La última vez que la princesa Letizia y el príncipe Felipe acudieron al cine, el equipo de seguridad de la pareja utilizó una de sus ya clásicas maniobras para evitar que los paparazzi inmortalizaran
el momento. Algo tan sencillo como pedir la documentación en el
instante en el que el heredero al trono y su esposa abandonan el lugar,
y obligar así a los fotógrafos a echar mano de su cartera, se convierte
en toda una estrategia que impide que los reporteros se puedan ir a casa
con los deberes hechos. Pero, en ocasiones, los métodos utilizados por
los equipos de seguridad de la familia real no son tan inocentes y
varios paparazzi han querido hablar para Vanitatis y explicar el “acoso y derribo” al que han sido sometidos en más de una ocasión.
Una
de las más violentas se produjo durante los meses que duró el noviazgo
de la pareja. El fotógrafo Paco Ginés fue uno de los primeros en
soportar los métodos del equipo que vela por la seguridad de los
príncipes. Así lo cuenta Antonio Montero, dueño de la agencia a la que
pertenece el reportero: “Don Felipe y Doña Letizia habían decido pasar
una tarde de compras en un conocido centro comercial de la capital,
cuando los guardaespaldas se percataron de la presencia del paparazzi.
Paco fue hábil y se deshizo de la tarjeta de su cámara en la que se
habían registrado algunas instantáneas. La seguridad le llevó a un
cuarto destartalado, en el que no había ni luz. Le desnudaron, le cachearon y
le obligaron de mala manera a darles el material fotográfico. Viendo
que no lo tenía, le dejaron”. Este asunto no quedaría ahí. Al día
siguiente, la pareja volvía al mismo centro comercial, con la misma
ropa, pero, según Antonio Montero, con unos fotógrafos que ellos mismos
habían avisado, concretamente del diario El País. “Era una manera de neutralizar nuestro reportaje y que nadie nos lo comprase”, comenta.
Lo
que no se podía imaginar Antonio Montero es que tiempo después,
mientras seguía a los Príncipes durante su luna de miel, las imágenes
registradas en su cámara se borrarían de manera misteriosa una noche
mientras dormía. Esta no es la única anécdota que recuerda. El verano
que intentó captar a la princesa Letizia, el fotógrafo se marchó a
Cabrera horas antes de que el yate real surcase las aguas y permaneció durante horas agazapado intentando conseguir la tan deseada foto de la princesa en biquini. Montero fue denunciado
por permanecer en el paraje natural de la isla, como si de una
propiedad privada se tratase y, aunque consiguió el material, ninguna
revista compró el reportaje. “¿Por qué?”, se pregunta. Pero es una
pregunta retórica.
“Me apuntaron con una pistola”
No
todos los percances han estado relacionados con los Príncipes. Uno de
los más graves sucedió, muchos años atrás, cuando la familia todavía no
tenía el nuevo Fortuna, el yate con el que se desplazan por las
Baleares. “En aquel tiempo la familia se iba a pasar el día a una zona
militar considerada tierra de nadie, donde se sentían protegidos. Los
fotógrafos solíamos llegar por tierra antes que los guardaespaldas y nos
escondíamos con nuestros trajes de camuflaje”, cuenta Gustavo González, experto paparazzi que lleva años cubriendo los veranos de la Familia Real en Mallorca.
“Teníamos
entre media hora y una hora para hacer las fotos y desaparecer,
pero llegó una persona del equipo de seguridad que no nos conocía, nos
apuntó con la pistola y nos dijeron que dejáramos las manos en un lugar
visible. El guardaespaldas pidió refuerzos. Cuando llegó el capitán, que
nos conocía y que sabía que no éramos personas capaces de atentar
contra la Familia Real, sino simples fotógrafos, nos obligó a tirarnos
al suelo. Me dio dos patadas en los pies y me obligó a separar las
piernas. A mi compañero le trató a gritos. El primer escolta creyó que
la Familia Real corría peligro, pero el capitán no, se sobrepasó, se lo
tomó de manera personal y abusó de su poder”, añade.
“Mejor que nos llevemos bien”
Según cuenta a Vanitatis Juanjo Vega, paparazzi de Mallorca, hay veces que “no solo impiden nuestro trabajo, sino que favorecen a otros fotógrafos con los que tiene buena relación. Es
una manera habitual de fastidiarnos a los que no somos sumisos, como
cuando en el verano del 2007, y después de que un fotógrafo lograse las
primeras instantáneas de Letizia en biquini a bordo de un barco junto a
la Reina, los Príncipes hicieron una llamada a los reporteros de
confianza y se dejaron fotografiar camino de una playa con ropa
desenfadada y llevando una nevera”. Pese a la maniobra, las fotos de
Letizia y la reina vieron la luz.
“Mejor
que nos llevemos todos bien”. Esta fue la respuesta que le dio a Juanjo
Vega un responsable de Casa Real encargado de tratar con los medios,
según narra el mismo. El paparazzi se había quejado por el trato que
recibió por parte de los guardaespaldas de los príncipes a la salida de
un concierto celebrado en la plaza de toros de Mallorca. “Me presenté en
el concierto como fotógrafo, pero me negaron la entrada. Decidí
esperarles para hacer las fotos cuando saliesen. En ese momento, un
escolta se acercó a mí y me metió los dedos en el estómago. Era una manera de impedir que hiciese mi trabajo, pero hice fotos y llame para quejarme”.
Son las pequeñas batallas de una guerra entre nobles y plebeyos; entre el derecho a la información y a la intimidad.
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