Fui admirador incondicional del corresponsal de la Tele Única en el
Nueva York de los sesenta sin VHF. De 625 líneas emitidas en pulgadas
estrechas, adelgazadas por el régimen, y al mucho movimiento a través
de la enorme antena parda, difusora de programas desde el Paseo de la
Habana de Madrid, camino obligado de la tecnocracia nacional con el Seu
a la cabeza y sus chicos avispados buscando los logros de la ciencia,
convertidos, mas tarde y con paciencia, en políticos de toda la vida,
ahora viejas glorias de la democracia junto a los adictos, los
incondicionales, los que aparentan, o los que no entendían. Y otros
tantos, buscando nuevos horizontes entre las ondas hertzianas por el
imperio hacia Arriba, dejando a Pueblo en Huertas, con el mismo
añil-strong solo para la imprenta.
Después de tanto tiempo, diría que medio siglo, vuelvo a verlo, a
escucharlo, a contemplar su imagen y movimientos, sus ególatras razones
y sus cadenas. En esta ocasión, mas ligero de carnes, gris marengo,
mayor de edad, buena pinta y nada obsoleto.
Eso sí, abstraído en su sapiencia; los mismos gestos, castellano
perfecto, sin rumor alguno de seseos de la tierra, impecable
pronunciación, como antaño. Y cámaras, muchas cámaras repartidas por la
camareta de trabajo de Su Majestad para el montaje del mejor plano.(Por
Dios, por Dios).
Y así se vio la entrevista: Don Juan Carlos, soportando su
convalecencia, sus muletas, la silla giratoria de cinco patas, y otras
cargas del atrezzo, respondiendo a las preguntas del Match Hermida
del mejor modo, dando a entender que aquello que preguntaba el maestro
de la tele, inscrito en el círculo de continuas reverencias, ya lo había
contestado antes en un par de cientos de ocasiones.
La originalidad del periodista admirado se piró a esa otra dimensión del tedio,dejándonos no se qué, no se como, súbitamente.
Mas, sin cejar, don Jesús siguió intervivando al Rey como si tal
cosa, en una suerte de gestos estudiados que a don Juan Carlos le
recordaba, seguramente, a Recaredo y al resto de los Reyes Godos
incluidos en lista interminable de la primaria, para aburrir.
A pesar del traspié de la ahora “Gloriosa de Rtve”, que no solo
pierde audiencia sino aceite de linaza, como llaman a las desviaciones
presupuestarias, quise sentir y vibrar en mis recuerdos con los decires
de Hermida desde new york-New York avivando el punto álgido del Empire eluminado en conexión con Zarzuela,
para debatir y preguntar por los asuntos de la impronta, del presente
continuo y del futuro. O del pluscuamperfecto, si a mano viene, y no
para charlar del mar y los peces.
Lo que realmente esperaba de mi admirado Hermida, quedó en el saco
extraviado de sus majestades los Magos de Oriente, sin que nadie de la
afamada cadena de Cabalgatas se preocupara de presentar un programa de
Reyes mas sugestivo, mas directo, mas entregado, mas común en estas
anchuras de la vida nuestra.
Mas tarde vendría doña Pilar Urbano, otra grande,
en la cadena Cinco, hablando de cosas de Zarzuela para completar mis
dudas sobre la generosidad de las musas del plasma y el papel couché.
(*) Profesional independiente en el sector Bellas Artes