI es hoy bastante más que un rey constitucional: es el rompeolas que protege la libertad y la convivencia entre españoles, y también la garantía de su prosperidad, condición unida a la unidad de la nación. Más allá de discusiones doctrinales y del natural rechazo que pueda provocar una institución que tiene en la herencia su pilar fundacional, los españoles se enfrentan a la disyuntiva de optar entre una presidencia de la III República ocupada por un González o un Aznar (otras opciones a mano son inimaginables) y una monarquía representada por Felipe VI, el mejor de los Borbones conocidos. 

A pesar de las deficiencias de esta democracia por regenerar, los españoles han vivido los mejores 50 años de su larga historia. España no se parece en nada al país de analfabetismo y miseria que era en 1936 e incluso en 1975. Porque las sociedades libres son capaces de progresar imparables por encima de los errores de sus clases dirigentes. Eso es lo que está en juego. 

Con toda humildad, siempre he pensado que la obligación moral de los españoles de buena voluntad consiste hoy más que nunca en preservar lo conseguido y continuar en la tarea de crear nuevos espacios de libertad y progreso, para transmitir a las generaciones futuras el mejor país posible. Y que sean ellas quienes se encarguen de dilucidar el viejo dilema entre monarquía y república.


(*) Columnista


viernes, 10 de julio de 2020

Pablo Iglesias afirma que el Gobierno no puede ignorar el debate sobre la monarquía


MADRID.- El vicepresidente segundo del Gobierno, Pablo Iglesias, ha dicho este viernes que el Ejecutivo no puede ignorar el debate sobre la utilidad de la monarquía a raíz del caso del Rey Juan Carlos I, mientras que la oposición denuncia que, más que un debate, lo que se está produciendo es un ataque a la Corona.

Iglesias ha elogiado "la valentía y el sentido de Estado" del presidente, Pedro Sánchez, al calificar de "inquietantes y perturbadoras" las noticias sobre los presuntos negocios ocultos del rey emérito, y plantear la propuesta de limitar la inviolabilidad del jefe del Estado al ejercicio del cargo.
Existe "un antes y un después" en esas declaraciones del presidente, ha dicho Iglesias en la localidad vizcaína de Durango, donde ha precisado que decir eso es "constatar una realidad".
Ha calificado de "sensato y prudente" que Felipe VI renunciara a la herencia de su padre, pero ha recordado que la "monarquía se sustenta en la filiación" lo que supone una "situación que genera alarma e injusticia en muchos ciudadanos, que el Gobierno no puede ignorar".
El vicepresidente reconoce al mismo tiempo, en un mensaje en sus redes sociales, que la actual correlación de fuerzas en el Parlamento y los procedimientos que establece la Constitución hacen que un debate sobre la monarquía "difícilmente pueda traducirse en cambios a corto plazo".
"Pero eso no significa que un Gobierno democrático pueda ser ajeno a los debates que preocupan a su pueblo, un pueblo que ya no está dispuesto a tolerar ni ciertos privilegios, ni la corrupción ni la impunidad", añade.

La oposición no cree que exista un debate

Para la oposición, sin embargo, no existe ningún debate en torno a la monarquía. Eso es, al menos, lo que piensa el presidente del PP, Pablo Casado, quien ha pedido a Sánchez que defienda a Felipe VI de los "ataques intolerables" del vicepresidente Iglesias.
En su opinión, "lo inquietante y perturbador en España no es la Monarquía, sino este gobierno radical".
Casado hacía estas declaraciones en Vitoria, donde ha destacado que "esto no va contra el rey, sino contra la monarquía constitucional, contra la unidad nacional, el Estado de Derecho".
El líder del PP ha aprovechado para mostrar el apoyo expreso de su partido a Felipe VI y ha criticado que el presidente no le defienda.
Cuando Iglesias "llama a un referéndum y pide la abdicación del rey, no se puede tolerar que el presidente no defienda al jefe del Estado. No puede callar y otorgar", ha añadido.
Otro dirigente de su partido, el alcalde de Madrid, José Luis Martínez-Almeida, ha reivindicado "el papel esencial y determinante" del rey Juan Carlos y ha asegurado que cuando se ataca al rey emérito no es por "presuntas irregularidades" sino que es un ataque a la monarquía "como forma de desestabilización".
También desde Vox, su presidente, Santiago Abascal, se pronunciaba este jueves en contra del debate suscitado por el Gobierno y por Sánchez, al que ha acusado de querer derribar la monarquía para convertirse en el jefe del Estado.
Además de Sánchez e Iglesias, otros miembros del Gobierno se han referido este viernes a la investigación sobre el rey emérito, como la vicepresidenta de Asuntos Económicos, Nadia Calviño, quien ha declarado que lo que se va sabiendo sobre las finanzas de Juan Carlos I produce "desazón".
"Es desazonador", ha dicho en una entrevista en la Ser, en la que ha valorado la figura de Felipe VI que, según ella, "está haciendo una labor muy importante por este país".
Por su parte, el titular de Transportes, José Luis Ábalos, ha subrayado en Pontevedra que "somos todos iguales ante la ley, seamos quienes seamos" y el de Consumo, Alberto Garzón, ha abogado por "esclarecer todo lo posible" las actividades de Juan Carlos I y "dejar que funcione la Justicia".
Este asunto va más allá del ámbito político, ya que la Fiscalía General del Estado ha reforzado el equipo de fiscales que se encargan de la investigación sobre el presunto pago de comisiones en la construcción del AVE a La Meca, en las que podría estar involucrado el rey emérito.
El Ministerio Público ha emitido un comunicado donde informa de la composición del equipo que trabaja en la investigación.
Esta semana, la Fiscalía ha recibido parte de los datos que reclamó a Suiza sobre la investigación que ha desvelado que el padre del rey presuntamente recibió, a través de una fundación panameña, una supuesta donación de cien millones de dólares del rey Abdalá de Arabia Saudí, fallecido en 2015.
Lo que trata de averiguar la justicia de España es si el rey emérito habría incurrido en fraude fiscal -al no declarar el ingreso de la donación en España-, ya que por su condición de anterior jefe del Estado solo podría ser juzgado por el Tribunal Supremo por delitos cometidos tras el 19 de junio de 2014, fecha de su abdicación.

Monarquía y opinión pública: la necesidad de un referéndum / Javier Pérez Royo *

La institución monárquica choca frontalmente con los dos principios en los que descansa el Estado Constitucional democrático: el principio de igualdad y el carácter representativo del poder político. Si hay algo que el Estado democrático no puede tolerar es que jurídicamente se configuren distintas categorías de individuos jerárquicamente ordenados. Para evitarlo fue, precisamente, para lo que se inventó el concepto de ciudadanía, que supone la equiparación jurídica de todos los individuos independientemente de sus diferencias personales. Esta regla no admite excepción. 

Pero, además, el Estado democrático exige que la manifestación de voluntad del mismo se reconduzca permanentemente a lo que dichos ciudadanos, bien directamente o a través de sus representantes, decidan. Por eso el Estado democrático es ante todo una forma de organización política formalmente igualitaria y representativa. Ésta es la razón por la que la Monarquía como forma política es, desde la imposición efectiva del Estado Constitucional, una especie bajo amenaza permanente de extinción. 

En última instancia, el Estado Constitucional no es más que un proyecto de ordenación racional del poder, tanto en su origen como en su ejercicio, y en el mismo no tiene cabida una magistratura de tipo hereditario. La herencia es una institución coherente con la propiedad privada, pero no con el ejercicio del poder del Estado, que se caracteriza precisamente por la separación del poder político de la propiedad. El poder no puede ser de nadie por muy rico que sea. 

La Monarquía, en consecuencia, no tiene ni puede tener una justificación de tipo racional en el interior del Estado democrático, sino que tiene, allí donde todavía existe, una justificación exclusivamente histórica. Es una consecuencia del peso de la institución monárquica en el proceso de formación del Estado nacional en el continente europeo. Por eso, a pesar de que la Revolución Francesa y los procesos subsiguientes a través de los cuales se puso fin al Antiguo Régimen en Europa fueron fundamentalmente antimonárquicos "en los principios", no fueron capaces de serlo "institucionalmente". 

En la Europa de finales del siglo XVIII y principios del siglo XIX en la mayor parte de los países una forma política no monárquica resaltaba difícilmente imaginable. Los siglos de la monarquía absoluta pesaban demasiado todavía. 

Esta contradicción "principial/institucional" ha marcado desde entonces la evolución de todas las monarquías europeas sin excepción, resolviéndose siempre la misma a favor del primer término de la contradicción, es decir, del principio democrático, y en contra del segundo, es decir, de la institución monárquica.  

Desde una doble perspectiva:
En primer lugar, aquellas monarquías que no supieron adaptarse institucionalmente a los nuevos principios del Estado constitucional, es decir, aquellas monarquías que no supieron convertirse a lo largo del siglo XIX en monarquías parlamentarias y en las que el rey continuó siendo un poder real y efectivos del Estado, resultaron incompatibles con la propia existencia del Estado Constitucional en el tránsito del liberalismo a la democracia en los primeros decenios del siglo XX. Serían barridas por la historia. 

Es el caso de las monarquías autoritarias centroeuropeas, alemana y austrohúngara, rusa, portuguesa, italiana y española, aunque esta última, a diferencia de todas las demás, ha tenido la oportunidad de mantenerse como "forma política del Estado español" tras su restauración por el general Franco. 

En segundo lugar, las monarquías que supieron adaptarse al Estado constitucional a lo largo del siglo XIX y consiguieron de esta manera sobrevivir a la marea democrática posterior a la I Guerra Mundial, han experimentado un proceso de "democratización sui generis", que las hace depender cada vez menos de su carácter hereditario y, por tanto, de su legitimidad histórica, y cada vez más de su aceptación por la opinión pública. 

La monarquía es, pues, una anomalía histórica que ha tenido que ser "corregida" por el Estado constitucional, bien mediante su supresión pura y simple, bien mediante el sometimiento de la misma, de una manera peculiar por supuesto, a ese axioma del constitucionalismo democrático según el cual "todo poder procede del pueblo". 

La monarquía, o ha dejado de existir, o allí donde todavía se mantiene se ha convertido en una institución sumamente dependiente de la opinión pública del país. Su legitimidad de origen histórico no basta para continuar justificando su existencia en nuestro días, sino que necesita una suerte de legitimidad de ejercicio, que solo puede obtener de su sintonía con la opinión pública.  

Cuando esta legitimidad de ejercicio deja de ser visible, la institución monárquica entra en crisis con riesgo para su propia supervivencia. Le ocurrió a la monarquía belga tras la II Guerra Mundial y también de alguna manera a la inglesa tras la muerte de Diana de Gales. 

Desde hace varios decenios la justificación de la monarquía en el constitucionalismo europeo ha pasado a ser distinta de lo que fue en el pasado. Una institución cuya "utilidad" residía en el hecho de que, al estar garantizada la Jefatura del Estado por un orden de sucesión perfectamente definido, la primera magistratura del país quedaba a cubierto de los vaivenes de la opinión pública, convirtiéndose de esta manera en una suerte de símbolo de la unidad y permanencia del Estado, ha pasado a tener una justificación completamente distinta. 

Distinta, que no opuesta, siempre que la legitimidad histórica se subordine a la legitimidad democrática. Si esto no ocurre, la distinción se convierte en contraposición y la institución monárquica no puede sobrevivir.  

Dicho de otra manera: justamente porque la monarquía es una magistratura hereditaria, porque el monarca no puede ser desalojado de la Jefatura del Estado cada cuatro años, es por lo que la exigencia de su aceptación cotidiana por la opinión pública se hace todavía más necesaria que respecto de las magistraturas elegidas. 

El elemento personal, el factor humano, que es del que se pretendía hacer abstracción al instaurar la monarquía como forma de Estado y del que de hecho se ha venido haciendo abstracción hasta hace bien poco en los Estados monárquicos europeos, se ha convertido en un elemento de importancia capital en estos últimos años.  

Aquellas monarquías en las que los miembros de la dinastía reinante no saben estar a la altura de lo que la opinión pública espera de ellos, van a tener enormes dificultades para subsistir. La monarquía, como la nación en la famosa definición de Renan, se está convirtiendo en el Estado democrático de nuestros días, en un plebiscito permanente. 

Este es el problema con el que tiene que enfrentarse la monarquía española, a pesar del enorme esfuerzo que se está haciendo desde el Gobierno, la mayoría parlamentaria con la colaboración de los servicios jurídicos de las Cortes Generales, el Tribunal Supremo y ya veremos si también el Ministerio Fiscal, para evitar que tenga que hacerlo.  

Fernando VII, Isabel II, Alfonso XII, Alfonso XIII (Primo de Rivera y Francisco Franco), Juan Carlos I. ¿Justifica la conducta de todos ellos que la monarquía siga siendo la forma política del Estado español? ¿Puede descansar en dicha conducta la justificación de que Felipe VI ocupe la Jefatura del Estado? ¿Es posible encontrar otra justificación? 

Se mire la cuestión por el lado que se la mire, la conclusión es la misma: únicamente mediante la celebración de un referéndum se puede decidir la forma política del Estado.  


(*) Catedrático de Derecho Constitucional de la Universidad de Sevilla  


https://www.eldiario.es/contracorriente/monarquia-opinion-publica-necesidad-referendum_132_6094208.amp.html