MADRID.- Dicen los que la conocen que si la Infanta Leonor (8 años) es pura
genética Borbón en sus rasgos físicos, como avalan sus grandes ojos
azules biotipo 'princesa de cuento', lo es todavía más en su carácter,
muy parecido al del Heredero. Como él, es tranquila, buena gente y menos traviesa que su hermana Sofía (7), aunque quizá a su edad está demasiado pendiente del rol que le ha deparado el destino.
Esto desata su curiosidad por todo lo que hacen sus padres, a los que a
veces deja estupefactos con sus comentarios, como cuando preguntó al
Príncipe: «Papá, ¿cuándo voy a hacer yo un discurso como tú?», revela hoy 'El Mundo'.
Algo que va a ocurrir quizá antes de lo que imaginaba en sus
fantasías infantiles, ya que la sorpresiva abdicación de Don Juan Carlos
va a convertir en Rey al Príncipe este jueves, 19 de junio, y por tanto
a Leonor en la heredera al trono más joven de Europa. Desde el mismo instante en que su padre jure como Monarca, será
automáticamente Princesa de Asturias, de Gerona y de Viana, además de
duquesa de Montblanc, condesa de Cerverá y Señora de Balaguer.
Asimismo, habrá que darle el tratamiento de Alteza o Señora, dirigirse a
ella en tercera persona y saludarla con una reverencia. Además, según
el decreto ley aprobado por el Gobierno el viernes, tanto ella como su
hermana precederán a sus abuelos los Reyes en el protocolo.
Algo de obligado cumplimiento incluso para el mismísimo presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, quien ocupará un puesto inferior a Leonor en rango protocolario
en los actos institucionales. En los que por cierto sonaran 19
cañonazos de salva y cinco gritos de «¡viva España!» en honor de la
pequeña princesa. Por no hablar de que, seguramente, se van a
multiplicar hasta el infinito las peticiones para que Leonor acuda a eventos oficiales:
de hecho con sólo cuatro años fue requerida para inaugurar el complejo
de la central eléctrica de Bolarque, en la localidad alcarreña de
Almonacid de Zorita, si bien la citada inauguración tendrá lugar dentro
de 20 años.
Infancia normal
Seguramente por eso, su padre, el Príncipe, aceptó, ya que si hay algo que tienen muy claro Felipe y sobre todo Letizia es que sus hijas deben de tener una infancia lo más normal posible
y ajena a su condición de infantas. De hecho, fue una sorpresa -hoy
sabemos que relacionada con la abdicación de Don Juan Carlos-, que el
pasado 2 de mayo las pequeñas acudieran con sus padres al 25º aniversario
de la promoción de la Academia General del Aire de San Javier, en lo
que se convirtió en su primer acto oficial. Su presencia protocolaria se
había limitado anteriormente a las dos veces que la selección española
de fútbol fue recibida en Zarzuela, por su victoria en el Mundial en
2010 y la Eurocopa en 2012.
Pero el acto de San Javier no va a representar un cambio de
tendencia, según atestigua un miembro del círculo de los Príncipes. «Lo
de que sus hijas tengan una infancia como otros niños no es un tópico,
sobre todo en Doña Letizia. Ella está muy pendiente de su educación, diría que tira a madre obsesiva, por lo que les evita no sólo aquello que las pueda dañar sino también malcriar, es bastante exigente con ellas, al contrario que el Príncipe, que las mima y tolera más».
Como consecuencia, además de exponerlas con cuentagotas públicamente,
salvo en vacaciones en Mallorca o en alguna salida navideña con la
Reina, suele negarse a que las fotografíen, especialmente en momentos
privados, algo que advierte muy claro en las celebraciones infantiles a
las que acuden. Como ejemplo, en abril pasado, cuando regresaban de
esquiar en los Alpes, coincidieron en el avión con unos conocidos que
viajaban con su hijo, de la edad de las infantas. El padre quiso hacer
una foto de recuerdo, pero la Princesa rechazó la idea amablemente,
aduciendo que temía que esas fotos circularan por las redes sociales, aunque prometió enviarles una foto dedicada, eso sí, con sello de Zarzuela.
La abuela Paloma
Para que las infantas puedan tener las vivencias de cualquier niño, cuenta como aliada con su madre, Paloma Rocasolano,
quien por deseo de Letizia se instala en Zarzuela cuando la Princesa
tiene algún viaje. Es ella quien se encarga, por ejemplo, de pasearlas en autobús de la EMT,
parapetadas tras unos gorritos para evitar ser reconocidas. Lo curioso
es que cuando Paloma Rocasolano no está disponible, la Princesa deja a
veces a Leonor y a Sofía en casas de íntimas suyas de su etapa de
periodista, que viven sin ningún tipo de lujo. En una de estas
ocasiones, cuando la amiga de Letizia estaba haciendo la limpieza, la Infanta Leonor le pidió: «¿Me dejas pasar la fregona?».
Una auténtica escuela de la vida para neutralizar la poco didáctica
pompa palaciega que les rodea, lo que preocupa a Letizia, quien quizá
por eso es bastante estricta con su educación.
Leonor y Sofía se acuestan entre las ocho y media y las nueve de la noche,
tras el baño, sea verano o invierno. Alumnas del colegio Los Rosales,
donde estudió el Príncipe, Leonor cursa tercero de primaria y Sofía esta
en primero. Su madre, Letizia, vigila mucho su alimentación,
por lo cual llevan su almuerzo en una tartera, donde brillan por su
ausencia las grasas y predominan fruta, proteínas y verduras, sobre todo
brócoli, del que la Princesa es fan, y que en Zarzuela cocinan al vapor
para que no pierda propiedades. Además de sus materias lectivas, reciben clases de ballet y se desenvuelven bien en inglés,
ya que una de sus dos niñeras es británica y les habla en su idioma, en
el que también les lee cuentos. Para que se familiaricen con otras
lenguas españolas, sus padres les compran también relatos infantiles en catalán.
Ambas hermanas son diferentes: pese a compartir pelo rubio, Sofía es
más recia y tiene los ojos oscuros, herencia Rocasolano. También su
carácter es muy distinto, ya que la pequeña es más espontánea y llana que Leonor, que a sus 8 años ejerce de hermana mayor, como en aquella ocasión que en presencia de un científico le dijo: «Sofía, tienes que comer antioxidantes, que son muy buenos para la salud». Además, Leonor empieza a darse cuenta de que, como Heredera, es el centro de atención. Algo
que inquieta especialmente a Letizia, que no quiere que su hija se
convierta en una niña altiva, ni menos aun que la pequeña Sofía, la
segundona por mor de la sucesión, se sienta desplazada.
Por ejemplo, en septiembre, cuando Leonor se hizo su primera foto oficial con el Rey y el Príncipe para la web de Zarzuela, Sofía se llevo un gran disgusto al verse marginada, cosa que arreglaron posando con ella en otra instantánea igual que quedó para el álbum familiar.
Aprenderá catalán
Inevitablemente, a Leonor le espera un destino muy distinto, que empezará a esbozarse en breve ya desde su formación, como
le ocurrió a su padre, el Príncipe. Su plan de estudios, diseñado por
el Monarca, Sabino Fernández Campo, entonces jefe de la Casa Real, y el
general José Antonio Alcina, su tutor, comprendía cursar COU en el
extranjero, en el Lakefield College canadiense, para paliar la
sobreprotección palaciega; pasar por las tres academias militares, como
futuro jefe de las FAS; una carrera universitaria (el Príncipe eligió
Derecho con asignaturas complementarias de Económicas); un master en
Relaciones Internacionales en la universidad de Georgetown, y un stage
sobre Unión Europea en Bruselas.
Un plan similar se proyecta para Leonor, incluida su instrucción en los tres ejércitos,
como ha corroborado Pedro Morenés, ministro de Defensa, por lo que
supone de «normalización de la presencia de la mujer en las FAS». Pero
habrá también diferencias. Leonor tendrá que aprender los idiomas del Estado (catalán, euskera y gallego), cosa que su padre ha hecho de adulto. Y machacar más el inglés, pues para el Príncipe era el idioma familiar.
Era otra generación, y entonces los padres pasaban menos tiempo con
los hijos. El Príncipe iba a besar a su padre al despacho al llegar del
cole, y comían todos juntos si no había actos ni viajes. Por contra, los
Príncipes son unos padres muy cercanos, de hecho él suele llamar a su
mujer «mamá» en presencia de sus niñas, a las que dedican todo su tiempo
libre: desayunan todos juntos y se turnan para llevarlas al colegio.
Cuando toca fiesta infantil, las llevan personalmente y procuran
quedarse hasta el final, para perplejidad de los invitados. Es una forma
diferente, más moderna de ser padres.
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