miércoles, 13 de febrero de 2013

Monarquía platanera / Alicia Arés

Cada día se hace más palpable que sólo somos Europa porque lo dicen los mapas. Ante la crisis provocada por Bárcenas la palabra clave ha sido ‘transparencia’. El nuevo abracadabra que lo soluciona todo por arte de magia. 

Opaca ‘transparencia’ en la anti-rueda de prensa de Rajoy. Eso sí, con los periodistas castigados en otra sala viendo al presidente por televisión. No vaya a ser que le distraigan con sus preguntas y la gente no entienda el mensaje. Leo lo que me han escrito, pongo cara como de “Bárcenas, eso no me lo dices en la calle y se acabó. Esto de la transparencia está chupao. Sí, claro, señor presidente. Lo malo es que en pocos días tenía usted que visitar Alemania y allí lo de la democracia y el papel de los periodistas se lo toman un poco más en serio que aquí. Y allí sí que tuvo que responder. Y claro, como no lo llevaba escrito pues dejó una de sus frases lapidarias, otro ejemplo de transparencia: ‘Todo lo que se ha publicado es falso, salvo alguna cosa’”.

‘Transparencia’ es también que la cúpula del PP se reúna durante días para decidir si muestran públicamente o no las últimas declaraciones de la renta del presidente. En otros países, sí, de esos aburridos en los que hace siempre mucho frío y donde no se puede tomar cañas en las terrazas al sol con su correspondiente tapita, como diría Ana Rosa Quintana, las declaraciones de la renta de los gobernantes son públicas por ley. Aquí que Rajoy enseñe las suyas desde el año 2003 al 2011 se ha denominado ‘striptease financiero’. Y este destape, lejos de aclarar nada, siembra más dudas. Sobre todo cuando se comprueba que de 2006 a 2011 Rajoy se aumentó el sueldo un 27 por ciento. Eso es transparencia, y no la de los picardías.

España, este solar recalificado, es de los pocos países en los que un ciudadano acude a las instituciones públicas solicitando información sobre cómo se gastan sus impuestos y recibe un NO por respuesta ya que no hay ninguna ley que obligue a las administraciones a informar a los ciudadanos sobre lo que hacen con el dinero de todos; sí, ese que se llevan los Urdangarines, Bárcenas, Gürteles y EREs andaluces. Escándalos que salen a la luz gracias a los periodistas. Sí, esos a los que no dejamos hacer preguntas.

Pero nuestros políticos se han dado cuenta de esta abisal laguna democrática. Sólo han tardado 35 años en percatarse de que es necesaria una ley de transparencia. Aunque yo no se me haría muchas ilusiones. Las primeras dudas del proyecto giran en torno a si la Casa del Rey debe estar incluida o no.

Ante este panorama, no se le ocurra protestar. Porque, sin usted saberlo, puede que sea un anti-sistema. Si se sientan en la Puerta del Sol, es una conducta antidemocrática. Si se concentran ante el Congreso es un ataque a la democracia. “Si me atacan a mí, atacan a la sacrosanta democracia, a ver si lo entienden de una vez. Ustedes votan cada cuatro años y se acabó. Y de manifestarse nada, a casita que para eso le hemos programado unos cuantos Madrid-Barça”.

Que los políticos se intercambian los jueces como si fueran cromos, que el Senado sirva para que un montón de desconocidos estén calentitos y que la función de la prensa sea mantenernos domesticadamente entretenidos, no significa que la nuestra no sea una democracia avanzada. Faltaría más. Evidentemente no somos una república bananera. Somos una monarquía platanera.

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