No se trata tanto de que la justicia sea igual para
todos, cosa que sabemos, de forma empírica, que no es lo habitual en
España; se trata de que al menos sepamos que la justicia funciona.
El juez Castro ha necesitado un guión, no menor al propio de "Lo que el
viento se llevó", para pertrecharse de argumentos, achicar los espacios
al fiscal -sobrevenido, por mor de Gallardón, en abogado defensor de
delincuentes-, y enfrentarse a la caverna política y mediática con un
catálogo de argumentos minuciosamente documentados, exhaustivamente
informados y pacientemente acumulados para sostener lo obvio: la infanta
Cristina no es que estuviera al loro de lo que hacía Urdangarin, es que
formaba parte de ese entramado delincuente que receptaba dinero público
para comprarse una casa, pagar al servicio, gustarse una cena o
remodelar, por tres millones de euros, el recién comprado palacete por
seis millones de euros.
Esto de que Cristina viva
ahora de alquiler en la que fue casa de Saussure no debe restarnos
argumentos lingüísticos para decir que ella y su marido han robado. En
gananciales, si se quiere, pero han robado. Robar es no pagar a
Hacienda, robar es tomar un dinero público, ganado por la cara de
herederos de trono, para comprarse un casoplón y luego remodelarlo y,
entre medias, alquilárselo a ellos mismos. Método onanista de ganar
dinero y pasarlo chupi con derecho a yate.
Quizás la
metáfora del rey, que me duele hasta a mí, trastabillado en un discurso
voluntarista que porfía por la aparente normalidad después del posado
retocado de jersey cuello cisne y cinturón con hebilla gorda, anuncie el
tiempo por venir: la sucesión en la Zarzuela puede traer la República
o, al menos, la inquietud que provoca el tam-tam de la eventual
República. Si abdico, igual llega Letizia y con ella la República,
parece que se dicen en la Zarzuela golpeada.
No deja
de tener su guasa que el abogado de la infanta Cristina esté por el
derecho a decidir en Cataluña, mientras cobra minutas de padre de la
Constitución -el abogado de Urdangarin ya sabemos que lo paga Cayo
Lara- .
De aquí al 8 de marzo, día Internacional de
la Mujer -no pongan trabajadora, que todas lo son, cobren o no por su
trabajo-, tendremos epistemología de la infanta Cristina. Grandes tesis y
tesinas que no podrán esconder lo cierto: nunca antes la monarquía
española se había visto en semejante tesitura.
Igual
al juez le atropella un gato, o la caverna le hace el traje que no ha
podido hacerle, pero parece evidente que después de más de doscientos
folios, Cristina tiene delito, y no es por culpa de la III República,
esa que con su comportamiento están animando desde la Zarzuela a que
llegue.
No hay comentarios:
Publicar un comentario