MADRID.- Periodista de larga y destacada trayectoria, actualmente presidente del grupo Nuevo Lunes, que edita los semanarios El Siglo y El Nuevo Lunes, José García Abad (Madrid, 1942) es autor de libros de éxito como La soledad del rey, Adolfo Suárez. Una tragedia griega, Las mil caras de Felipe González, El Maquiavelo de León y de las novelas Sobra un rey y La reina comunera, todos ellos publicados en La Esfera.
También en esta editorial acaba de salir Don Juan. Náufrago de su destino,
en el que aporta numerosas novedades sobre el padre del rey, tanto en
el plano personal como en el político, que arrojan luz sobre un
personaje poco conocido del que este año se cumplen el centenario de su
nacimiento y 20 años de su muerte. Aportaciones como sus encontronazos
hasta ahora no contados con don Juan Carlos,
sus tensas relaciones con Adolfo Suárez, la utilización que Mario Conde
hizo de él o el distanciamiento de su esposa. En esta entrevista aborda
también temas como la publicación del testamento de don Juan o la
imputación de la infanta Cristina.
-Estos últimos días se ha publicado el
testamento de don Juan, en el que consta que dejó 1.100 millones de
pesetas de herencia, 375 a don Juan Carlos. ¿Qué le parece?
-No es un patrimonio escandaloso. Lo escandaloso
sería que el Rey mantuviera los 375 millones en Suiza. Lo que no sabemos
es si don Juan Carlos los repatrió o los declaró cumpliendo la
normativa respecto al movimiento de capitales. Don Juan Carlos
debería dar explicaciones y aclararlo. Hasta ahora lo que dicen en
Zarzuela es que están investigando el asunto. Se ha producido un hecho
sin precedentes y de gran importancia, que el PSOE pida explicaciones.
Hasta ahora solo lo habían hecho partidos menores como Izquierda Unida o
ERC. El rey debería informar también sobre su patrimonio. Es todavía
una laguna importante en la necesaria transparencia de la Casa Real.
Esta proporcionó recientemente datos hasta entonces inéditos sobre la
aplicación del dinero que recibe de los contribuyentes, pero estas
cuentas no están suficientemente desglosadas y además no hay una
verificación fiable de estas al no estar sometidas ni al Parlamento ni
al Tribunal de Cuentas. El administrador de la casa, un interventor
jubilado, solo proporciona dichas cuentas al rey.
-Usted también habla de la herencia de don Juan en su libro.
-Lo que yo explico es que es falso el tópico que
ha prevalecido hasta ahora de que don Juan vivía de la caridad de los
nobles. Estos sufragaban algunos gastos de don Juan, como la invitación a
cacerías o viajes, y se turnaban en un servicio quincenal en Estoril. Y
cuando don Juan regresó a España en 1976 vivió gratis en casa del conde
de los Gaitanes, su intendente, hasta 1982, cuando se trasladó a un
chalé en la urbanización de lujo de Puerta de Hierro. Pero ahí quedó
todo. Explico también que don Juan había recibido una herencia
importante de su padre Alfonso XIII, que amasó una fortuna equivalente a
unos 80 millones de euros. No sé la cantidad que finalmente dejó
Alfonso XIII a sus hijos, pues desconozco lo que él mismo gastó en un
exilio sin privaciones y lo que fue dejando en vida a sus hijos para
cubrir sus necesidades. Una cantidad adicional se la legó a don Juan
para cubrir necesidades apremiantes de la familia con el encargo de que,
si ese fondo no se utilizaba, a la muerte de don Juan se transmitiera a
quien en ese momento fuera el príncipe de Asturias.
-¿Qué pasó con ese dinero?
-Provocó un conflicto entre don Juan Carlos y el
príncipe Felipe. A la muerte de don Juan, don Juan Carlos no era
príncipe de Asturias, sino rey, por lo que el príncipe entendió que el
dinero era para él. Pero don Juan Carlos estimó que su abuelo, Alfonso
XIII, no podía prever que él sería rey a la muerte de su padre y no
príncipe. Ambos confiaron la cuestión al conde de los Gaitanes, quien
arbitró una solución salomónica: se lo repartieron a partes iguales
entre ambos, el rey y el príncipe. Lo que yo no proporcioné es el
testamento que ahora se ha hecho público, que es una buena exclusiva.
-En el prefacio asegura que su libro ofrece
una imagen diferente de don Juan, limpiándola de adherencias espurias de
diversa procedencia.
-Los españoles tenemos una visión deformada de
don Juan, producto primero de la que proporcionó la prensa durante la
dictadura, que presentaba al Pretendiente como borracho, masón y hasta
traidor. Y cuando su hijo fue coronado tampoco obtuvo justicia por
distintas razones. Hubo quienes, para halagar al rey, hablaban mal de su
padre. Por otro lado, durante el período en que España tuvo dos reyes,
que es uno de los capítulos de mi libro, o sea desde la coronación de
don Juan Carlos hasta la renuncia de don Juan a sus derechos dinásticos,
la presencia de este era considerada un incordio por el presidente
Adolfo Suárez y en parte por don Juan Carlos. Hay que recordar que en
aquellos momentos Suárez se encontraba con la amenaza de los tanques y
para él era un problema adicional el que se discutiera la legitimidad
del rey puesto por Franco. Se dio la paradoja de que los constituyentes
prefirieran al rey que nombró Franco y no al que se le enfrentó.
-¿Cómo era personalmente? ¿Fue un personaje trágico?
-Don Juan era un hombre cordial y sencillo,
aunque con un sentido de su propia majestad, a lo que acompañaba su
figura. En realidad no pensó que sería el sucesor de Alfonso XIII al ser
el tercer hijo varón. Creo que ni lo deseaba. Su verdadera vocación era
de marino, como él mismo confesaba a sus amigos. Don Juan no vivió su
situación como una tragedia. Disfrutaba mucho de los placeres de la vida
y no asumió riesgos personales frente a Franco. No obstante, sí
resultaba un hecho singular su condición de hijo de rey, padre de rey y
nunca rey y que solo lo fuera después de muerto, como Inés de Castro,
cuando don Juan Carlos decidió enterrarlo en el monasterio de El
Escorial bajo el título de Juan III, algo que él no pensaba, como lo
prueba que se hiciera una tumba en el monasterio de Poblet. En mi libro
aparece una foto inédita de don Juan delante de su tumba en dicho
monasterio.
-¿Por qué desconfiaba?
-Don Juan solía decir a sus amigos que era un
incordio en vida y que lo sería a su muerte, pues al no haber reinado
efectivamente no tendría derecho a ser sepultado en El Escorial. Él
prefería que lo incineraran y tiraran sus cenizas en el Mediterráneo,
junto a Mallorca, desde el Giralda, su amado barco. Fue Gil Robles quien
lo convenció de que encargara y pagara una tumba en Poblet, algo propio
de un conde de Barcelona. Don Juan Carlos decidió que lo enterraran en
el Panteón de Reyes llevado por la mala conciencia.
-¿Cuál era su ideología política?
-En el terreno político don Juan jugó con tres
barajas, tratando de conformar a los monárquicos franquistas, que eran
más franquistas que monárquicos, a los carlistas y a los monárquicos
liberales como los Miralles, los Satrústegui y el propio Gil Robles. Su
ideología fue variando, sobre todo conforme evolucionaba la Segunda
Guerra Mundial. Empezó comulgando con el franquismo: en la Guerra Civil
se presentó voluntario en el frente de Somosierra y se ofreció como
voluntario para el Baleares. Terminada la guerra, y viendo que Franco no
restauraba la monarquía en su persona, mantuvo una postura crítica con
el régimen. Finalizada la Segunda Guerra Mundial con la victoria de los
aliados, se convirtió en un demócrata de toda la vida. Pero cuando
Franco dio un zapatazo reculó de los compromisos adquiridos con las
fuerzas del exilio, especialmente con los socialistas de Indalecio
Prieto.
-¿Cómo fue el episodio de la vidente con que comienza el libro?
-Es una información absolutamente inédita. Mi
libro arranca justamente con esta anécdota. Una vidente se le acerca al
jefe de la Casa de Su Majestad, el vizconde de Almansa, y le dice que
transmita al rey que en su visita a don Juan agonizante no deje de
hablarle, pues mientras lo haga su padre no se morirá. Y, en efecto, el
rey se encierra con su padre y le confiesa lo que nunca le había dicho a
lo largo de muchos años de desencuentros.
-¿Cómo fueron sus relaciones con don Juan Carlos? ¿Sintió resentimiento hacía él por aceptar la corona de Franco?
-Las relaciones políticas con su hijo fueron muy
tensas, en ocasiones horribles, y las personales manifiestamente
mejorables. Nunca perdonó a su hijo, entre otras cosas, que no
consultara con él la propuesta que le hizo Franco de sucederlo a título
de rey.
-¿En qué se parecen y en qué no don Juan y don Juan Carlos?
-Conforme pasa el tiempo, se incrementa el
parecido físico de don Juan Carlos con su padre. En el terreno de la
conducta hay parecidos en el sentido lúdico de la vida, en los amoríos,
en la sencillez de trato y la simpatía personal. Difieren en que don
Juan Carlos es más pragmático que su padre y en que este, sin dejar de
ser pragmático, era más estricto con sus principios.
-¿Cómo fueron sus relaciones con Franco?
Asegura que Franco temía más un manifiesto de don Juan que mil panfletos
o actos hostiles de los comunistas o de los anarquistas.
-Las relaciones con Franco fueron de ducha
escocesa: la sucesión de agua fría y agua caliente. La actitud política
de don Juan era un tanto ambigua y nunca cortó plenamente con el
dictador, pero durante mucho tiempo sus críticas a la dictadura fueron
la manifestación más efectiva frente a esta. Franco temía sus
manifiestos porque don Juan no estaba en el bando de los vencidos y
había militares monárquicos sensibles a lo que dijera el sucesor de
Alfonso XIII.
-¿Cómo pasará a la historia?
-Don Juan representó casi la única oposición
efectiva al régimen de Franco, con las limitaciones que he señalado. Y
tuvo la grandeza de renunciar a sus derechos cuando vio que su hijo se
había desprendido del franquismo, iniciando una verdadera transición
democrática.
-¿Cómo fue su relación con su mujer, María de Borbón?
-La boda de don Juan fue de conveniencia. Eligió
entre las personas de sangre real que le indicaba su padre, cuya
preocupación era que la futura reina fuera buena paridora y sin
hemofilia. Don Juan mantuvo numerosas relaciones amorosas, pero siempre
procuró hacerlo con discreción, de forma que no sufriera su esposa. No
le perdonó su imprudencia al dejar manejar a sus hijos Juan Carlos y
Alfonsito la pistola que mató a este último.
-¿Qué le parece la imputación de la infanta Cristina?
-El juez Castro ha mostrado una actitud impecable en la instrucción del caso Urdangarin. Al imputar a la infanta ha hecho lo correcto
y, aunque parezca mentira, lo más conveniente para la corona y para el
sostenimiento del principio de que la ley es igual para todos. El mayor
daño a la corona ya se había hecho con lo que la opinión pública va
conociendo. La imputación añade poco a este hecho y en cambio el no
hacerlo sería más escandaloso.
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