miércoles, 16 de enero de 2013

La legitimación de nuestra Monarquía / Manuel Mariscal Zabala

Los años están pasando factura al Rey Don Juan Carlos, y no solo físicamente. Las últimas encuestas publicadas sobre la imagen del Monarca y la Monarquía que representa son las peores de su reinado. Así, según publicaba el diario El Mundo el pasado 3 de enero el apoyo a esta institución cae al 54%, mientras que en 1997, según el CIS, esa aprobación era del 70%.

El porqué de estos malos resultados está claro: descubrir su viaje secreto a Bostwana en un momento delicado para las familias españolas, las desventuras económicas de su yerno Iñaki Urdangarín, los diversos tipos de crisis que vive nuestro país, que hace que muchos crean que eliminar esta institución sería un paso más para crear un país más saneado a nivel económico y, por último, la aparición de una nueva generación de españoles que no vivieron los momentos en los que el Rey era el capitán de un barco llamado Transición y que por tanto no presenciaron, es decir, no presenciamos —me incluyo— en primera persona su utilidad y que, muchos de ellos —y en este caso no me incorporo—, tampoco se preocupan por conocer su momento de mayor esplendor (más de la mitad de los menores de treinta años no saben en qué año fue coronado ni quién fue su padre, según una encuesta de La Razón publicada el pasado 6 de enero).

Y en el cómo solucionarlo, entraría en juego un lavado de imagen basado en una mayor transparencia que dejara ver la utilidad y rentabilidad de esta institución. Pero llegados a este punto alguno se preguntará: ¿Y por qué solucionarlo?, ¿por qué no dejarla caer y que sean los años los que determinen el fin de una institución arraigada en la historia de España?.

Y yo, como mero estudiante que siente que la monarquía es uno de los pilares que sustentan la unidad de España, me siento en la obligación de explicar dos o tres razones que hacen que no interdice una España republicana como algo positivo para nuestro país.

España desde su nacimiento ha sido monárquica. Las instituciones evolucionan. Y nuestra Monarquía a lo largo de los siglos ha ido evolucionando hasta convertirse en una institución encuadrada en el ámbito democrático. En Europa hay 10 monarquías, y de ellas la española no tiene nada que envidiar en cuanto a procesos que la legitiman democráticamente, como la apuesta del Rey por el inicio de una transición que significaba libertad y unidad, después de un periodo donde la libertad era una esperanza y la unidad una obligación y no el resultado de una voluntad, el referéndum de 1978 para aprobar la Constitución, que daría lugar a un nuevo sistema denominado "Monarquía parlamentaria", o la noche del 23-F, que todos conocemos bien.

Franco no impuso a su sucesor, solo respetó la línea sucesoria, que determinaba que "Juanito" era el hombre que la historia conocería como el Rey Don Juan Carlos I. Y afortunadamente, éste le desobedeció en su promesa de mantener los principios del Movimiento, y gracias a su carisma y experiencia en “guerras sucias" por el poder supo guiar una transición hacia la democracia sin necesidad de violencia. El Rey depositó todo su poder en unas Cortes elegidas por todos los ciudadanos. Esa es su verdadera legitimidad política y democrática.

Y quiero hacer hincapié en la legitimidad histórica. Así, el 14 de mayo de 1977, Don Juan de Borbón en presencia del ministro de Justicia —Landelino Lavilla Alsina, que actuó como Notario Mayor del Reino— confirmaba la transmisión de los derechos dinásticos en su hijo Don Juan Carlos; y el 22 de junio de 1977, José Maldonado, último Presidente en el exilio de la Segunda República Española procedía en París a la disolución de las instituciones republicanas en el exilio.

Yo defiendo una monarquía parlamentaria que arbitre y modere. Quiero a un Jefe del Estado que nos represente a todos, y más teniendo en cuenta la gran rivalidad política de los españoles. Posiblemente el Jefe del Estado en una república tendría un signo político, defecto que el Rey no posee. Lo que hace que actúe con neutralidad ante decisiones importantes. En una Monarquía parlamentaria el pueblo elige a sus representantes. El Rey nos representa a todos. Más allá de ser de derechas o de izquierdas, somos españoles y como tal, al igual que una bandera y un himno tenemos una figura institucional que nos representa, no de una forma ideológica sino institucional.

Y es precisamente el hecho de que no es puesto por nadie lo que hace que cumpla su función de una forma independiente, arbitral y neutral. ¿Por qué cambiar algo que funciona bien?, ¿estaría la izquierda a gusto con un Rajoy como presidente del Gobierno y un Aznar como presidente de la República?, ¿estaría a gusto la derecha con un Rubalcaba como presidente del Gobierno y como presidente de la República un José Luis Rodríguez Zapatero? Sinceramente creo que no. La Monarquía es algo que se adecua a nuestra historia, no repitamos el mismo error por tercera vez. Como diría Emilio Castelar, Presidente del Poder Ejecutivo de la Primera República Española: “Que bonita es la República en tiempos de Monarquía”.

El Rey ha simbolizado la unidad y la continuidad de nuestra democracia. Espero que la mayor parte de los españoles siga simpatizando con él y con Don Felipe como Rey de este régimen de libertades. Y es por ello que el caso Urdangarín debe aclararse cuanto antes por el bien de la Casa Real y del prestigio —merecido— de la Corona española, que haya una mayor trasparencia informativa, y un mayor acercamiento al pueblo español. Y como sé que el Rey es humano, y como ser vivo acabará llegándole su hora de dejar una España mejor que la que encontró, quiero recordar que esta institución podrá ser sustituida, pero nunca morirá. Y así finalizo, apelando a la figura del Príncipe Don Felipe, que sabe desde que era un niño su futuro cargo, que está mucho más preparado en todos los sentidos que cualquier político, elegido en muchos casos por enchufe, a dedo o sin estudios.

Será un buen Rey porque sabe que si no lo es, a la mínima, los españoles se lo reclamaran, y en muchos sectores, con crudeza, y no como un presidente de la República, que sabe que su cargo tiene fecha de caducidad. No eliminando parte de unos cimientos hacemos más fuerte ni más seguro un edificio. La Monarquía nos es útil, es barata y el Rey cumple su tarea. No deberíamos desprendernos de un pilar de nuestra historia. Hemos tenido al Rey que necesitábamos, y que posiblemente nos merecíamos, un Rey que nunca deberíamos olvidar por cuanto ha hecho por nuestro país. Como espero sea recordado el reinado de su heredero, el Principie Don Felipe, que presencia el reinado de su padre como su futuro y su leal servicio a España como su destino. 

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