En el pensamiento socialista siempre aletea un alma republicana. Por
criterio democrático y por razones históricas en el ideario del partido
de Pablo Iglesias siempre se pensó en la república como forma ideal de
organización del Estado. En la transición el PSOE renunció a esa forma
de gobierno, en aras a lograr el acuerdo constitucional que se
consideraba imprescindible. El mismo desprendimiento ideológico, no
siempre bien valorado, hizo el Partido Comunista o Esquerra Republicana.
Cierto es que la "reinstauración" de la monarquía en la persona de Juan
Carlos I gozaba de reconocimiento social y político por sus
indiscutibles esfuerzos en instaurar un régimen democrático en este
país, acrecentados posteriormente por su posicionamiento en el intento
golpista del 23F. Pero ha sido precisamente esa circunstancias
especiales en que se desenvolvieron los primeros años de su existencia
los que le acarrearon un protagonismo excesivo e impropio de esa
institución y que, en consecuencia, a la larga, le han supuesto un
desgaste mayor del deseado y sujeto a frecuentes críticas.
Puede
decirse que la monarquía de Juan Carlos gozó de innumerables puntos
para conducir el trono, pero con el paso del tiempo, por errores propios
y ajenos ha ido perdiendolos y que ahora no goza del respeto y
reconocimiento necesarios. En definitiva, se está quedando sin puntos.
No parece ni siquiera razonable, en las actuales circunstancias de la sociedad española, someter a la ciudadanía a una decisión sobre la pervivencia de la monarquía. Sería desde luego romper de forma clamorosa el consenso constitucional en el momento más inoportuno. Pero sí es posible, con la misma lealtad constitucional, plantearse la conveniencia de que se produzca un relevo en la persona del príncipe Felipe. Es la oportunidad histórica de conformar una monarquía menos protagonista, más moderna, más austera, más sobria, sencilla y discreta.
No parece ni siquiera razonable, en las actuales circunstancias de la sociedad española, someter a la ciudadanía a una decisión sobre la pervivencia de la monarquía. Sería desde luego romper de forma clamorosa el consenso constitucional en el momento más inoportuno. Pero sí es posible, con la misma lealtad constitucional, plantearse la conveniencia de que se produzca un relevo en la persona del príncipe Felipe. Es la oportunidad histórica de conformar una monarquía menos protagonista, más moderna, más austera, más sobria, sencilla y discreta.
Y no cabe pensar que en estos momentos tan azarosos para España y la
monarquía no es tiempo adecuado para el relevo; todo lo contrario, es
precisamente, cuando la vida pública está necesitada de una profunda
regeneración, cuando es oportuno plantearse la abdicación del rey o
dicho en términos menos ampulosos, el relevo en el trono. Se está
haciendo necesario que los dirigentes políticos pierdan ese temor
reverencial a la monarquía y planteen con naturalidad lo que gran parte
de la ciudadanía ve natural. Puede ser la última oportunidad monárquica.
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