martes, 26 de marzo de 2013

Un ensayo histórico y filosófico advierte de que si Felipe hereda la corona puede romperse España definitivamente


MADRID.- La monarquía está en horas bajas, tan bajas que algunos sectores de opinión ya no sólo la dan por muerta, sino que están tratando de ver a quién le pueden echar el muerto, si me perdonan el juego de palabras. El periodista Javier Castro-Villacañas, hijo del delegado nacional de Prensa y Radio del Movimiento entre otros cargos, ya tiene un culpable. En su ensayo histórico y filosófico ‘El fracaso de la monarquia' analiza los caminos que han seguido la monarquía y el socialismo, su convivencia y diferencias, hasta juntarse en la Transición y la forma de Estado que hemos tenido desde 1978. Un país sin libertad política ni democracia verdadera, a juicio del autor. 

La obra no sólo es más oportunista que oportuna, también muestra poco rigor histórico. U ofrece el habitual en las publicaciones revisionistas que tanta relevancia han tenido en España en los últimos años. Un ejemplo reconocible es el relativo a la Guerra Civil. Castro-Villacañas sostiene que se llegó a ella por culpa del terrorismo de Estado.
Aunque se queda corto a tenor de lo manifestado en la presentación del libro en Periodista Digital, donde explicó que llegamos a las armas en el 36 por la "deriva totalitarista de las izquierdas".
Este tipo de lugares comunes de la historiografía franquista pudiera parecer que situan la obra dentro de lo predecible, pero no. En realidad, es amena y no inventa nada cuando repasa la agradable convivencia del rey Juan Carlos con los gobiernos socialistas. Pero sobre todo es entretenida porque guarda sorpresas muy divertidas, como la relativa a los atentados del 11-M.
"El accidente, la anormalidad, la intranquilidad del régimen en aquellas fechas, era únicamente prever la posibilidad de una nueva victoria del PP. Y un peligro real, más que posible, era que esa victoria lo hubiera sido por mayoría absoluta. Una tercera legislatura consecutiva de la derecha política, que hubiera puesto en entredicho la realidad y el auténtico ADN de nuestro régimen político, configurado como una Monarquía de izquierdas, o Monarquía socialista, tal y como se ha defendido a lo largo de estas páginas, era lo que se intentaba evitar".
A continuación, acusa tanto a la defensa de lo expuesto en las sentencias de la Audiencia Nacional y el Tribunal Supremo, como a su negación de "argumentaciones simplistas hasta la negación de la inteligencia". Como es de esperar, porque si no esta obra se encontraría en manos de un juez, no hay ni una sola prueba que demuestre que algo o alguien "intentaba evitar" que se pusiera en entredicho nuestra "monarquía socialista". Pero sí se apoya en que con Zapatero se inició la segunda fase de la Transición.
"No confundir con las expectativas creadas por la segunda transición de Aznar, que nunca fue llevada a la práctica y que sí suponía, como la primera, un proyecto de ruptura política, siendo por eso atacada, vilipendiada y, finalmente, derrotada por la izquierda"
De esta manera, el régimen profundizó en los valores de la Constitución del 78, un sistema, ojo al dato, "progresista en lo ideológico, socialdemócrata en lo económico, separatista en lo territorial". Porque esa es la tesis fundamental de este trabajo histórico y filosófico en su página 262, la monarquía se asentaba en la izquierda y los nacionalistas, mientras pensaban que la derecha lo permitiría por "el pacto del consenso".
Por supuesto, a la hora de situar en el contexto de esta reflexión el 23-F se habla de una operación quirúrgica para apuntalar el régimen. No había otra opción. Era o esa versión o tildarlo de maniobra de distracción para permitir la huida del armario del rey de una amante a punto de ser sorprendida. No obstante, revela que expertos electorales norteamericanos comentaron que la imagen de Suárez durante el golpe, con Gutiérrez Mellado intentando bajar el arma de Tejero, bastaban para ganar unas elecciones generales.
Según los textos en los que se apoya, Suárez quiso volver a la arena tras ese día, con la aquiescencia de Calvo-Sotelo, pero el rey lo impidió. A Juan Carlos no le gustaba que le hicieran sombra. De hecho, a todos los presidentes les pasan ‘cosas raras' cuando brillan demasiado, sostiene:
"Golpes de Estado y terrorismo en el caso de Adolfo Suárez, crímenes, robos y corrupción en la historia final de Felipe González; guerras, mentiras y masacres terroristas para finiquitar sin posibilidad la resurrección de la figura de José María Aznar. José Luis Rodríguez Zapatero también sufrió una operación política desgaste, animada por su irresponsabilidad para gestionar la crisis económica".
En cuanto a la relación entre monarquía y socialismo, a Castro-Villacasas ya le llama la atención hasta que la Restauración borbónica de Cánovas y la fundación del PSOE en una taberna se produzcan en la misma época. Luego, las estrategias posibilistas de Pablo Iglesias hacen el resto y pondrían de manifiesto según el autor la connivencia del trono y los socialistas, a excepción de cuando les dio por "hacer la revolución soviética en nuestro país". Sin embargo, también encuentra cierta relación entre los principios ideológicos socialistas y los del carlismo.
En resumen, todo esto sólo ha favorecido a los desmanes de la Corona, a las irregularidades que han surgido en torno a los socialistas, corrupción, GAL, etc... y a la pérdida de la identidad nacional. Otra prueba, cuando el rey le dijo a Ernesto Benach eso de "hablando se entiende la gente", que luego ERC usó ¡en catalán! de eslogan para ir a las elecciones. De hecho, el autor concluye alertando de que los nacionalistas catalanes ya han dejado caer que aceptarían una independencia sin perder su condición de súbditos de Juan Carlos.
"El gran problema para negociar es que no tenemos al Príncipe Felipe; tenemos a Juan Carlos I, que ya ha tomado partido por una cosa muy concreta, manifestó el hijo de Jordi Pujol".
Ese es el peligro que representa Felipe VI, si llega a reinar en España por medio de un "consenso" como el de 1978. Revivir lo ya vivido, según él, "falta de democracia, desintegración nacional y la nula existencia de auténtica libertad política":
La verdad es que para criticar nuestro déficit democrático no es necesario retorcer la historia desde el siglo XIX, inventar un pacto entre PSOE y monarquía por el hecho de que un sector del partido se acercara a Don Juan en el exilio  o aceptaran la Transición o sostener que los atentados del 11-M tenían como finalidad garantizar la supervivencia de la "monarquía socialista", pero vayan acostumbrándose a este término, que se va a repetir.

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