lunes, 7 de enero de 2013

Monarquía, ni sexenal / Rafael Loret de Mola *

(...) Hace unos días, el rey de España, Juan Carlos de Borbón, último reducto del franquismo –fue el deplorable “caudillo” quien le ungió en vida de éste para asegurar la continuidad evitando, según supuso, una nueva guerra civil-, quien reverente se postró ante el cadáver del dictador cuyos excesos –sobre todo las matanzas de “rojos” adversarios en cada población hispana-, son motivo de vergüenza, aunque haya quienes prefieran aplicar la amnesia con el pretexto de no recrudecer ni resucitar los “viejos rencores”, para una nación que no parece ver la luz al final del túnel del caos financiero, consecuencia, entre diversas causas, del espejismo del consumismo que el pueblo sintió como un oasis tras muchas décadas de ominosa postración y esclavitud simulada, para caer, de nuevo, en el oprobio de la pobreza sin satisfactores suficientes para una supervivencia digna.
Tal es el drama de los españoles pero también de los británicos, los belgas, los daneses y, en general, los pueblos nórdicos, sometidos todavía al glamour de las familias que se suponen son herencias de la voluntad divina y tienen derecho, sólo por razones de nascencia, a ser tratados como seres superiores y, como tales, intocables... hasta que baten los tambores de las insurgencias y el terror vindicador se apodera de las estancias suntuosas... como sucedió en Versalles bajo el reinado de Luis XVI y la austriaca y despilfarradora María Antonieta.

Lo mismo ahora, no pocos españoles se preguntan por qué debe permanecer la monarquía. ¿Acaso para mantener un costoso símbolo que es más superfluo que real? En el recién extinto 2012 fue evidente que la familia de los Borbones cometieron suficientes excesos para ser deplorables, desde el yerno incómodo, el ex deportista Iñaki Urdangarín, hasta la testa coronada atrapado en una cacería de elefantes con su amante, mientras el pueblo, en general, se debate entre el desempleo y la angustia. Uno de cada cuatro españoles en edad productiva están sin trabajo... además, claro, de los muy bien pagados miembros de la realeza inútil. Nunca había sido tan claro este aserto aun cuando hasta los socialistas hayan tratado de simularlo quién sabe por cuáles causa soterradas.

Alguna vez, el ex presidente “socialista” del gobierno español, Felipe González Márquez, amigo y consejero del mayor multimillonario del planeta, Carlos Slim Helú, respondió titubeante a una interrogante del político mexicano Manlio Fabio Beltrones, actualmente convertido en una suerte de contrapeso hacia dentro del presidente Peña Nieto:

--¿Cómo se puede explicar –cuestionó Beltrones- la fusión de una monarquía con la democracia?
González, el aludido, pareció cimbrarse con el cuestionamiento al que no está acostumbrado en sus territorios ibéricos y, al fin, se animó a responder con una evasiva monumental:
--Pues, la verdad, no lo sé... pero funciona.

¿Por decreto o por comodidad de una clase política que deja a los monarcas hacer su vida con tal de mantener aglutinados a los españoles? Es fama que el propio González, al asumir la presidencia del gobierno en 1982 –manteniéndose por catorce años en la misma, un poco más del tercio del periodo franquista-, le dijo a Juan Carlos:

--Usted, Majestad, diviértase... mientras nosotros hacemos nuestros deberes.

Y tomó el Borbón la invitación a rajatabla dejándose ver en su yate, llamado “El Bribón” como analogía excepcional, como reflejo de la prosperidad de una España incapaz, hasta hoy, de zanjar las tremendas heridas, todavía dolorosas porque se mantienen abiertas, de una guerra sin más sentido que los extremismos facciosos, odiosos, inútiles. ¿Liberales y conservadores?¿Será posible que la humanidad no encuentre alguna salida digna para resolver el enigma de los bandos irreconciliables? Y ya estamos muy avanzados en este tercer milenio (...)

(*) Periodista y escritor mexicano, conocido por ser uno de los más serios críticos del sistema político mexicano. Sus libros contienen información confidencial sobre numerosos actores políticos de México. Jamás ha sido desmentido públicamente. 

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