martes, 5 de marzo de 2013

Generosidad histórica con la figura del rey Juan Carlos

Sr. Editor:

Me alegra que la Casa Real trabaje en la abdicación. Lo que lamento es que el final del período del Rey Juan Carlos coincida con esta tormenta de corrupción. A los hagiógrafos les va a quedar mucho trabajo para limpiar tanto...


A lo peor es que los finales siempre son así, decadentes, inmorales, corruptos, sucios.


Miro hacia atrás y me da lástima ver que tantos riesgos vividos van a acabar en un escenario triste forzado por las circunstancias. Este país es muy cainita. Sólo espero que podamos hacer un esfuerzo de generosidad histórica hacia la figura del Rey Juan Carlos.


Quizá le exijamos demasiado a la vida y a la historia. Al fín y el cabo el final llega siempre en momentos inesperados y nadie nos garantizó que sería como un cuento de princesitas. 


Lo que suceda en la Casa Real, y en la sucesión, es importante, pero no podemos perder la referencia de lo que es prioritario. 


Aquí lo primero es el pueblo español, y este está siendo víctima de una trituradora económica que está poniendo a sus ciudadanos y al país en una situación que nadie podía imaginar. Es posible que volvamos a una posición económico-industrial de hace 60 años. El tejido industrial se ha destruido (externalizado). El Estado, a las órdenes del poder político, ha hecho dejación de funciones en la persecución de fraude fiscal (el 70 % corresponde a: grandes empresas, sector financiero, grandes fortunas). Sin esta parte del fraude fiscal la Administración no tendría que acometer los recortes sociales que está haciendo. Estoy hablando del fraude actual, no de las modificaciones fiscales, más redistributivas, que habría que hacer. 


¿Dónde está lo no recaudado? ¿Quiénes son aquellos que defienden el "más privado y menos público"? ¿No serán casualmente estos que defraudan? 


Volviendo a la monarquía, hoy en día Monarquía o República no es el debate. No es lo importante. La monarquía será importante para los ciudadanos de este país si de nuevo se sitúa al lado del pueblo, pero de una forma real, sin subterfugios ni apariencias. 

¿A quién le importa que el Palacio Real esté habitado si no hay futuro?


La crisis ha abierto el melón constitucional, pero la forma del Estado no es la clave, sino en la garantía efectiva de nuestros derechos y el respeto efectivo de nuestras garantías.


No puede continuar el abuso de una "clase política" (no podemos negar esa realidad) que no se ha visto salpicada por la crisis, al tiempo que mantiene sus privilegios a espaldas de los ciudadanos. 


El modelo social y económico debe pasar por la eliminación de privilegios y la garantía de los derechos, sobre todo los de educación, sanidad, acceso a la vivienda, acceso al trabajo, etc.

¡Que todavía estemos reclamando derechos del siglo XIX....!


El engaño social que han organizado desde los sectores más conservadores y regresivos amenaza con la destrucción del propio sistema. O quizá lo que quiere este mundillo neoliberal es reducir el Estado a la mínima expresión. Lo cierto es que el Estado es la estructura de normas que amalgama una sociedad; fuera de este espacio sólo queda la selva, la ley del más fuerte. 


Son demasiados siglos de avances sociales como para echarlo todo por la borda. Aún me queda un halo de esperanza para que esto se reconduzca. 
Rafael F. Cid
VALENCIA

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