Durante la España católica, apostólica y romana, la Familia Real celebraba la Navidad dentro del espíritu cristiano imperante.
Se empezaba por instalar no el árbol, que era de países protestantes,
sino el Belén, en uno de los salones de La Zarzuela con figuritas de
Patrimonio.
La Nochebuena era tan familiar que a la mesa se sentaban la Familia,
con mayúscula: Don Juan Carlos, Doña Sofía, sus tres hijos, la condesa
de Barcelona, las infantas Pilar y Margarita con sus respectivos maridos
e hijos. También los familiares y hasta algún pariente. A veces, venían
los griegos. Casi medio centenar a la mesa.
Luego se incrementó con la llegada de los yernos primeros y la nuera
después. Eran tantos que las cenas se servían por el sistema de bufet,
sobre todo para que el servicio, que en esto el Rey era muy mirado,
pudiera celebrar también la Nochebuena en familia. Y así se mantuvo
durante años. Incluso cuando las relaciones de los Reyes no eran tan
afectivas, que no lo fueron nunca.
Pero, en la Navidad del 2001, una tragedia, el ictus de Jaime
Marichalar golpeó a la Familia Real, la víspera de Nochebuena. Sobre
todo a la infanta Elena y a sus hijos Froilán y Victoria Federica.
A pesar de ello, fue decisión de la reina Sofía que todos se sentaran a la mesa esa noche, no tan buena sino tan dramática.
Todos menos la infanta Elena. No se separó ni un solo momento de la
mampara de cristal de la UVI en la que el duque de Lugo luchaba por no
morir. Aunque esa noche del 2001 se temió por su vida, hasta el extremo
de avisar a su madre, la condesa de Ripalda, que acudiera al Gregorio
Marañón. Pensaron que no vería la luz del día.
El año anterior, fallecía, el 3 de enero, la condesa de Barcelona.
Sucedió mientras toda la Familia Real en pleno había despedido el año en
“La Mareta”, la residencia de Patrimonio en Lanzarote.
Años después, se produjo la diáspora familiar: primero con el
divorcio de Elena y posteriormente Cristina e Iñaki fueron apartados por
corrupción de la familia que ya no fue nunca más lo que era.
Hasta Felipe prefirió pasar, desde entonces, esa Nochebuena con la
familia de su mujer, los Ortiz Rocasolano. En el 2014, la infanta Pilar
intentó lo imposible: reunirles en su casa de Puerta de Hierro. Sobre
todo, que los Reyes cenaran juntos.
En Zarzuela solo quedan ya tres personas: Don Juan Carlos y Doña
Sofía que ni se ven y cuando se ven ni se hablan y la princesa Irene,
hermana y paño de lágrimas de la Reina emérita.
La infanta Elena es ese verso suelto que va y que viene intentando,
sin conseguirlo, que la Familia Real sea ya lo que es imposible.
Este año no será diferente. Felipe y Letizia con los suyos. Doña Sofía con su hermana y Don Juan Carlos, con nadie.
Hoy sólo una incógnita. ¿Cuál habrá sido el contenido del mensaje
navideño grabado por Felipe el lunes, en medio de una situación
políticamente caótica, como no la ha habido nunca desde 1975? Ni tan
siquiera el 23F que no fue un golpe contra el Rey sino con el Rey,
digámoslo ya.
Nadie duda de la voluntad de Felipe, un hombre bueno sin esfuerzo
pero sin el carisma de su padre, el rey Juan Carlos. ¿Qué podrá decir a
los españoles en esta Nochebuena? La más triste, complicada y peligrosa
de toda la democracia. Que Dios nos ampare.
(*) Periodista
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