martes, 26 de marzo de 2013

Zarzuela niega la visita de la Princesa Corinna la pasada semana

MADRID.- Corinna zu Sayn-Wittgenstein se ha convertido en uno de los personajes más buscados por los paparazzi y reporteros nacionales e internacionales. Cualquier imagen suya es ahora un valor en alza y por eso se analizan las pistas y huellas que ha ido dejando por medio mundo. La última noticia es que la princesa, habría pasado por Madrid la semana pasada para recoger sus pertenencias y mantener reuniones con algunas empresas españolas, según publica Vanitatis.

Fuentes del palacio de la Zarzuela niegan sin embargo esta visita en conversación con dicha revista. Aseguran que la polémica dama no ha estado en España en los últimos meses y que no ha mantenido reuniones laborales con firmas nacionales. Según apuntaban diversos medios, Corinna habría llegado a Madrid la semana pasada (no se sabe exactamente el día) y se habría marchado el pasado 24 de marzo, domingo. Esta información vendría avalada por un tuit del presentador de Telecinco Jordi González, colgado ese domingo, en el que decía: "Corinna en un Duty Free de Barajas. Sola #muyentrañable". De esto se habrían hecho eco varios programas de televisión.
El periodista ha explicado a la publicación las circunstancias en las que sucedió su encuentro con la supuesta princesa. "Yo estaba en la Terminal 4 y me llamó la atención una señora con buena pinta y gafas de sol que podía ser perfectamente ella. Estaba en el Duty Free, en la zona de los licores. Yo no la conozco personalmente y si me preguntas si lo podría garantizar cien por cien te diría que no, aunque sí en un proporción muy alta". Al comunicarle al periodista que fuentes de Zarzuela han asegurado que el paseo madrileño no es cierto, González no se complica la vida: "Pues se parecía mucho, pero no hablé con ella. Con lo cual puede ser o no".
Mientras se aclara el entuerto del supuesto viaje a Madrid, Corinna sigue siendo ubicada en mil y un lugares del globo terráqueo. Realidades o no, el caso es que no hay imágenes nuevas de la princesa que puedan ilustrar su supuesto periplo.

La instauración monárquica / Pedro Luis Sánchez Gil *

En las postrimerías del régimen franquista, la pregunta estrella del examen final de Formación Política en el colegio en el que estudiaba -los jesuitas- fue la siguiente: ¿la sucesión a Franco en la Jefatura del Estado por el Príncipe de España, a título de Rey, debe calificarse de instauración, de restauración o de reinstauración de la monarquía? Dado el énfasis con que el profesor había defendido la última opción, si uno aspiraba al sobresaliente, la respuesta era obvia.
 
D. Juan Carlos recogería el testigo de su abuelo Alfonso XXIII y su reinado estaría inspirado en los principios del Movimiento Nacional del 18 de julio. Con dicha finalidad, al menos la del dictador, Franco pactó con D. Juan de Borbón que el príncipe se educara y viviera en España. El actual rey formó parte desde entonces del paisaje de la España franquista, enraizándose su figura en la memoria de varias generaciones de españoles. Cuando Franco auguró en su testamento político que todo quedaba “atado y bien atado”, lo único que en realidad obedeció después a tal diagnóstico fue su sucesión por el príncipe. Todo lo demás se fue al traste por voluntad del pueblo español. A lo que el rey contribuyó de manera notable. Me cuesta creer que Franco no previera que su régimen había de hacer aguas tras su fallecimiento, pero todo es posible.

La sociedad española, que contaba ya entonces con una amplia clase media, había cambiado mucho, y sin quitarle méritos a cuantos actores contribuyeron al desarrollo de la transición, fue sobre todo a dicha sociedad en su conjunto a la que se debió el éxito de la misma. Por historia, por cultura, por derecho, nos correspondía estar al lado de las naciones de la Europa libre.

Se celebraron elecciones y se redactó la Constitución de 1978, que en su artículo 1.3 dispone que “la forma política del Estado español es la Monarquía parlamentaría”. Esto supuso el aval democrático del Rey D. Juan Carlos. Pero he aquí que desde hace unos meses, y con especial virulencia las últimas semanas, la institución monárquica está siendo seriamente cuestionada. El caso Urdangarín y sus secuelas, en el contexto de la crisis económica, está proveyendo de argumentos extras a los detractores de la monarquía. Por ello, a medio plazo, cualquier cosa es posible, incluso la de un cambio en la forma política del Estado, previa la reforma constitucional.

En España no hay tradición monárquica. Y mejor así, porque lo que viene del pasado, en general, no es nada presentable. ”Así son los hijos de España -canta Lord Byron en “Las peregrinaciones de Childe Harold”- qué destino tan raro. Combaten por la independencia ellos que nunca fueron libres. Un pueblo privado de su rey defiende una monarquía sin vigor: y, cuando los señores huyen, mueren los vasallos fieles a los cobardes y a los traidores, idolatrando una patria a la que no le deben la existencia; el orgullo les indica el camino que conduce a la libertad”.

Por ello, enlazando con lo expuesto al principio, si hoy me preguntaran lo mismo, calificaría la monarquía de Juan Carlos como de instauración monárquica, sin tener en cuenta quién lo puso en un inicio ni la legitimidad dinástica que le amparaba. Aquí y ahora solo cuenta lo que en su momento dijo el pueblo soberano y lo que en adelante pueda decidir, pues del mismo emanan, como proclama el artículo 1.3 de la Constitución, los poderes del Estado. D. Juan Carlos es el principio de una monarquía de nuevo cuño, que debe evolucionar y amoldarse a los tiempos actuales. Creo que lo está intentando. Y no lo olvidemos, en la balanza de aciertos y desaciertos de D. Juan Carlos, pesan más los primeros que los segundos, por mucho que ahora pretendan los radicales de uno y otro signo cebarse con su figura magnificando algunos de sus recientes errores. Dicho sea esto sin perjuicio del derecho a la crítica y a la irrenunciable libertad de opinión.

Lo que debemos plantearnos es si la figura del rey ha sido beneficiosa para nuestra nación durante estos años de democracia, si ha cumplido bien con sus funciones de moderador, árbitro y primer embajador de España. Y en caso de que la respuesta sea positiva, cuáles son las medidas que han de adoptarse para acomodar la institución monárquica a los tiempos actuales. Si para España es bueno que siga D. Juan Carlos y que en su momento le suceda el Príncipe de Asturias, ahí estaremos muchos. Pero sea lo que sea lo que decidamos todos los españoles, no permitamos que ganen la partida quienes, tras sus ataques al rey, lo que en realidad persiguen es la eliminación de cualquier obstáculo que les impida poner en práctica sus escoradas posiciones ideológicas. Si es que algo hay. O disimular la frustración –legítima a veces- que les lleva a odiar a la sociedad, lo que ya no es tan legítimo.
En cualquier caso, seamos tolerantes y obremos con prudencia.

 (*) Secretario judicial, director del Servicio Común de Alicante

Ximo Puig exige que la Casa Real sea ´transparente, igual que todas las instituciones´

ALICANTE.- El secretario general del PSPV, Ximo Puig, se refirió a las críticas del vicesecretario general y portavoz, Francesc Romeu, a la Monarquía, para señalar que las opiniones "que personalmente puede tener cada uno merecen todo el respeto en democracia". 

Puig explicó que la posición del PSOE hacia la Casa Real es "de respeto a la Constitución y al funcionamiento de las instituciones", al ser preguntado por los medios sobre las palabras de Romeu en su blog, en las que apostaba por la República y aseguraba que la sociedad española está "cansada" de la Monarquía.
"El PSPV, lo único que ha dicho con total claridad es que quiere que la Casa Real pase a ser transparente como todas las instituciones del Estado", señaló. Para añadir: "desde luego, estamos en contra de cualquier tipo de mala utilización de la institución, de cualquier mala actuación de cualquier persona que esté en un momento determinado en una institución haciendo alguna cosa que no es debida". 
El PSOE "no tiene más opinión que la que ha dicho también el secretario general del PSOE, de respeto a la Constitución y al funcionamiento de las instituciones".
Romeu dijo que la Monarquía se encuentra "ensombrecida por la corrupción y el descrédito", por lo que el dirigente socialista apuesta por la República.

Alberto Fabra: El PP estará "enfrente" de quien no vea a la Monarquía como la "mejor" defensa de los intereses de España

CASTELLÓN.- El presidente del PPCV, Alberto Fabra, ha asegurado este martes que la Comunidad Valenciana "respeta la Constitución" y ve a la Monarquía parlamentaria "como la mejora manera de defender los intereses de los ciudanos de este país". En este sentido, ha advertido a "aquellos que piensen otra cosa", que tendrán "enfrente" al PP y al PPCV.
Así lo ha indicado durante su intervención en Vila-real en un almuerzo comarcal con militantes y simpatizantes del PP de las comarcas de Castellón, en alusión a declaraciones sobre la Monarquía realizadas por dirigentes del PSPV. El vicesecretario general y portavoz del PSPV-PSOE, Francesc Romeu, ha asegurado recientemente en su blog que la sociedad española está "cansada" de la Monarquía que, a su juicio, se encuentra "ensombrecida por la corrupción y el descrédito", por lo que apostaba por la República.

Fabra ha recriminado a los dirigentes de otros partidos que "no acaban de decir con la boca grande lo que piensan y, dependiendo de quién diga las cosas o quién esté en el gobierno, opinan y actúan de una u otra manera".

Un ensayo histórico y filosófico advierte de que si Felipe hereda la corona puede romperse España definitivamente


MADRID.- La monarquía está en horas bajas, tan bajas que algunos sectores de opinión ya no sólo la dan por muerta, sino que están tratando de ver a quién le pueden echar el muerto, si me perdonan el juego de palabras. El periodista Javier Castro-Villacañas, hijo del delegado nacional de Prensa y Radio del Movimiento entre otros cargos, ya tiene un culpable. En su ensayo histórico y filosófico ‘El fracaso de la monarquia' analiza los caminos que han seguido la monarquía y el socialismo, su convivencia y diferencias, hasta juntarse en la Transición y la forma de Estado que hemos tenido desde 1978. Un país sin libertad política ni democracia verdadera, a juicio del autor. 

La obra no sólo es más oportunista que oportuna, también muestra poco rigor histórico. U ofrece el habitual en las publicaciones revisionistas que tanta relevancia han tenido en España en los últimos años. Un ejemplo reconocible es el relativo a la Guerra Civil. Castro-Villacañas sostiene que se llegó a ella por culpa del terrorismo de Estado.
Aunque se queda corto a tenor de lo manifestado en la presentación del libro en Periodista Digital, donde explicó que llegamos a las armas en el 36 por la "deriva totalitarista de las izquierdas".
Este tipo de lugares comunes de la historiografía franquista pudiera parecer que situan la obra dentro de lo predecible, pero no. En realidad, es amena y no inventa nada cuando repasa la agradable convivencia del rey Juan Carlos con los gobiernos socialistas. Pero sobre todo es entretenida porque guarda sorpresas muy divertidas, como la relativa a los atentados del 11-M.
"El accidente, la anormalidad, la intranquilidad del régimen en aquellas fechas, era únicamente prever la posibilidad de una nueva victoria del PP. Y un peligro real, más que posible, era que esa victoria lo hubiera sido por mayoría absoluta. Una tercera legislatura consecutiva de la derecha política, que hubiera puesto en entredicho la realidad y el auténtico ADN de nuestro régimen político, configurado como una Monarquía de izquierdas, o Monarquía socialista, tal y como se ha defendido a lo largo de estas páginas, era lo que se intentaba evitar".
A continuación, acusa tanto a la defensa de lo expuesto en las sentencias de la Audiencia Nacional y el Tribunal Supremo, como a su negación de "argumentaciones simplistas hasta la negación de la inteligencia". Como es de esperar, porque si no esta obra se encontraría en manos de un juez, no hay ni una sola prueba que demuestre que algo o alguien "intentaba evitar" que se pusiera en entredicho nuestra "monarquía socialista". Pero sí se apoya en que con Zapatero se inició la segunda fase de la Transición.
"No confundir con las expectativas creadas por la segunda transición de Aznar, que nunca fue llevada a la práctica y que sí suponía, como la primera, un proyecto de ruptura política, siendo por eso atacada, vilipendiada y, finalmente, derrotada por la izquierda"
De esta manera, el régimen profundizó en los valores de la Constitución del 78, un sistema, ojo al dato, "progresista en lo ideológico, socialdemócrata en lo económico, separatista en lo territorial". Porque esa es la tesis fundamental de este trabajo histórico y filosófico en su página 262, la monarquía se asentaba en la izquierda y los nacionalistas, mientras pensaban que la derecha lo permitiría por "el pacto del consenso".
Por supuesto, a la hora de situar en el contexto de esta reflexión el 23-F se habla de una operación quirúrgica para apuntalar el régimen. No había otra opción. Era o esa versión o tildarlo de maniobra de distracción para permitir la huida del armario del rey de una amante a punto de ser sorprendida. No obstante, revela que expertos electorales norteamericanos comentaron que la imagen de Suárez durante el golpe, con Gutiérrez Mellado intentando bajar el arma de Tejero, bastaban para ganar unas elecciones generales.
Según los textos en los que se apoya, Suárez quiso volver a la arena tras ese día, con la aquiescencia de Calvo-Sotelo, pero el rey lo impidió. A Juan Carlos no le gustaba que le hicieran sombra. De hecho, a todos los presidentes les pasan ‘cosas raras' cuando brillan demasiado, sostiene:
"Golpes de Estado y terrorismo en el caso de Adolfo Suárez, crímenes, robos y corrupción en la historia final de Felipe González; guerras, mentiras y masacres terroristas para finiquitar sin posibilidad la resurrección de la figura de José María Aznar. José Luis Rodríguez Zapatero también sufrió una operación política desgaste, animada por su irresponsabilidad para gestionar la crisis económica".
En cuanto a la relación entre monarquía y socialismo, a Castro-Villacasas ya le llama la atención hasta que la Restauración borbónica de Cánovas y la fundación del PSOE en una taberna se produzcan en la misma época. Luego, las estrategias posibilistas de Pablo Iglesias hacen el resto y pondrían de manifiesto según el autor la connivencia del trono y los socialistas, a excepción de cuando les dio por "hacer la revolución soviética en nuestro país". Sin embargo, también encuentra cierta relación entre los principios ideológicos socialistas y los del carlismo.
En resumen, todo esto sólo ha favorecido a los desmanes de la Corona, a las irregularidades que han surgido en torno a los socialistas, corrupción, GAL, etc... y a la pérdida de la identidad nacional. Otra prueba, cuando el rey le dijo a Ernesto Benach eso de "hablando se entiende la gente", que luego ERC usó ¡en catalán! de eslogan para ir a las elecciones. De hecho, el autor concluye alertando de que los nacionalistas catalanes ya han dejado caer que aceptarían una independencia sin perder su condición de súbditos de Juan Carlos.
"El gran problema para negociar es que no tenemos al Príncipe Felipe; tenemos a Juan Carlos I, que ya ha tomado partido por una cosa muy concreta, manifestó el hijo de Jordi Pujol".
Ese es el peligro que representa Felipe VI, si llega a reinar en España por medio de un "consenso" como el de 1978. Revivir lo ya vivido, según él, "falta de democracia, desintegración nacional y la nula existencia de auténtica libertad política":
La verdad es que para criticar nuestro déficit democrático no es necesario retorcer la historia desde el siglo XIX, inventar un pacto entre PSOE y monarquía por el hecho de que un sector del partido se acercara a Don Juan en el exilio  o aceptaran la Transición o sostener que los atentados del 11-M tenían como finalidad garantizar la supervivencia de la "monarquía socialista", pero vayan acostumbrándose a este término, que se va a repetir.