La semana que se cierra este primer viernes de junio, ha sido sin
duda, la semana más trepidante y agitada desde el punto de vista
político e institucional que ha vivido España en lo que llevamos de este
nuevo siglo, en el que precisamente, está a punto de cumplirse en
2015, el cuarenta aniversario de la instauración de la Monarquía en
nuestro país, la fecha redonda en la que el rey Juan Carlos tenía
previsto, en principio, poner fin a su reinado y abdicar en su hijo
Felipe de Borbón y Grecia.
Sin embargo, todo se ha adelantado, por los resultados electorales
del pasado 25 de mayo, por la crisis que está viviendo el partido
socialista y el propio secretario general del PSOE,
Alfredo Perez Rubalcaba, que ha hecho su último servicio al país,
dejando su dimisión para finales de julio, cuando se celebre el
Congreso extraordinario del partido, para controlar el voto del grupo
parlamentario en la Ley Orgánica de la Abdicación; por la casi segura
imputación de la infanta Cristina en el sumario de Nóos, con lo que se
sentará en el banquillo, el vía crucis de la Zarzuela, y por lo que
parece que es el final del bipartidismo.
Todas estas razones han sido sorprendentemente desmentidas por el
Palacio de la Zarzuela que, hasta ahora, se ha refugiado en el “cambio
generacional”, en una operación abdicación exprés, que por lo menos
fuera de España, se interpreta como una operación salvamento de la
Corona, según se desprende de las conclusiones e interpretaciones que
se han hecho en las cancillerías internacionales, y en los análisis de
los medios más influyentes internacionales de Europa.
El encabezamiento que este miércoles hace de lo que está ocurriendo en España es de por sí significativo, según la versión de Le Monde:
La abdicación del rey de España, Juan Carlos I, en favor de su hijo
Felipe parece una maniobra de última oportunidad para intentar salvar
un sistema político en quiebra. No es del todo una sorpresa. Sin duda,
Juan Carlos siempre había dicho que moriría con la corona sobre la
cabeza. Pero la crisis institucional que atraviesa el país se ha
agravado tanto estos tres últimos años, que el traspaso de poder a su
hijo se había evocado estos últimos meses – incluso por los defensores
de la institución monárquica – como una solución razonable para intentar
salvarla. Cuando además, con la crisis económica, otras muchas cosas
habían entrado en crisis.
La realidad es que los tres pilares sobre los que estos 39 años se ha
basado el sistema han sido la Monarquía, la organización territorial
del estado como garantía de la unidad del país, y un bipartidismo que ha
funcionado razonablemente bien, hasta que han aparecido los graves
problemas de corrupción en una España azotada por los ajustes y los
recortes, y por una crisis que ha puesto de manifiesto las profundas
diferencias sociales, y la marginación en la que viven millones de
ciudadanos que, legítimamente están indignados y que han votado en
consecuencia.
Esos tres pilares son los que también han entrado en crisis. La
Monarquía con los sucesivos escándalos que estallan a partir de 2012,
(con rubia, Urdangarin y elefante, incluidos), y a los que no se les
da una solución imaginativa y creíble, lo que origina el resurgimiento
del republicanismo, aparcado desde el inicio de la transición. El
modelo territorial, criticado por los excesos económicos de las
Autonomías, recibe su definitivo desafío cuando la Generalitat de
Cataluña, afirma que ya no está cómoda en una España que le
discrimina y anuncia un referéndum para la independencia y la secesión
de España, para dentro de cinco meses, mientras desde Euskadi, se
empieza a decir que la cuestión vasca sigue sin resolverse. Y, por
último, el 25 de mayo, el mundo económico y político recibe la noticia
de que, como vaticinaban las encuestas el bipartidismo, el tercer de los
pilares del sistema, también está tocado. Es entonces, sea cual sea la
versión de Zarzuela, cuando hay que poner en marcha el lunes de esta
semana que termina este viernes, la operación abdicación exprés,
deprisa y corriendo. Algo que no concuerda con la versión de la propia
Zarzuela cuando insiste que se está estudiando la renuncia Real, desde
hace meses.
El portavoz de Zarzuela ha señalado que la llegada de Felipe VI
dentro de dos semanas, no iniciará una nueva etapa en la historia de
España, algo que sí ocurrió cuando su padre accedió al trono tras 40
años de dictadura franquista, sino que más bien supone la “continuidad”
de aquel cambio histórico. “La Monarquía significa estabilidad y este
paso que se va a dar, con la más absoluta normalidad, representa la
continuidad en una etapa nueva en la historia de España que arranca en
1975″.
Sí va a haber continuismo, si no se abre una nueva época en la que el
futuro Rey, en unas circunstancias difíciles, tendrá que ganarse el
trono, no se entiende la abdicación, a la que habría que haber
revestido de más solemnidad y grandeza porque es algo más que un simple
cambio generacional.
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