miércoles, 26 de diciembre de 2018

Carta de una joven republicana al rey Felipe VI: somos el futuro y nos habíais olvidado / Carlota E. Ramírez

Desde que tengo uso de razón, el día de Nochebuena, en mi casa, nos concentramos todos alrededor de la televisión a las 20:55 para ver el discurso del rey. Somos una familia republicana, pero nunca está de más estar informado para luego poder analizar o criticar —si viene a cuento— el rato en el que un señor al que nadie ha votado nos habla a todos los españoles. 

Por primera vez, este año, he sentido que existo. Tanto yo como mi entorno existimos. Y, aunque mis expectativas sean muy bajas, he sentido comprensión. La primera vez en 25 años que siento que el mensaje de Navidad va dirigido, de verdad, a todos los españoles.

Después de mucho tiempo, el tema central del discurso del monarca fuimos los jóvenes. Ni Cataluña ni la unidad de España (que también estuvieron presentes, claro), sino los jóvenes. Por primera vez sentí que nuestras ambiciones y problemas habían llegado a la Zarzuela, a pesar de que llevamos casi diez años reivindicando unos derechos básicos, un trabajo digno, unas condiciones que nos permitan emanciparnos o el suficiente respaldo económico para formar una familia, los que queramos.

A diferencia de sus generaciones precedentes, los millenials no han podido heredar los logros conseguidos. Por primera vez tras la posguerra, esta tendencia cambia: todos los datos nos dicen que viviremos peor que nuestros padres. Nosotros lo sabemos. Lo sabemos por las miles de horas que echamos por un sueldo irrisorio, por no poder volar del nido, por no poder crecer emocional y personalmente al no tener ingresos suficientes, por no poder ser autosuficientes... 


Pero, ¿lo sabe de verdad el rey? ¿lo saben los políticos? ¿Lo sabe el PP? ¿Y el PSOE? ¿Lo saben Puigdemont, Torra o los protagonistas de la crisis catalana? ¿Y los que cuelgan la banderita de España en el balcón? Nos hemos pasado años viendo cómo nuestro futuro era algo secundario en la agenda política: el paro juvenil, la reforma laboral, las tasas de las universidades, las prácticas mal pagadas, los trabajos ruineros como los que ofrecen empresas como Glovo o Deliveroo... 

Nada de eso importaba porque España se rompía, porque había cambio de Gobierno, una moción de censura, porque hay políticos en el exilio y otros presos. Obviamente, todos esos temas son importantes. Pero a nosotros nos han silenciado e ignorado. Tenemos colegas buscándose la vida en otros países, pluriempleados o con verdaderos problemas familiares por convivir en casa con sus padres a los 30 años y tener que seguir pidiéndoles la paga a pesar de tener una carrera y un máster. Y eso no hay banderita que lo tape.

"Como sociedad tenemos una deuda pendiente con nuestros jóvenes", decía el rey ante la cámara, "somos responsables de su futuro y las circunstancias de hoy en día no son, ni mucho menos, las más fáciles". Hizo mención a las nuevas tecnologías y nuevos "interrogantes" que se nos plantean. "Queréis vivir y convivir, pero tenéis problemas serios".

"Os tenemos que ayudar a que podáis construir un proyecto de vida personal y profesional, con un trabajo y un salario dignos, a tener un lugar adecuado donde vivir y, si así lo queréis, a formar una familia y poder conciliar con la vida laboral". Llegó un momento no supe si estaba viendo un discurso de Felipe VI o una asamblea del 15M.

He tenido sentimientos encontrados. Este año he dudado de hasta qué punto las palabras del monarca están condicionadas por el Gobierno de turno. Y entonces, ¿de qué me sirve lo que me diga hoy si cambiará en la próxima legislatura? Por eso, mis expectativas en que el discurso tenga una traducción real son pocas. 

Durante los últimos años he dudado mucho si sentarme junto a mi familia a escuchar hablar a Juan Carlos I y Felipe VI o hacer apagón informativo, como pedían muchos colectivos republicanos. Esta vez decidí escucharle y me quedo con que, al menos, tuve la certeza de que existimos.

Por un breve momento fue reconfortante verme reflejada en las palabras del rey. Pero no es suficiente: para las semanas, meses y años venideros palabras similares deberían salir por boca de los políticos. Que nos escuchen. Y que actúen. No se puede seguir construyendo un país ignorando a los que forjamos su futuro.



(*) Estudiante de Ciencias Políticas y Administración Pública en la UAM



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