lunes, 29 de octubre de 2012

El periodista que hace los discursos del Rey / Graciano Palomo

Hay plumas con talento que no tienen ni edad ni condición. Simplemente escriben. Y escriben bien. Y si encima es discreta, mellor que mellor.

Durante los primeros años de don Juan Carlos, cuando en la Casa mandaba el general Sabino Fernández Campo, fue Carlos Luis Alvarez (Cándido), que siempre fue un cronista en busca de utopías hasta que conoció y se enamoró de Felipe González, al que siempre buscaban para tabular los discursos que se consideraban importante del Rey. Buscaba y hallaba bien Sabino porque Carlos Luis fue “negro” hasta de una mente tan preclara como fray Justo Pérez de Urbel, que terminó por escribir un martirologío de la Cruzada y luego firmó el confesor de Franco y abad del monasterio de Santo Domingo de Silos.  Murió en el 2006. 

Fernando Onega (Mosteiro, Lugo, 1947) tiene acreditadas piezas históricas en el difícil arte de la literatura política como aquel suarista “puedo prometer y prometo...” y, desde luego, se moja el lapicero y sabe por dónde sopla el viento.

No me ha extrañado la noticia que me llega off the record –que chuminada- de que el veterano y aterciopelado y poliédrico periodista lucense haya entregado al Rey lo “que este me ha pedido…” en forma de folios, en ocasiones excepcionales, en los que un jefe de estado quiere dejar su impronta en la Historia.

Coincidí un tiempo en el vetusto Ya con Onega como director. Le digo ahora lo que le dije entonces: “Fernando, si dejas de hacer todo lo que te proponen y centrarte en escribir cosas serias puedes pasar como uno de los grandes…”. Poco después le fichó Arriola… Hacía algunos discursos de Aznar, sin saberlo Aznar. 

Y, sobre todo, un periodista que se precie no puede caer bien siempre y a todos.

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