jueves, 2 de enero de 2014

‘El Príncipe’ va a remolque / Pablo Sebastián

‘Es más seguro ser temido que ser amado’, escribió Maquiavelo ahora hace 500 años en su tratado político sobre ‘El Príncipe’. Pues bien, no parece ser este el caso de Rajoy en los albores del incierto año de 2014 porque nuestro presidente del Gobierno, ni una cosa ni la otra. Ni temido ni amado, y por lo tanto sin liderazgo y no respetado ni siquiera por los de su partido, los suyos, donde con frecuencia se atisban rebeliones de sus virreyes y barones nacionales y regionales, como se aprecia en Madrid, Mérida, Palma, Valencia, etc, desde Aznar a Monago. Quien no manda en su casa difícilmente puede mandar en la nación española, tan diversa y tan compleja.

Y por ello nos vemos en la necesidad de declarar nuestro asombro ante la iniciativa del ministro de Exteriores (aunque mejor convendría llamarlo ‘De la Guerra’), García-Margallo,  quien ha distribuido entre sus embajadores un memorándum para replicar y hacer frente a la ofensiva internacional de la Generalitat de Cataluña en favor de su independencia. Por lo que, otra vez, la ausencia y la parsimonia de Rajoy nos obliga a ir a remolque de las iniciativas independentistas, dejando a España en la pésima situación de tener que dar explicaciones en lugar de órdenes, que es lo que haría ‘el Príncipe’ para ser más temido que amado, y marcar el terreno de su autoridad personal y de su poder institucional.

Y de paso para cumplir con la Constitución y la ley, que Rajoy prometió cumplir y no cumple, cuando no la aplica con firmeza a quienes desde el poder institucional de Cataluña se saltan a diario la legalidad. Si Rajoy ha sido incapaz de hacer cumplir en territorio catalán las sentencias de los tribunales Constitucional y Supremo sobre la enseñanza del castellano y en castellano, ¿cómo se atreverá este presidente a impedir que la Generalitat malverse el dinero público de los ciudadanos españoles para promover la independencia de Cataluña y romper la imagen y la unidad de España?

¿Dónde está ese fiscal del Estado tan activo para salvar los banqueros y las infantas y tan ausente en la corrupción y la defensa del Imperio de la Ley? Pues Torres Dulce está agazapado bajo la mesa del ministro Gallardón, quien a su vez campa a sus anchas en la ausencia permanente de Rajoy. El que deja tras de sí un enorme vacío político que nadie ocupa en el palacio de la Moncloa, porque la vicepresidenta Sáenz de Santamaría no está a la altura política, ni por experiencia ni por convicción democrática, del problema España, y se limita a la función coordinadora de la Administración que tampoco se atreve ni logra reformar.

Rajoy no tiene solución, y su pretendida leyenda de astucia y galleguismo se empieza a desmoronar, incluso entre los dirigentes de su propio partido que dicen: ‘no es el hombre apropiado para afrontar la crisis general de España’. Aunque él, entré atemorizado y algo esperanzado, cree que la mejora de la economía que esperan que se vislumbré en este año de 2014 se convertirá en el bálsamo que ha de curar todos nuestros males y aquí incluido el desafío catalán. Su ministro Luis de Guindos acaba de anunciar buenas cifras para la recuperación del empleo, aunque mejor sería que los gobernantes empezaran por recuperar ‘la dignidad nacional’.

Cree Rajoy que Mas se cansará antes que él en su viaje por el borde del precipicio de la legalidad y que caerá o desistirá, como le ocurrió a Ibarretxe. Y puede que algo de razón tenga Rajoy pero, en este curso político y electoral (en junio habrás comicios europeos), puede que los ciudadanos les pasen a ambos una doble factura y que se atisbe en el horizonte la futura caída política de los dos: Rajoy y Mas. Y ambos por su falta de responsabilidad política y social. ‘El Príncipe de la Moncloa’ no está a la altura de las enseñanzas de Maquiavelo, quien también dijo: ‘El que ayuda a otro a hacerse poderoso causa su propia ruina’. Y eso es lo que Rajoy está haciendo con Mas, por su continua ausencia del debate nacional. Como convendría recordarle a Mas otra sentencia del politólogo medieval: ‘A veces lo que parece virtud es causa de ruina’. Y no sólo ruina política o moral, sino ruina económica, que es a lo único que teme el nacionalismo independentista catalán, y lo que se van a encontrar si siguen como van.

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