sábado, 7 de junio de 2014

La semana de una abdicación exprés / José Oneto

La semana que se cierra este primer viernes de junio, ha sido sin duda, la semana más trepidante y agitada desde el punto de vista político e institucional que ha vivido España en lo que llevamos de este nuevo siglo, en el que precisamente, está a punto de cumplirse en 2015, el cuarenta aniversario de la instauración de la Monarquía en nuestro país, la fecha redonda en la que el rey Juan Carlos tenía previsto, en principio, poner fin a su reinado y abdicar en su hijo Felipe de Borbón y Grecia.

Sin embargo, todo se ha adelantado, por los resultados electorales del pasado 25 de mayo, por la crisis que está viviendo el partido socialista y el propio secretario general del PSOE, Alfredo Perez Rubalcaba, que ha hecho su último servicio al país, dejando su dimisión para finales de julio, cuando se celebre el Congreso extraordinario del partido, para controlar el voto del grupo parlamentario en la Ley Orgánica de la Abdicación; por la casi segura imputación de la infanta Cristina en el sumario de Nóos, con lo que se sentará en el banquillo, el vía crucis de la Zarzuela, y por lo que parece que es el final del bipartidismo.

Todas estas razones han sido sorprendentemente desmentidas por el Palacio de la Zarzuela que, hasta ahora, se ha refugiado en el “cambio generacional”, en una operación abdicación exprés, que por lo menos fuera de España, se interpreta como una operación salvamento de la Corona, según se desprende de las conclusiones e interpretaciones que se han hecho en las cancillerías internacionales, y en los análisis de los medios más influyentes internacionales de Europa.

El encabezamiento que este miércoles hace de lo que está ocurriendo en España es de por sí significativo, según la versión de Le Monde: La abdicación del rey de España, Juan Carlos I, en favor de su hijo Felipe parece una maniobra de última oportunidad para intentar salvar un sistema político en quiebra. No es del todo una sorpresa. Sin duda, Juan Carlos siempre había dicho que moriría con la corona sobre la cabeza. Pero la crisis institucional que atraviesa el país se ha agravado tanto estos tres últimos años, que el traspaso de poder a su hijo se había evocado estos últimos meses – incluso por los defensores de la institución monárquica – como una solución razonable para intentar salvarla. Cuando además, con la crisis económica, otras muchas cosas habían entrado en crisis.

La realidad es que los tres pilares sobre los que estos 39 años se ha basado el sistema han sido la Monarquía, la organización territorial del estado como garantía de la unidad del país, y un bipartidismo que ha funcionado razonablemente bien, hasta que han aparecido los graves problemas de corrupción en una España azotada por los ajustes y los recortes, y por una crisis que ha puesto de manifiesto las profundas diferencias sociales, y la marginación en la que viven millones de ciudadanos que, legítimamente están indignados y que han votado en consecuencia.

Esos tres pilares son los que también han entrado en crisis. La Monarquía con los sucesivos escándalos que estallan a partir de 2012, (con rubia, Urdangarin y elefante, incluidos), y a los que no se les da una solución imaginativa y creíble, lo que origina el resurgimiento del republicanismo, aparcado desde el inicio de la transición. El modelo territorial, criticado por los excesos económicos de las Autonomías, recibe su definitivo desafío cuando la Generalitat de Cataluña, afirma que ya no está cómoda en una España que le discrimina y anuncia un referéndum para la independencia y la secesión de España, para dentro de cinco meses, mientras desde Euskadi, se empieza a decir que la cuestión vasca sigue sin resolverse. Y, por último, el 25 de mayo, el mundo económico y político recibe la noticia de que, como vaticinaban las encuestas el bipartidismo, el tercer de los pilares del sistema, también está tocado. Es entonces, sea cual sea la versión de Zarzuela, cuando hay que poner en marcha el lunes de esta semana que termina este viernes, la operación abdicación exprés, deprisa y corriendo. Algo que no concuerda con la versión de la propia Zarzuela cuando insiste que se está estudiando la renuncia Real, desde hace meses.

El portavoz de Zarzuela ha señalado que la llegada de Felipe VI dentro de dos semanas, no iniciará una nueva etapa en la historia de España, algo que sí ocurrió cuando su padre accedió al trono tras 40 años de dictadura franquista, sino que más bien supone la “continuidad” de aquel cambio histórico. “La Monarquía significa estabilidad y este paso que se va a dar, con la más absoluta normalidad, representa la continuidad en una etapa nueva en la historia de España que arranca en 1975″.

Sí va a haber continuismo, si no se abre una nueva época en la que el futuro Rey, en unas circunstancias difíciles, tendrá que ganarse el trono, no se entiende la abdicación, a la que habría que haber revestido de más solemnidad y grandeza porque es algo más que un simple cambio generacional.

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