martes, 12 de febrero de 2013

“El fracaso de la Monarquía”, Las claves políticas del reinado de Juan Carlos I, Ángel Maestro *

Rafael Borrás Betríu, director de la colección “España escrita”,y posiblemente el director editorial con más éxitos en su haber de la España actual en la promoción de la escritura del pasado desde visiones plurales, ha acertado plenamente con la publicación de este ensayo histórico de Castro-Villacañas.

Hay algo básico que el futuro lector debe de tener claro de forma inequívoca. Todo aquel que esperase encontrar en el libro de Javier Castro-Villacañas, sin que esto signifique desdoro o menoscabo en modo alguno, un trabajo meramente periodístico, por documentado y bien informado que fuese, experimentaría un rotundo fiasco. Se trata de otra cuestión, de una obra en la que en las diferentes partes de la misma asoma de modo continuado la formación de politólogo y de jurista del autor.

 “El fracaso de la Monarquía” es un lúcido ensayo político donde se analizan las claves del reinado de Juan Carlos I : la creación del mito personal que oculta el pacto de poder que se instaura en España tras su llegada al trono, los antecedentes históricos que influyeron de manera decisiva en su actuación personal por la instauración de una Monarquía de izquierdas como fórmula para salvar la Corona, más propiamente su personalísimo sistema.

La querencia e intereses de la monarquía a favor de la izquierda política y del nacionalismo para lavar su pasado de haber sido designado como rey por el generalísimo Franco, así como las posibilidades de continuidad de su particularísimo régimen en la persona de su hijo Felipe de Borbón Schleswig-Holstein ( su verdadero segundo apellido, y no de Grecia, como absurdamente y sin ninguna razón genealógica o histórica se le denomina y se repite).

La "leyenda blanca" de Juan Carlos I, ha sembrado profusamente numerosos ensayos y biografías exageradamente apologéticos, pero el libro de Castro-Villacañas no sólo demuestra la falacia de tales apologías, algunas rayanas en lo grotesco, sino que con profundidad propia del politólogo estudioso y del jurista, aporta numerosas pruebas del fracaso de la monarquía de Juan Carlos I. El autor señala que en nuestro régimen político se ha conseguido lo más difícil: empeorar todavía mucho más la situación.

 Al déficit democrático, a la falta de libertad política, a la inexistencia de la división de los poderes del Estado, a la oligarquía de los partidos políticos, hay que añadir dos rasgos que hacen aún mucho más perverso nuestro sistema constitucional, continua Castro-Villacañas, insistiendo en la falta de independencia del poder judicial, al hacer depender también del Parlamento la elección de sus órganos de gobierno, lo que confirma la confusión total de los poderes del Estado frente a la necesaría división de los mismos.

Otra característica peculiar respecto a otros sistemas parlamentarios es, su perverso y auténtico carácter antinacional. Pero al régimen de Juan Carlos I hay que añadirle, además de la definición teórica de ser una monarquía “partitocrática”, el carácter definitorio de ser un régimen “desnacionalizador” o “desintegrador” en lo que respecta a la forma de organizar territorial y administrativamente el Estado, como consecuencia de la aplicación de un sistema abierto e indefinido en la organización territorial a través del Estado de las Autonomías, continua Castro-Villacañas. Y sumamente acertado es el razonamiento del autor en que el régimen de Juan Carlos I se desarrolla como un autentico régimen político de izquierdas.

Una Monarquía se izquierdas, en el sentido de que, para legitimarse por sí misma y borrar su pecado original franquista, la Monarquía de Juan Carlos I presenta una querencia interesada hacia la izquierda, creyendo que con esta posición se va a garantizar su seguridad y va a conseguir también el reconocimiento por parte de las fuerzas políticas y de la opinión pública con la idea monárquica.

Expone razonadamente el autor en que si se tuviera que elegir un término, lo más exacto posible, para definir el régimen de poder que surge en España tras la muerte del generalísimo Franco, éste sería, sin lugar a dudas, el de “juancarlismo”, al ser la voz que mejor define y simplifica la aparente complejidad de un régimen político que nace tras la proclamanción como rey de Juan Carlos de Borbón. El reinado de Juan Carlos I, en contra de lo que se ha afirmado en numerosas ocasiones, es un régimen político de tipo personal y, como tal, único e intransferible. “A la derecha le cuesta admitir que el régimen del juancarlismo es, desde sus origenes y no por decisión política de Rodríguez Zapatero, una Monarquía de izquierdas con apuntalamiento nacionalista”.

La España asimétrica de Zapatero no es otra distinta que la España de la Autonomías de la Constitución del 78, que tanto gusta y defiende la derecha política. Recrear el consenso , ese consenso piedra angular del sistema, por parte de Felipe VI significará atraer nuevamente a la izquierda política y a los nacionalistas hacia la Monarquía, a cambio de concederles todavía más poder y más prebendas políticas. “Las características, tanto personales como ideológicas, de Felipe de Borbón Schleswig-Holstein como la de su mujer Letizia Ortiz Rocasolano, hacen descartar la posibilidad de imaginar una Mornarquía de derechas como efecto rebote al fracaso y agotamiento de la Monarquía de izquierdas de su padre”, afirma rotundamente el autor.

El libro de Castro-Villacañas :“El fracaso de la monarquía. Las claves políticas del reinado de Juan Carlos I” representa un ejercicio prístino de razonalismo, del uso de la razón siempre desmitificadora, especialmente de los fetiches por usados que sean y por ilusionantes espejismos que presenten . Una vacuna efectiva contra la equivocidad y el engaño imperantes en la España de hoy donde la proclamación democrática del régimen juancarlista no es sino la máscara de una oligarquía dominante.


FICHA EDITORIAL
 
“El fracaso de la Monarquía”. Las claves políticas del reinado de Juan Carlos I
Javier CASTRO-VILLACAÑAS,
Editorial Planeta
Barcelona, 2013
352 páginas

(*) Politólogo, sociólogo y periodista

1 comentario:

  1. Le cito: "Felipe de Borbón Schleswig-Holstein (su verdadero segundo apellido, y no de Grecia, como absurdamente y sin ninguna razón genealógica o histórica se le denomina y se repite)". Sorprende que quién firma un blog sobre la corona demuestre un tan escaso conocimiento del derecho dinástico, incurriendo además en presuntuosas descalificaciones hacia quién sí las conoce, al decir que "absurdamente" y "sin ninguna razón" se da a Don Felipe el apellido de "Grecia".
    1. En principio los príncipes, y más aún los príncipes herederos no tienen más que un "apellido" que es el de su Casa.
    2. Los miembros dinástas de las Familias Reales usan el nombre de su "Casa" y no la otras denominaciones que pueda tener la dinastía a la que pertenecen (por ejemplo los "Habsburgo" usaron siempre como "apellido", AUSTRIA, y no "Habsburgo", denominación moderna recuperada tras la caída de la Monarquía austro-húngara).
    3. En el caso de la dinastía reinante en Grecia hasta Constantino II, el nombre de la Casa fue desde el momento de su entronización "Grecia" (cf. partidas de bautismo, etc., etc.). Los "Schleswig-Holstein"(Schleswig-Holstein-Sonderburg-Glücksburg) usan en Dinamarca como nombre de "Casa": Dinamarca, y al ser "transplantados" a Grecia, el de "Grecia".

    Conclusión: La forma correcta de denominar al príncipe Don Felipe sería simplemente llamarle "Felipe de Borbón", si se quiere, añadir el "Grecia" (siendo el nombre de su madre "Sofía de Grecia").

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