Antonio García Trevijano ha muerto a los 90 años de edad, dejando
tras de sí un brillante legado político como demócrata, republicano y
luchador contra el franquismo y luego, ya en la Transición, como
defensor de la democracia representativa y efectiva en España, como la
que aún está por llegar.
Sobre todo cuando se cumplen los 40 años de la Constitución Española
de 1978. La que se redactó ‘en secreto, sin un debate público y sin un
periodo constituyente’ -como lo denunció Trevijano-, dando a luz el
vigente modelo partitocrático español sin separación de los poderes del
Estado, que nos ha conducido a las diáspora autonómica contra la unidad
de España, como se ve en Cataluña y se avisa desde otras regiones (País
Vasco, Islas Baleares y Valencia), y al gran pantano de la corrupción
política y moral de gobernantes y dirigentes políticos.
Trevijano, a quien conocí de cerca y con quien colaboré en la
oposición al franquismo en la Junta Democrática de España que él fundó y
presidió, fue un gran jurista y pensador que defendió la ‘ruptura
democrática’ frente al gran pacto de la Transición entre franquistas
(liderados por Adolfo Suárez y Manuel Fraga) y los dirigentes de la
Oposición (Santiago Carillo, Felipe González, Enrique Tierno Galván,
Raúl Morodo, Alejandro Rojas Marcos, Joaquín Ruiz Jiménez, Jaime
Miralles y Joaquín Satrústegui, entre otros).
Previamente, Trevijano se opuso a la monarquía de Franco en la figura
del hoy rey emérito Juan Carlos I en defensa de una monarquía
democrática y de los derechos dinásticos de Don Juan, hasta que el Conde
de Barcelona se plegó a los designios del general, aunque no sin antes
escribir a su hijo, el entonces Príncipe de Asturias, una dura carta
-que Don Juan y Trevijano redactaron en Estoril- en la que se decía:
‘Hijo mío, la República está basada en la libertad y la Monarquía en el
honor y tú has faltado al honor de tu padre el Rey’.
La Transición con sus muchas luces (reconciliación nacional,
libertades, Europa, vida democrática, etc.) y sus sombras (el golpe de
Estado del 23-F, los crímenes del GAL y la corrupción) se impuso con su
realismo posibilista y bajo la atenta mirada de los poderes fácticos del
franquismo e influencias internacionales (USA, Francia y Alemania) al
ideal democrático y casi utópico de Trevijano.
El que él defendió con firmeza hasta el último día de su apasionante
vida con la República -‘soy repúblico’ decía- como bandera y partiendo
de las conquistas de la Revolución Francesa y de la Constitución de los
EE.UU., que estaban permanentemente en la base de su proyecto e ideario
político en el que nunca cejó y en los últimos años como Presidente del
Movimiento de Ciudadanos hacia la República Constitucional (MCRC).
Antonio García Trevijano era un político, filósofo y pensador que
encandiló a la Comisión Europea de Bruselas en su primer contacto con la
oposición a Franco, en una reunión celebrada en Estrasburgo a mediados
de los años 70 que organizó Claude Cheysson, comisario europeo y ex
ministro de François Mitterrand quien, tras el encuentro de Estrasburgo,
se declaró impresionado por la lucidez del político español.
Trevijano es autor de varios libros como ‘El discurso de la
República’, ‘Frente a la gran mentira’, ‘Pasiones de Servidumbre’, etc.,
y fue accionista del diario Madrid y El País, fundó la revista Reporter y escribió artículos en El País, El Independiente, ABC y El Mundo.
Asimismo fue miembro de la Asociación de Escritores y Periodistas
Independientes (que yo fundé) y que denunció los crímenes del GAL y la
corrupción en los gobiernos de Felipe González.
Antonio, Don Antonio, sufrió la represión franquista siendo
secuestrado y apaleado, y detenido y encarcelado. Y sobre todo fue un
libre pensador y gran patriota español. Una persona admirable y
entrañable que está en la Historia reciente de España y a la que se debe
un merecido reconocimiento nacional.
(*) Periodista
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