Ha sido una semana dura. Una más, inmersa en
la estrepitosa campaña catalana, en la que, cómo no, han irrumpido los
inevitables rumores de corrupción. Y dominada también por el tema de los
desahucios, que ha culminado con una reforma que todos los sectores han
considerado excesivamente tímida. Pero la gran noticia, de la que se
hablará bastante en los próximos días, se la reservaba el jefe del
Estado. Con su simpática declaración pública diciendo que tiene que
pasar por el 'taller de reparaciones' y sufrir una nueva operación de
cadera, el Rey se convirtió en el protagonista absoluto de la 'cumbre'
iberoamericana que este sábado se clausuraba en Cádiz.
Tuve la oportunidad de estar allí durante las dos jornadas y puedo
constatar que en los corrillos no se hablaba de otra cosa que de la
salud de Don Juan Carlos de Borbón, que, pese a los dolores que padece,
aguantó estoicamente plenarios, almuerzos y cenas oficiales. Los rumores
sobre su estado, y el anuncio hecho por él mismo, en un marco
ciertamente insólito, acerca de su inminente paso por el hospital,
eclipsaron cualquier otra presencia. Y eso que la 'cumbre', que acabó
satisfactoriamente, según una mayoría de asistentes, congregó a los
jefes de Estado de todos los países iberoamericanos, excepto siete, a
los Príncipes de Asturias, al jefe del Gobierno, al líder de la
oposición y a los cancilleres de veinticinco naciones, amén de
empresarios y centenares de funcionarios.
Portavoces de La Zarzuela visitaban la sala donde un millar de
periodistas nos congregábamos -las dificultades para transitar por el
Palacio de Congresos gaditano eran severas- para puntualizar noticias,
disipar rumores y aclarar algunos malentendidos. Don Juan Carlos pasará
tres días en el hospital, comunicaban, y luego sus asesores pretenden
que se someta a una 'cura de descanso' que dure al menos hasta la Pascua
militar, cuando el Monarca cumplirá setenta y cinco años y reaparecerá
en público, reasumiendo su agenda. Claro que, antes, habrá enviado su
habitual mensaje de Nochebuena a los españoles, un mensaje que,
lógicamente, y como ya ocurrió, por otras razones, el año pasado,
despierta desde ahora no poca expectación: estos parlamentos del Jefe
del Estado ya no se pueden limitar a los vagos términos usuales.
Y es que el futuro del titular de la Corona, en momentos de
indudable crisis política y de cierta dispersión del sentido del Estado,
no puede dejar de ser un motivo de preocupación. Imposible ocultarlo en
esta 'cumbre' ante los 'hermanos iberoamericanos', en la que España
busca apoyos económicos en los cada día más prósperos países de América
Latina, incluso ofreciéndose como 'puente' no solamente para Europa,
sino también para el norte de África.
Ha sido, ya digo, una 'cumbre' con mayor enjundia que otras
anteriores. Pero la verdad es que estos acontecimientos no serían lo
mismo sin la presencia, ciertamente carismática, del Rey Juan Carlos. Y
eso que el Príncipe, que ha cultivado sus relaciones con los mandatarios
latinoamericanos a base de viajes frecuentes y asistencias a las tomas
de posesión de los nuevos presidentes, es una figura en alza en todo el
continente. Fue, sin duda, un acierto que, por primera vez, Don Felipe
asistiese a una 'cumbre' de estas características, como preludio de lo
que será una nueva época. Pero hay que reconocer que su presencia quedó
en un segundo lugar ante ese protagonismo absoluto que el Rey tiene
siempre en estos actos, pero más aún en esta ocasión.
La de Cádiz fue, sin discusión, más 'la cumbre del Rey' que nunca.
Una buena 'cumbre' que podría abrir las puertas de América Latina a las
pequeñas y medianas empresas españolas. Pero también una 'cumbre' que
cierra una era: a partir de ahora, las cosas serán diferentes y la
vigesimotercera 'cumbre', que se celebrará en noviembre próximo en
Panamá, será la última que se celebre cada año.
El inesperado anuncio
del Rey, explicando 'urbi et orbe' que pasará por el 'taller de
reparaciones' esta semana, también contribuyó a escenificar que una
época, en la que las relaciones entre España y América Latina fueron de
una determinada manera, ha pasado a la historia.
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