SANTA CRUZ DE TENERIFE.- El exdirector de El Jueves dice que no tiene fijación por la Casa Real,
cuyos miembros han protagonizado algunas de sus viñetas más polémicas, y
sostiene que ha reorientado su punto de mira hacia los banqueros.
Reconoce que con la edad se ha "suavizado", pero que de vez en cuando
deja escapar su vena gamberra. Lo ha entrevistado 'El Día'.
Manel Fondevila lleva siempre a mano una libreta y un lápiz, unas
"herramientas" que considera casi como una prolongación de su persona y
que le sirven tanto para atrapar una idea repentina como para saciar su
voracidad creativa o, simplemente, relajarse.
Así, en las páginas de sus cuadernos pueden aparecer desde el germen de la próxima viñeta que desatará la polémica.
Este catalán, propietario de una de las firmas más gamberras del
humor gráfico español, huye de calificativos como dibujante de cómics,
caricaturista o el rimbombante "notario de la realidad", que, según
recalca, usan algunos para calificar su profesión, y se autodenomina
"historietista".
"En realidad, cuando dibujo lo que hago es contar una historia, así que creo que es esa la mejor definición", apostilla.
Manel (Manresa, 1965), cuyos trabajos han sido merecedores de
prestigiosas distinciones como el premio al Mejor Cómic del Salón del
Cómic de Barcelona 2004, y que durante varios años ejerció como director
de la revista semanal El Jueves, es consciente de que la provocación es
uno de los ingredientes fundamentales de "este juego" y, de hecho,
asevera que procura siempre "forzar el límite".
Al respecto, explica que esto sirve para "desatascar" o "ampliar el
cauce" de algunos temas de los que, en un determinado momento, parece
que no se puede hablar. Sin embargo, sostiene que, "a pesar del
escándalo y el revuelo mediático inicial, al cabo de cinco años lo ves
como una chorrada".
A modo de ejemplo, cita la portada en la que dibujó a los príncipes de Asturias practicando sexo.
"En este caso, todo quedó en una cita ante la Audiencia Nacional y
una multa de 3.000 euros y antecedentes penales durante un tiempo que ya
ha prescrito, y, por lo tanto, podemos optar a ser guardias civiles",
bromea.
Así que, "si alguien tiene esta cantidad y le apetece, puede hacer lo mismo", sentencia.
El único inconveniente es que nunca estará en una lista de invitados
de una celebración organizada por la Casa Real. No obstante, subraya que
"a fin de cuentas, da igual, porque no tengo ninguna corbata".
A pesar de esa aparente fijación por la monarquía española, a la que
ha representado en toda suerte de situaciones, Manel argumenta que no
tiene un "personaje fetiche", pero que todo tiene su momento, y en este
momento el punto de mira de su lápiz apunta sobre los banqueros, a los
que responsabiliza de la situación económica y social de España y a
escala mundial, así como sobre la corrupción política.
En este sentido, recuerda que "cuando estaba Aznar en el poder era
una mina, sobre todo a partir de que se casó su hija, que parece que se
volvió majara". Después apareció Zapatero, del que arguyó que "aún hoy
nadie ha entendido bien cómo llegó a ser presidente y si era un inepto,
un torpe o Bambi como le decían", y ahora le toca el turno a Rajoy, del
que asegura que "también es un personaje grandioso".
Sobre este asunto, ironiza al afirmar que "con la crisis dinero no
hay, pero los que nos dedicamos a esto tenemos temas para rato".
Aunque confiesa que con el paso de los años se ha "suavizado", sigue
reivindicando su "vena canalla" y reconoce que, de vez en cuando,
necesita hacer "experimentos" y alguna que otra gamberrada". "Sin
sentido del humor no se puede vivir y, a la par, hay que estar un poco
enfadado para dedicarse a esto", puntualiza.
Por último, declara que no cree que haya temas tabú, pues todo es
susceptible de representarse en una viñeta satírica. Sin embargo, alega
que no tiene una postura clara sobre las caricaturas de Mahoma que
recientemente desataron conflictos por todo el planeta.
"Particularmente, opino que el único motivo que da pie a dibujarlo en
Occidente es el hecho de que no se puede hacer". Aun así aclara que no
hace chistes de árabes y del Islam porque corre el riesgo de caer en
estereotipos racistas y contra la inmigración. Y esto va en contra de su
código ético de que "hay que disparar siempre hacia arriba y no hacia
abajo, contra los que no pueden defenderse".
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