MADRID.- En España las joyas de la corona como tal brillan por su ausencia. Ni
una piedra preciosa, ni un gramo de oro. Claro que en Zarzuela se
conservan diamantes, zafiros y rubíes engarzados en fastuosas tiaras o
collares. Pero son para que las luzcan ellas, las mujeres de Palacio. Y
son de propiedad privada. De los Borbones, no de Patrimonio Nacional,
como por ejemplo los palacios que hay diseminados por toda España.
Don Juan Carlos fue coronado -en el sentido figurado, puesto que no
hay colocación de corona como tal- hace 39 años. Y en cuatro o seis
semanas, se estima, seguirá los mismos pasos quien está llamado a pasar a
la Historia como Felipe VI. Será durante un acto solemne en el que,
atención, sí, los españoles podremos ver de nuevo las únicas joyas de la
Corona española: la corona (valga la redundancia) y el cetro. Se supone
que uno y otro elementos, imprescindibles a la hora del juramento para
iniciar un reinado, se custodian bajo estrictas medidas de seguridad. Y
será así, posiblemente, por su valor simbólico, por eso de que no puede
haber un rey sin corona, porque la realidad es que el precio en el
mercado del símbolo por excelencia de los monarcas españoles no
superaría los mil euros.
No se sabe a ciencia cierta qué orfebre está detrás de esta corona.
Se dice que la firmó en 1775 el platero de palacio del entonces rey
Carlos III, llamado Fernando Velasco. Se sabe que se hizo como elemento
decorativo, para acompañar cortejos fúnebres. De ahí que las últimas
ocasiones en que se utilizó, con posterioridad al juramento de don Juan
Carlos en 1975, fue en los traslados al panteón de reyes y reinas en el
Escorial de Alfonso XIII y Victoria Eugenia, en 1980 y 1985,
respectivamente.
Solo así se entiende, la finalidad decorativa, que nuestra corona sea
a todas luces deforme. Vamos, que ninguna cabeza humana, por grande o
pequeña que fuera, podría colocársela. El objeto en cuestión, de enormes
dimensiones, pesa algo menos de un kilo y está elaborado con plata
sobredorada, ni baño de oro siquiera. En su interior, un forro de
terciopelo rojo que queda a la vista a través de los arcos que confluyen
pasa sostener una cruz, símbolo del catolicismo de nuestra monarquía.
Y ante esta corona y el cetro -una maza de gala formada por tres
cañones de plata sobredorada, recubiertos con una filigrana, también de
plata, que conserva restos de esmaltes verdes azul con motivos
vegetales- don Felipe VI iniciará su reinado. Y acto seguido, la corona
volverá a guardarse a buen recaudo, hasta el siguiente cortejo fúnebre
de un monarca o nueva coronación, cotizando al alza de ese modo su valor
histórico. Porque, lo dicho, en el mercado la corona de los reyes de
España no superaría los mil euros. Y como mucho, dado que un kilo de
plata se cotiza en el mercado a 432 euros. Y la corona de Felipe VI no
alcanza ni los mil gramos.
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