PALMA DE MALLORCA.- El juez José Castro y el fiscal Pedro Horrach
formaron un tándem anticorrupción que casi mete en la cárcel al
exministro Jaume Matas y sentará en el banquillo a un yerno del Rey, Iñaki Urdangarin, pero la imputación de la infanta Cristina ha quebrado su relación profesional y personal quizá irremediablemente, revela 'Diario de Mallorca'.
Horrach y Castro son los impulsores del caso Palma Arena, una macroinvestigación de prácticas corruptas de la que Nóos es solo una de sus 27 piezas
y que ha trascendido el ámbito del archipiélago, algo por lo que ambos
se han elogiado públicamente en algunos de los escritos en los que
también se han intercambiado afilados reproches.
El fiscal mallorquín, que a sus 47 años es uno de los más severos perseguidores de la corrupción político-empresarial de España, mantenía una muy buena relación personal con el juez, un bienhumorado cordobés de 68 años de larga trayectoria en la isla.
El magistrado bromeaba hace días en privado con que regalarían a los medios de comunicación una exhibición pública de afecto tras tomar unos gintonics cuando
haya concluido la instrucción del caso, pero el último puyazo de
Horrach, que le acusó de sostener la imputación de la infanta con
una "absurda y denigrante teoría" de la conspiración, hace difícil imaginar esa escena.
Quizá
la mayor muestra del daño que el ataque ha hecho a Castro sea que ha
evitado la más mínima alusión al fiscal en la providencia que ha dictado
para aceptar las declaraciones que solicitó.
Instructor y
acusador eran un equipo temible para los imputados a los que
investigaban y parecían en perfecta sintonía a la hora de tomar
decisiones hasta que en abril del año pasado el juez citó como imputada a
la hija menor del Rey en el procedimiento abierto por los millonarios
contratos del instituto Nóos, que presidió Urdangarin, con administraciones públicas de Baleares y Valencia.
Entonces Horrach recurrió ante la Audiencia Provincial, con éxito, argumentando que Castro trataba de ajustar "a expectativas o sospechas personales" los resultados de una investigación que no había hallado indicios delictivos.
Cuando
el juez estaba preparando la segunda imputación, después de meses de
investigación específica sobre doña Cristina siguiendo la vía abierta
por la Audiencia al denegar el primer encausamiento, el fiscal anticipó
su negativa asegurando que contra la duquesa no había más que "conjeturas y sospechas".
En
un escrito de noviembre de 2013 en el que se defendía de quienes le
señalaban como defensor de la infanta, Horrach insistía en que no había "un solo elemento de prueba" para sustentar la citación y alertaba de que Castro no podía atribuirle presuntos delitos con "meras elucubraciones".
Cuando
el magistrado pidió a las partes su opinión sobre si cabía imputar a
doña Cristina, el fiscal agudizó sus críticas sobre la dilatación
innecesaria del proceso con diligencias "irrelevantes" cuyo fin,
sugería, era justificar una citación que, en realidad, respondía a la
condición de miembro de la Familia Real de doña Cristina, y no a la
existencia de indicios delictivos.
Castro respondió con profusión en su auto de imputación del 7 de enero
al "digno representante del ministerio fiscal", a quien recriminó su
empecinamiento en "el debate sobre la culpabilidad o inocencia" de la
imputada y de quien destacó su "simbiosis argumental" con la defensa de
doña Cristina.
El magistrado, que en el mismo escrito ponía por las nubes la aportación de Horrach a la instrucción, consideraba "difícil de entender las exigencias garantistas"
solo planteadas para el caso de la hija del Rey y atribuía al celo del
fiscal que la imputación de una persona hubiese "precisado escribir poco
menos que un tratado de derecho procesal".
El instructor incluso consideraba que el hecho de que el fiscal le achacase motivaciones "ajenas a la legalidad" para citar a la infanta ponía de manifiesto que en este caso "se están perdiendo las formas".
El
enfrentamiento público en estos escritos cruzados difícilmente puede
quedar al margen de la relación personal entre los dos motores de la
investigación del caso Nóos, quienes, sin embargo, aún han sido capaces
en los últimos días de tener algún gesto que, quién sabe, podría ser el
primer paso hacia ese futuro gintónic.
Castro, que hoy no ha
respondido a los ataques, explicó hace poco en privado que el mismo día
en que emitió su auto de imputación Horrach le mandó un correo
electrónico de felicitación afectuoso y ayer el propio fiscal acudió al
despacho del juez tras registrar su escrito "conspiratorio", pero el
magistrado no estaba.
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