La valoración ciudadana del Rey Juan Carlos se ha
vuelto a desplomar en el último mes por las supuestas sospechas de su
implicación inicial, o no, en el golpe del 23-F, y por la retirada de
apoyo o no al Presidente Adolfo Suárez en esos momentos. Entonces, el
título completo de este artículo sería Monarquía ¿Plan Renove o III
República?
¿Solo se contempla la posibilidad de la
abdicación del rey Juan Carlos en su hijo, el príncipe Felipe, al menos
para salvar a la Casa Real borbónica?
De no ser así,
tarde o temprano, la ciudadanía española, como una gran marea imparable,
buscará otras alternativas. El personal no está ya para aguantar mucho
más con tanta crisis, corrupción, recortes brutales y mentiras del
Gobierno del PP, paros, desalojos, etc. Los españoles indignados se
manifiestan en las plataformas y mareas ciudadanas.
Ante este descalabro, los políticos y el Gobierno de Rajoy no hacen más
que contraatacar: “las manifestaciones y los escraches subvierten las
reglas del juego, la legalidad vigente y la esencia del sistema
representativo que nos hemos dado”. Y para rematar la faena presentan la
“ley Fernández, ministro de la porra”, sobre Seguridad Ciudadana. Ley
presumiblemente no constitucional, que pretende reprimir las muestras de
descontento. El PP, junto a otros partidos, intenta despistarnos,
produciendo otros ruidos, para que olvidemos esta desafección política
contra ellos. Y para eso, reinventa el tema de todos españoles muy
unidos, el rey también, para que no se nos escape Cataluña…
No saben nuestro malos políticos que es esto precisamente lo que
solicita la mayoría de los españoles: otras reglas del juego
democrático, incluso la reforma de la Constitución. El descrédito
general de nuestro sistema político, incluida la monarquía, llega ya a
límites exagerados. Y al igual que en otros países del sur de Europa es
esto lo que se cuestiona por culpa de la inoperancia, avaricia y
corrupción de muchos políticos, y de muchos de los dirigentes de la gran
banca y de las grandes empresas. Los españoles buscan desesperadamente
otras alternativas, y el apoyo “cojo” de la monarquía ya no nos vale,
pues muchísimos pensamos que, en el fondo, la Corona es parte del
problema; es inherente a este sistema que desechamos.
Y esa alternativa al régimen político-económico actual tiene nombre y
apellidos en la España del siglo XXI: Tercera República. Y, claro, ya
surgen los miedos y los fantasmas del pasado: los revanchismos; las
criticas sobre la mala gestión de la última República; la guerra; la
división de las dos Españas... Pero es que la monarquía borbónica
tampoco ha sido durante la historia española un deshecho de virtudes.
La República será posible, y, sobre todo, será realmente útil, si
quienes estamos objetivamente interesados en ella, respetemos que llegue
en un proceso constituyente protagonizado por mayoría absoluta. Y
precedido de un amplio debate para redactar una nueva Constitución con
la máxima participación popular. Finalmente será ratificada en las urnas
por los ciudadanos. La III República democrática sólo puede ser
alcanzada democráticamente.
No queremos lanzar
arengas incendiarias pero a juicio de millones de españoles, la
monarquía juancarlista no sólo "es anacrónica y de origen dictatorial",
sino que además "es innecesaria". Últimamente, y también hace un año,
una acumulación de traspiés y escándalos han acelerado el desgaste del
juancarlismo: Intromisión ante la decisión del juez Castro de imputar a
su hija, la infanta Cristina, por el caso de corrupción del Instituto
Noós. Tema Princesa Corinna. Por mucho que nos diga el ministro de
exteriores García-Margallo, no le creemos: durante años, Corinna actuó
como representante del rey Juan Carlos y como amiga, ante la corrupta
Casa Real saudí. Sus continuas escapadas para la caza ilegal de
animales. La dudas surgidas por su patrimonio (la herencia de su padre
D. Juan de Borbón en cuentas millonarias de Suiza); sus mediaciones ante
empresas extranjeras o los donativos recibidos sin transparencia
alguna. Su longeva edad con continuas enfermedades y accidentes. Y otra
vez más, las sospechas del 23-F…
No podemos obviar
que para muchos españoles existen puntos muy oscuros del rey Juan Carlos
en el año 75, jurando y acatando las leyes franquistas. Y se dirá lo
que sea, pero el joven príncipe Juan Carlos, entonces, juró fidelidad y
lealtad a Franco y a la dictadura nacida del golpe de Estado del 18
julio. Sus palabras exactas están de las Cortes y en el archivo
audiovisual de la Filmoteca de Nodo.
Otra cosa es
que a los partidos mayoritarios desde los años de la Transición –PP y
PSOE y a otros nacionalistas- les haya venido bien el lema “de rey de
todos los españoles”, para así quitarse un problema electoral y de
gobierno de en medio. Para ellos, la Monarquía era la única institución
que garantizaba la unidad y la estabilidad política de España”.
Ahora, sin embargo, el gran activo del Rey —la democracia y su papel en
episodios como el 23-F— ya no supone un plus. Aunque no creamos a pie
juntillas a la periodista Pilar Urbano, en su último libro sobre el
papel del Rey en el 23-F, quedan muchas sombras y oscurantismos sobre el
intento de golpe de Estado de Tejero ¡Pedimos a gritos que se
desclasifiquen los papeles del 23-F! Pero, además, millones de
españoles, nuestros jóvenes, carecen de esa referencia, de la
postguerra, de la dictadura y de los años de la Transición. El apoyo al
Rey se desploma, sobre todo entre los jóvenes. Hay un gran desgaste del
rey, al que por ahora solo le han dado jaque para que se mueva o ponga
pieza delante ¿seguirán hasta el mate?
¿Plan Renove
de la monarquía, y que gobierne de momento, su hijo Felipe, príncipe de
Asturias? ¿O damos paso poco a poco, sin traumas ni prisas, a la III
República española? Ya es hora de que un rey, majestad o no, deje de
reinar para que nos gobierne un Presidente de República, cargo no
hereditario ni de la nobleza.
Esperemos que Aznar y González no se presenten a candidatos, que ya les gustaría, ya...
(*) Profesor y escritor
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