sábado, 17 de noviembre de 2012

Sobre la monarquía / Cartas de los españoles

Mi impresión es que la generalidad de los españoles no siente el menor interés ni por la monarquía ni por la República. Le preocupan otras cuestiones, como el paro, la asistencia sanitaria, la educación, la corrupción, el fracaso de la partitocracia, etcétera.
Creo que los monárquicos se reducen a los que podríamos llamar «de oficio», como la duquesa de Alba y similares; el Partido Popular, especialmente sus dirigentes; los beneficios con títulos nobiliarios y pocos más.
¿Y el Partido Socialista?
Todos sabemos que este partido ha sido siempre esencialmente republicano. Pero, actualmente, siente un gran respeto por la monarquía. ¿Por qué?
Según mi opinión, por dos razones fundamentales:
La primera, porque el actual monarca fue quien decidió restablecer el sistema de democracia partitocrática y relativista existente durante la República, lo que hizo posible que el Partido Socialista pasase de la nada tener el Gobierno de España durante más de veinte años y muchos más en autonomías y ayuntamientos. Y eso pesa.
La segunda es que al tener el jefe del Estado una función puramente formalista y protocolaria, no ha interferido lo más mínimo en la acción del Gobierno, que pudo actuar como quiso.
Ni de palabra, ni por escrito, ni de ninguna otra forma realizó el jefe del Estado la menor crítica a la disposiciones del Gobierno y menos si era socialista, pues éste no es monárquico «de oficio».
Y una prueba de esta no interferencia es que bajo la monarquía se ha llevado a efecto la mayor subversión nacional, moral y cultural que registra la historia de España.
Por otra parte, hacemos las siguientes consideraciones:
1.– La actual monarquía no tiene nada que ver con la que se establecía en la ley de Sucesión del anterior régimen. Basta con la lectura de dicha ley.
2.–El régimen nacido de la victoria del 1 de abril de 1939, después de muchas deliberaciones y con el apoyo de Francisco Franco, decidió no el restablecimiento de la monarquía fenecida el 14 de abril de 1931, sino una nueva, diseñada en la ley de Sucesión, aceptando la legitimidad del alzamiento nacional y su constitución, integrada por sus siete leyes fundamentales.
3.–La ley de Sucesión fue redactada y aprobada por las Cortes y sometida a referéndum nacional, fue aprobada por el 93 por ciento de los votantes, que eran el 82% del censo electoral.
4.–Establecida la monarquía en la persona de D. Juan Carlos de Borbón, éste decidió restablecer la democracia partitocrática y relativista, para lo cual contó con dos hombres de su absoluta confianza: D. Torcuato Fernández-Miranda y Hevia y D. Adolfo Suárez González.
Para llevar a efecto el cambio de régimen era necesario infringir el orden legal anterior, en cuya ley de Principios del Movimiento Nacional se estableció que esos principios eran por su naturaleza permanente e inalterables y no podían modificarse ni por referéndum nacional.
Se quiso dar apariencia legal a dicha infracción y justificar los solemnes juramentos de fidelidad a los mismos y a las leyes fundamentales no constituían perjurio:
Y fue D. Torcuato Fernández-Miranda quien dijo aquel famoso «de la ley a la ley», que completó con la «pirueta dialéctica» de si las leyes fundamentales son modificables por referéndum, la ley de principios del movimiento «que es una síntesis de las leyes fundamentales» también podrá ser modificada por referéndum.
Pero esto era falso, pues la ley fundamental del Principado no era «una síntesis de las leyes fundamentales», cosa sin sentido, sino síntesis de los principios que informan las leyes fundamentales. Es decir, era una síntesis de los principios políticos, filosóficos, morales, religiosos que constituían la esencia del régimen y su modificación suponía su derribo. Que era lo que se pretendía y lo que se hizo.
4.–El que fuera ministro en el régimen anterior don José Utrera Molina ha declarado en el boletín de la Fundación Francisco Franco que en una ocasión le había dicho a Franco: «Que no creía que Juan Carlos de Borbón estuviese identificado con proyectos que pudiesen representar la continuidad del régimen» y que Franco, «con notable enfado, exclamó: eso no es cierto y es muy grave. Sé que cuando yo muera todo será distinto, pero existen juramentos que obligan y principios que han de permanecer. España no puede regresar a la fragmentación y a la discordia».
Y volvieron la fragmentación y la discordia. Y muchas cosas más.
A Francisco Franco, pese al cuidado con que actuó, también se le podía engañar.

Julio García García (Oviedo)

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