MADRID.- La imagen del Rey necesita ser apuntalada después del 'caso Urdangarín' y del 'caso Corinna'
y el Gobierno y el PSOE han decidido colaborar de forma decidida en
este empeño. Para comprender mejor el sentido del acuerdo sellado entre Mariano Rajoy y Alfredo Pérez Rubalcaba
después de abordar en privado la crisis de la Corona, es interesante
conocer el prisma desde el que se intenta transmitir el problema en la
Casa Real.
A su jefe, Rafael Spottorno, se le ha escuchado responder en privado a un grupo de periodistas que le han preguntado por Corinna: “Pero…¿Por qué no os fijáis en el hijo de Alfonso XIII,
ese que anda por ahí, por la calle? ¡Esta es una cuestión privada que
solo afecta al Rey…!”. El presidente del Gobierno y el líder de la
oposición han asumido al dictado este criterio y han decidido no mover un dedo que moleste a don Juan Carlos y contribuya a precipitar su abdicación mediante maniobras que puedan interpretarse en clave de presiones políticas.
Este rechazo a cualquier tipo de coacción es algo que se ha dejado
claro desde el principio en el entorno del monarca. La decisión de
destapar o no la sucesión en el trono es algo que solo compete a don
Juan Carlos y en ningún caso el Rey estaría dispuesto a dar un paso de
esta naturaleza movido por apremios políticos. "Es algo personalísimo",
se advierte desde La Zarzuela.
El PP y el PSOE han interiorizado estos márgenes de actuación después
de que Rajoy y Rubalcaba hayan abordado esta cuestión en privado.
Fuentes de los dos grandes partidos confirman este pacto que se traduce,
sobre todo, en guardar silencio sobre cualquier tipo de polémica que
afecte a la crisis de la Corona y en no alimentar la erosión sufrida por
la figura del Rey.
Un dirigente socialista lo explica en estos
términos: “Nosotros somos un partido de Gobierno, entrar en el debate
sobre si don Juan Carlos debe abdicar o no sería, con independencia de
la opinión de cada uno, pegarnos un tiro en la cabeza tal y como está en
estos momentos el país”. Las mismas fuentes informan que Rubalcaba
habla todas las semanas con el Rey, una razón de más para que, hace
quince días, sintiera como un sablazo en el estómago que antes de
enfrentarse a Rajoy en el debate de la nación, Pere Navarro (PSC) reclamara desde Cataluña la abdicación del monarca.
La conveniencia de taponar todas las vías posibles de escape en este acuerdo de mutismo ha llevado al ministro de Exteriores, José Manuel García-Margallo, a contactar con el diputado socialista Juan Moscoso,
portavoz en la comisión mixta para la Unión Europea, para que el
Gobierno y el PSOE trabajen al alimón y eviten posibles filtraciones que
puedan llegar a resultar comprometedoras para los dos últimos Gobiernos
de José Luis Rodríguez Zapatero, con Miguel Ángel Moratinos y Trinidad Jiménez al
timón de la cartera de Exteriores, y para el actual Ejecutivo del PP.
A
Moratinos, ahora a sueldo del Gobierno de Qatar y con residencia
habitual en Doha, le competería desarrollar sus encantos para mantener
bajo rigurosa custodia las notas que pudieran conservar él y su antiguo
equipo sobre los viajes que don Juan Carlos, acompañado de Corinna,
realizó a los países árabes bajo palio diplomático para mediar en
importantes contratos a favor de empresas españolas. Hay datos que ya se
han filtrado y están siendo investigados por algunos grupos
parlamentarios. Por ejemplo, el viaje que este séquito realizó en 2006 a
Riad, donde fue recibido por el príncipe Al-Waleed de Arabia Saudí con la intervención estelar de la princesa en su papel de ‘consejera estratégica’.
Durante años, la princesa alemana participó en numerosas reuniones
oficiales y también privadas que dejaron huella en las minutas de las
embajadas españolas de los países que visitó cuando todavía no era vox
populi ni su relación con el monarca ni su afición por la consultoría.
Estos rastros podrían acabar saliendo a la luz si no opera la
complicidad entre el PP y el PSOE que busca Margallo y que ha dado
apariencia de franqueza a los desmentidos escuchados en los últimos días al propio titular de Exteriores, a la vicepresidenta del Gobierno, a Rubalcaba y hasta al ex ministro de Defensa José Bono,
sobre la colaboración de Corinna en “asuntos de Estado clasificados”
que ella misma desveló en un reciente publirreportaje publicado por El Mundo.
El más gráfico en este rosario de negativas ha sido Bono. Hace tres días, en declaraciones a Europa Press,
fue muy directo: “El Rey no necesita intermediarios ni princesas
alemanas, su prestigio se lo ha ganado él. Corinna es una
insignificancia para el Estado, esta señora es paja. Cuando estuve de
ministro de Defensa fui jefe de los servicios secretos y esta señora ni
estaba ni se la esperaba. Después de escuchar lo que dice [en referencia
a su entrevista en El Mundo] ni está, ni se la espera, ni se la quiere. Todo indica que es una campaña de salvaguarda personal. El Rey merece un respeto…”.
En medio de tanta tinta de calamar, la Mesa del Congreso acordó ayer citar el martes 19 al director de los servicios secretos, el general Félix Sanz,
para que informe a puerta cerrada sobre el trabajo que la bella Corinna
desarrolló para el Estado. “El trabajo que he realizado para el
Gobierno español, cuando se me ha pedido, ha sido siempre delicado,
confidencial. Son asuntos clasificados, situaciones puntuales que yo he
ayudado a solucionar por el bien del país”, le dijo la princesa a la
periodista Ana Romero.
Al margen de lo poco que cuente el director del CNI, el Gobierno
tendrá que cubrir el expediente de contestar a las preguntas que le han
dirigido Izquierda Plural y otros grupos menores. Los interrogantes son
de este tenor: ¿Ha usado la noble alemana recursos del Estado y ha
actuado como asesora estratégica del Gobierno?
“Enterrar el escándalo, por mucho pacto que haya, va a ser misión
imposible. Hay morbo, sexo, dinero, espías y todos los ingredientes para
que las llamadas a la responsabilidad institucional parezcan una
broma”, reconocía ayer un veterano diputado socialista.
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