Como la paloma de Alberti, se equivocó por creer que el trigo era
limpio y resultó que ni su yerno Iñaki ni su nuera Letizia lo eran. Se
equivocó.
Pilar Urbano, que mantuvo conversaciones con doña Sofía para su libro
“La Reina muy de cerca”, habló también sobre su yerno: “Es bueno,
bueno, buenísimo y tiene un fondo espiritual y moral enorme”. Además le
calificaba como “un hombre muy sensible, muy bien educado, atento,
espontáneo, alegre y animado”.
Tanto le admiraba que, en una ceremonia de la entrega de los Premios
Príncipe de Asturias, la reina Sofía no estaba sola en el palco real del
Teatro Campoamor de Oviedo. Quien aparecía junto a ella, como un chevalier servant
de la soberana, sentado a su izquierda, ni un paso atrás ni un paso
adelante, era… Iñaki que horas antes y contra todo protocolo fue el
encargado de recibirla al pié de la escalerilla del avión, a su llegada
al aeropuerto de Asturias en vez de hacerlo la primera autoridad del
Principado.
¿Se trataba de una promoción del esposo de la infanta Cristina, más
serio, más frío, ambicioso y calculador que su concuñado Jaime
Marichalar, más artista, más frívolo, más fashion y más snob a quien
procuraba no parecerse?
Según la periodista opusdiana “la Reina no tiene un pelo de tonta
pero es lenta, es germana”. Yo pienso que es ingenua. Pero, sobre todo,
torpe, muy torpe.
Lo demostró el 3 de diciembre de 2011, cuando se presentó en
Washington, en pleno “caso Urdangarin”. Era la primera persona de la
Familia Real en dejarse ver en público con su hija Cristina y su yerno
cuando el escándalo ya había estallado.
La fotografía de la Reina sonriente junto a un no menos yerno
relajado y, al parecer, feliz en la portada del “Hola”, indignó a la
opinión pública.
No hay que olvidar que el 22 de julio, el juez Castro, que instruía
el caso Palma Arena, había abierto una pieza separada para investigar
las supuestas actividades delictivas del Instituto Nóos que presidía
Iñaki Urdangarin.
Un año y medio más tarde, el entonces duque de Palma es apartado de
la agenda oficial de la Casa Real por su “comportamiento no ejemplar”.
Fue el comienzo de la cuesta abajo en la rodada del tango, hasta que
el rey Juan Carlos decide que, para alejar a su yerno y a su hija
Cristina del ojo del huracán de los escándalos, abandonen España y se
vayan a vivir a los Estados Unidos, concretamente a Washington, como
ejecutivo de Telefónica, algo así como la tripa de Jorge en la que caben
todos aquellos recomendados reales y no tan reales.
Otro gran error de doña Sofía, intentando lo imposible -lo de la
familia unida- se produjo en el mes de abril del 2012 cuando la soberana
decidió que toda la Familia Real, incluido Iñaki, acudiera al hospital
Quirón San José de Madrid para visitar al Rey, tras la operación de
cadera, a consecuencia de una caída en Botsuana, donde se encontraba con
su “amiga entrañable” Corinna.
La llegada la hicieron en un mono volumen que conducía el propio
Urdangarin, a quien el Rey se negó a recibir, permaneciendo en una
salita contigua al dormitorio.
Unos minutos más tarde, llegaba Felipe con su esposa e hijas. La
visita duró 45 minutos, hasta que a Letizia, que se encontraba apoyada
en una pared, como si estuviese harta, se le oyó decir, con voz
alterada: “¡Vámonos ya!”
Otra equivocación de doña Sofía: para mantener a la familia unida en
la conmemoración del cincuenta aniversario de la muerte del rey Pablo,
puso en aprieto al Rey y, sobre todo, a los entonces Príncipes de
Asturias, al convencer a su hija Cristina que le acompañara. Felipe y
Letizia hicieron lo imposible para evitar la foto juntos.
También con la nuera se equivocó, se equivocó la paloma. Doña Sofía
pensaba era la esposa ideal para su hijo, que había aportado modernidad
en la Familia Real. La consideraba inteligente y enamorada de su marido.
Y le ayudó en todo lo que pudo y mucho más. Hasta que se enteró, por el
libro del primo de Letizia, David Rocasolano, que había abortado en su
día, implicando al entonces Príncipe para borrar el rastro de aquel
triste suceso.
Desde entonces, ella, tan defensora de la vida, se ha alejado de la nuera en lo que a afecto se refiere.
Y es que, como titulamos esta crónica, se equivocó la Reina, se equivocó, una vez más. Pero, sobre todo, con Urdangarin.
(*) Periodista
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