MADRID.- Las nuevas aportaciones del polémico Diccionario Biográfico Español de la Real Academia de la Historia se suceden con cuentagotas y a cada entrega, más pruebas del disparate. Tras la segunda publicación de trece tomos (que adelantó este periódico), llegan dos más, entre los que destaca la biografía de Letizia Ortiz Rocasolano, princesa de Asturias y, sobre todo, abnegada ama de casa, tal y como la describe la Casa Real.
En el apartado de actividades oficiales de la princesa se puede leer: “Las prioridades para la princesa son su familia y el apoyo en la labor institucional del príncipe de Asturias. Por tanto, ella se ocupa diariamente de sus hijas,
las infantas Leonor y Sofía, y trata de hacer compatible sus tareas
como madre con su trabajo al lado del Príncipe Felipe en determinados
actos oficiales”. El perfil no lo firma ningún historiador, tampoco
aparecen las referencias bibliográficas que aluden a la vida de la
biografiada, como sucede en el resto de las 40.000 entradas. Sólo se
lee: “Casa de Su Majestad el Rey”.
Es un caso ejemplar de las dudas sobre la labor de supervisión de las comisiones encargadas de coordinar la elaboración del Diccionario.
En este caso no se peca de falta de revisión, sino del desatino de
incluir en una obra escrita y creada por historiadores una fuente
interesada, como ya ocurrió en otras como la más sonada de todas que
describía a Franco como “autoritario, no totalitario”, escrita por Luis Suárez, historiador medievalista vinculado a la Fundación Francisco Franco.
El
resultado es una revisión edulcorada, propagandística y limitada de la
vida de la protagonista. Para entendernos, la Casa Real ha colocado el
currículo de doña Leticia en el Diccionario, algo más parecido a un perfil de Linkedin
que a una narración historiográfica fundamentada en el rigor y el
contraste. Es por muestras de este tipo por lo que los historiadores han
sentenciado a la obra al olvido, por considerarla un “fracaso” y un “atentado”.
Mientras
esperamos los diez últimos volúmenes para cerrar una obra que ya está
desfasada, como se ha podido ver en los perfiles de empresarios
halagados en papel e imputados en los tribunales, el pasado más difícil
de digerir para la Casa Real se ventila de un plumazo en el primer
párrafo: “Doña Letizia contrajo matrimonio civil en 1993 y se divorció
un año más tarde”.
Su pasado personal antes de proclamarse
princesa, el 22 de mayo de 2004, es obviado y evitado para centrarse en
su carrera laboral como periodista, del que se hace una descripción paso
a paso de cada uno de los cometidos desempeñados en su paso por
periódicos, agencias y televisiones, como redactora, reportera y
presentadora.
Puro currículo
Tras ocultar su
figura de princesa bajo la sombra de resignada madre, la biografía trata
de recuperar su presencia como esforzada protectora de la infancia y la
juventud. De ella se dice que tiene el remedio para que los niños no
caigan en las redes de una vida de vicio: “Está convencida de que una
buena salud física y mental asienta sus bases en estos hábitos, que
tendrán su máxima eficacia si se fomentan en los primeros años de vida
de los niños. Se incluyen entre ellos la alimentación, la actividad
física y el desarrollo de habilidades sociales como arma para impedir
las adicciones tempranas en edades críticas”.
Según el autor o autora de la biografía facilitada por su propia
Casa, la princesa de Asturias tiene también la solución para el 28 % de
abandono escolar de los jóvenes españoles, el doble que el resto de la
UE (según la oficina de estadística Eurostat): “El fomento de la
lectura y la comprensión lectora como eje fundamental del desarrollo
intelectual del alumno es otro de los puntos en los que la Princesa de
Asturias trabaja para luchar contra el abandono y el fracaso escolar”.
El
ejercicio de retórica propagandística corre por cada una de las
diligencias de la semblanza que se destacan, olvidando otras menos
benévolas. Hay muchos mundos que reclaman el interés de Letizia Ortiz,
desde la discapacidad a las enfermedades raras, la lucha contra el
cáncer y el impulso a la investigación científica. Lamentablemente,
tampoco se hace referencia al varapalo en el gasto público, que en
ciencia es de más de 2.600 millones de euros en los dos últimos años.
El
final de la épica de la Princesa, la protectora de la infancia, la
defensora de los que sufren patologías poco frecuentes, la comprometida
luchadora contra el cáncer, la investigadora, la valedora de personas
con discapacidad visual, la promotora de buenos hábitos de salud física y
mental, también puntualiza que siempre se mantiene cerca de su marido
en “el contacto con los Ejércitos” y su “asistencia al Día de las
Fuerzas Armadas”, “la entrega de las banderas de combate a unidades” o
en la “jura de bandera en la guardia real”. Y a pesar de esta intensa
agenda, para la Casa Real la “prioridad para la Princesa” son su familia
y su dedicación al Príncipe.
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