miércoles, 17 de junio de 2020

La monarquía necesita el conflicto con Catalunya / Jordi Barbeta *

Como estaba previsto, dada su trayectoria, el Tribunal Constitucional español ha denegado por unanimidad la suspensión de la sentencia contra los líderes independentistas encarcelados. Tampoco les permitieron que se confinaran en casa, tal como aconsejaban los médicos, por una maniobra de intimidación propiciada desde el Tribunal Supremo. 

Y la saña continúa de manera ostentosa ahora con Trapero, ahora con Josep Maria Jové y Lluís Salvadó, a quien la jueza Alegret impone una fianza de 4,5 millones de euros, y continúa con las 795 personas procesadas en la causa general contra el soberanismo catalán. El ensañamiento sigue y seguirá in crescendo porque la España institucional tiene demasiados problemas y miserias que debe tapar y tradicionalmente la manera de hacerlo es parapetarse en el combate contra Catalunya.

El cierre de filas para impedir la investigación parlamentaria de los negocios sucios de Juan Carlos es el síntoma más claro de cómo se ve de débil a sí mismo el régimen. Han tenido que movilizar a los letrados del Congreso, que han hecho su servicio a la patria argumentando sin vergüenza que todo lo que ha hecho y hará Juan Carlos siempre será inviolable, porque si no fuera porque ha sido rey, no habría podido hacerlo. 

En los Estados Unidos de Donald Trump, lo que han hecho los letrados y la Mesa del Congreso sería considerado obstrucción a la justicia. Así que la contradicción que supone que la Fiscalía sí considere el rey emérito investigable sólo se puede entender como una maniobra para defender más que para acusar ante las diligencias abiertas por tribunales europeos.

Siempre que las circunstancias han situado a España a las puertas de un conflicto social que podía desembocar en un cambio político o incluso una revolución, inmediatamente la monarquía, el ejército y los poderes institucionales han propiciado el conflicto con Catalunya para distraer a los españoles y hacerlos cerrar filas con la eterna canción de la unidad de la patria. Pasó el 36 cuando el "Alzamiento" era "nacional" y los "rojos" eran separatistas, pero también antes. 

Lo explica Borja de Riquer en su libro Alfonso XIII y Cambó. A finales de 1918, España sufre una profunda crisis, Alfonso XIII teme un estallido revolucionario y para detenerlo le ofrece a Cambó el Estatuto de Autonomía. "No veo otra manera de salvar una situación tan difícil —le dice el monarca— que satisfacer de una vez las aspiraciones de Catalunya". Cambó cree que ha llegado la hora, pero lo que pasa a continuación es que las ansias revolucionarias se convierten en manifestaciones anticatalanas multitudinarias organizadas por las diputaciones castellanas, al tiempo que las Cortes expresan su rechazo a la autonomía de Catalunya.

Es la misma estrategia, ya comentada en otros artículos, denunciada por Marx respecto de la relación de Inglaterra con Irlanda. "Si cae Irlanda, caerá también Inglaterra... El sistema inglés, además de perder una fuente importante de sus riquezas, se vería privado también de la fuente más importante de su fuerza moral como representante de la dominación de Inglaterra sobre Irlanda".

Ahora se acercan tiempos difíciles porque las consecuencias económicas de la pandemia y las desigualdades comportarán protestas que fácilmente pondrán en cuestión el régimen político e, incluso, la monarquía, más impopular que nunca, con un rey aplaudido por los fascistas más que por nadie e intentando deshacerse del padre que le entregó el trono. El magistrado Marchena ha añadido emoción en otoño caliente anunciando la inexorable inhabilitación del president Torra para mediados de septiembre.

El historiador Paul Preston explica con precisión la realidad española contemporánea en su libro A People Betrayed. Corruption, Political incompetence and Social Divisions. Spain 1874-2014, editado en catalán Un poble traït y en castellano Un pueblo traicionado. La obra es un trabajo de investigación que engancha desde el principio. Comienza con una cita de Ortega y Gasset de 1921 que me permito reproducir como conclusión de este artículo. "Empezando por la monarquía y siguiendo por la Iglesia, ningún poder nacional ha pensado más que en sí mismo (...) Monarquía e Iglesia se han obstinado en hacer pasar sus propios destinos como los auténticos nacionales".


 (*) Periodista


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