jueves, 12 de septiembre de 2013

El regreso de Corinna / Marcello

La falsa princesa Corinna zu Sayn-Wittgenstein ha reaparecido en la portada de Vanity Fair con motivo de un reportaje en el que la que parecía ser ‘la amiga íntima’ del Rey Juan Carlos I de España dice ahora del monarca que “el Rey es un anciano caballero que lucha por su salud”. Vaya, hace apenas unos meses el Rey era un apuesto cazador de elefantes en África al que acompañaba la tal Corinna en una romántica recreación de Mogambo a la española.

Pero ahora resulta que don Juan Carlos se ha quedado reducido a “un anciano caballero” y enfermo. Menuda pájara de cuenta nos ha salido la tal Corinna -se veía venir-, la que todavía se ufana de recibir llamadas del monarca para ella y para sus hijos, aunque promete que no volverá a España.

País donde disfrutó de discretas y pomposas acogidas y también de una mansión del Patrimonio Nacional, La Angorilla, sita en el Monte de El Pardo -junto al palacio de la Zarzuela- donde cabe imaginar que esta rubia fatal hacía negocios, mangas y capirotes y practicaba artes amorosas y marciales entre las que ella incluyó misteriosas misiones sobre los altos secretos del Estado español (sic), y algunos pinitos mediáticos como unos ridículos vídeos de salutación real a algún príncipe del golfo Pérsico, como el que se vio en Internet.

Ahora que la Familia Real estaba haciendo esfuerzos -el Príncipe en Buenos Aires, la Reina con Nadal- denodados por recuperar la deteriorada imagen de la Corona, que la Corinna y Urdangarin y el monarca con sus errores -por los que pidió perdón- habían manchado, reaparece la falsa princesa y agita las arenas turbias de aquellos polvos que trajeron estos lodos, y negocios a la sombra del Rey.

Lo que ha hecho Corinna con la aviesa intención de buscar fotos y notoriedad a ver si con estas apariciones consigue engatusar a otro poderoso caballero que le acerque a ‘Don Dinero’ y le abra, con su llave de oro y su abracadabra, las puertas doradas de negocios y comisiones de intermediación con llamadas de influencia como las que, temerariamente, ella ahora le imputa al Rey.

Ya apareció Corinna en la portada de Hola, posando y luciendo su palmito y su pulsera de  brillantes, aunque en aquel entonces daba la impresión de que lo hacía con otra intención: como si pretendiera consolidar o incluso hacer público en España su estatus ‘oficioso’ como amante del Rey, al estilo de las antiguas cortesanas -como la Pompadour- que influían en política y hacían negocios en las viejas monarquías europeas a la sombra y desde la recámara del Rey.

Semejante pretensión y exhibición no le salió nada bien, y hubo de salir de España a toda velocidad y por pies. Y cuando se creía -lo contaba un tal Fasana, asesor financiero de Suiza- en una muy jugosa confesión policial al hilo del caso Gürtel- que la Corinna había trasladado su nido de amor y lujo a Londres, con la ayuda de algunos ‘mecenas/mamporreros’ de la realeza, reaparece la susodicha y reabre la caja de pandora y de los truenos y tilda de “anciano enfermo” al Rey. ¿Hasta cuándo durará este culebrón?

Nadie puede decir en el palacio de la Zarzuela ni en la Familia Real que hay una caza mediática o política contra la monarquía, porque los problemas de la Corona los han creado ellos mismos y nadie más. La novedad reside en que estamos en una sociedad global y tecnológicamente comunicada, en la que los que antes eran secretos a voces pero no publicados, ahora son noticias que nadie puede frenar ni controlar.

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