MADRID.- Los reyes Felipe y Letizia, además de don Juan Carlos y doña Sofía, han
estado esta tarde durante más de una hora en la capilla ardiente de la fallecida a mediodía doña Pilar de Borbón instalada en la misma casa de la tía del jefe del Estado, para
transmitir su pésame a los cinco hijos que tenía la primogénita de los
condes de Barcelona.
Por expreso deseo de la propia tía de Felipe VI, sus restos serán
incinerados en la estricta intimidad, algo inusual hasta ahora en los
miembros de la Familia Real, y enterrados en el madrileño cementerio de
San Isidro junto a los de su marido, Luis Gómez-Acebo, fallecido en 1991
a los 56 años a causa de un cáncer linfático.
El funeral se celebrará en fechas próximas en el Real Monasterio de
El Escorial (Madrid), donde podría haber sido sepultada por su condición
de alteza real.
A la capilla ardiente, han acudido además la infanta Elena y el hijo mayor de la infanta Cristina e Iñaki Urdangarin, Juan.
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez; la del Congreso, Meritxell
Batet, y los líderes del PP, Pablo Casado, y de Cs, Inés Arrimadas, así
como el PSOE, han lamentado la pérdida a través de las redes sociales.
A pesar de la enfermedad, durante el pasado año participó en otros
eventos públicos, entre ellos, la despedida del rey Juan Carlos de la
actividad oficial el 2 de junio en la plaza de toros de Aranjuez.
La infanta Pilar nació en Cannes (Francia) el 30 de julio de 1936, a
las pocas semanas de estallar la Guerra Civil, a la que acababa de
incorporarse su padre, don Juan de Borbón.
El exilio familiar la llevó también a Roma, donde se encontraban sus
abuelos, Alfonso XIII y la reina Victoria Eugenia, luego a Lausana
(Suiza) y, desde 1946, a Estorial (Portugal), donde estudió enfermería.
En Portugal, vivió hasta que se casó con Gómez-Acebo, un aristócrata sin linaje real.
Ella misma reconoció que “estuvo en la mente de todos”, entre ellos
su familia, emparejarla con Balduino, el rey de los belgas, pero eligió
“casarse por amor”.
Su enlace morganático la obligó a desmarcarse de la línea sucesoria
en virtud de la normativa vigente entonces, algo de lo que nunca se
arrepintió.
De no haber existido prevalencia del varón en la sucesión a la Corona
hubiera podido haber aspirado a ser reina, pero renunció a cualquier
derecho siete años antes de que lo hiciera también su padre en favor de
su hijo Juan Carlos.
Con el paso de los años, la infanta Pilar se labró fama de campechana
y locuaz entre los Borbones por su franqueza a la hora de decir las
cosas.
“Me pregunten lo que me pregunten, contesto lo que me da la gana”, describía la duquesa de Badajoz su temperamento.
Tampoco tenía reparos en hablar de vez en cuando de política para
criticar la exhumación de Franco o recelar del pacto de gobierno entre
PSOE y Podemos o confesar que su sobrino, Felipe VI, lo estaba pasando
“muy mal” con el desafío independentista de Cataluña.
Salió además en defensa de la infanta Cristina y Urdangarin cuando se
enfrentaron al juicio del caso Noós, defendiendo que “nadie es culpable
hasta que los jueces lo digan”.
En 2016, la duquesa de Badajoz se vio envuelta en la polémica al
publicarse los llamados papeles de Panamá, donde fue propietaria de una
sociedad desde 1974 hasta pocos días después del relevo en el trono.
Otra de sus pasiones eran los caballos, que le llevó a ocupar la
presidencia de la Federación Ecuestre Internacional durante doce años
(1994-2006).
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