Por más que trato de justificarme a mí mismo el proceso de transición
desde la II República a la actualidad, siempre llego a la misma
conclusión: no puede pasarse de una forma de Estado como la república a
una dictadura militar y posteriormente a una monarquía parlamentaria.
Como mínimo, me deben un referéndum, en el que después de una dictadura,
se le pregunte al pueblo, que para eso es soberano, si desea una
monarquía impuesta a título sucesorio por el dictador, u opta por volver
a una III República, que debía haber sido y no fue.
No me sirve que digan algunas voces que el artículo 3 de la Constitución Española prevé la forma de monarquía parlamentaria y fue votado mayoritariamente por el pueblo español. Desde 1978 ha transcurrido el tiempo suficiente para corregir los errores de esta Constitución, o bien para modificar aquello que por obsoleto proceda.
Y todo ello lo traslado como reflexión a
todos aquellos que dentro del partido socialista alzan sus voces en
estos días solicitando una reforma de la Constitución que contemple la
posibilidad de establecer un Estado federal y así dar satisfacción a sus
hordas nacionalistas.
Como demócrata acepto todo tipo de consulta o referéndum que, previsto en la ley, nos de posibilidad de manifestar nuestra voluntad. Ahora bien, a todos aquellos que entienden que la reforma de la Constitución únicamente debe hacerse bajo la premisa de aquello que les interesa en un momento puntual, les diría que primero convoquemos el referéndum que nos falta y a continuación el que sea necesario.
Y dado que planteamos la reforma de la Constitución,
hagámoslo en los términos que mayoritariamente pueden preocupar al
pueblo soberano y, además plantear la forma de Estado que deseamos y
dejar clara la postura del partido socialista acerca de la monarquía.
Aprovechemos y revisemos también lo que dice la Constitución en su
artículo 16 y varios más cuando nos nombra de forma clara a la Iglesia
Católica como titular de una serie de derechos que deberían ser
revisados al tiempo que se procede con el Concordato de 1979 y se
procede a clarificar la relación con la Iglesia Católica de un Estado
que constitucionalmente se proclama laico.
En estos momentos en que parece que todos los militantes, fruto del nerviosismo, se decantan por la sustitución o no, del secretario general, cabría hacer una seria reflexión y concretar qué piensa el partido sobre los temas mencionados y otros más, antes de decidir quién es el compañero que debe liderar este proyecto. Primero los contenidos, y después el contienente.
Puestos a
valorar si el compañero Rubalcaba es el más indicado para liderar el
partido, deberíamos hacer una reflexión colectiva y analizar cuántos
dirigentes territoriales han hecho de la política su profesión y
después, en muchos casos de más de 30 años, se creen capaces de
ilusionar y liderar el partido a nivel territorial (craso error).
Reflexionemos y pensemos en darle la vuelta al partido como antiguamente
se hacía con los calcetines y, partiendo de las ideas claras y concisas
con posicionamientos que nos sitúen de forma evidente ante el
electorado, seamos capaces de volver a ilusionar.
(*) Miembro del Comité Nacional del PSPV-PSOE
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