Artur Mas ha respondido el mensaje navideño del Rey don Juan Carlos
-en el que el monarca no dijo nada sobre Cataluña- con el mayor de los
desprecios al Jefe del Estado. Diciendo que él no tuvo tiempo de oír el
discurso del monarca (ni leerlo, “en catalán” en la web de la Casa
Real). Y ha añadido, en relación a las palabras del monarca sobre la
necesidad de diálogo y de zonas de encuentro sumando esfuerzos de todos,
que su único espacio para ello no es España sino Europa. Lo que además
de ser una soberana idiotez -porque Cataluña no pertenece a la UE-
constituye otra agresión y menosprecio a España, a los españoles y su
Gobierno. Lo que da idea del nivel de agresividad y de desvarío político
del dirigente catalán.
Quien espere el menor gesto de Artur Mas en favor de un pacto o de la
normalización política de Cataluña dentro de la legalidad se equivoca.
El recién investido presidente de la Generalitat está en el camino
irreversible del disparate y, sin medir los riesgos que su ceguera
comporta para él mismo, CiU y Cataluña, se ha lanzado por el sendero de
la ruptura frontal con España, exhibiendo unos modales impropios de un
gobernante cuya legitimidad emana no solo de las urnas catalanas sino
también del marco constitucional español al que representa, y en el que
se ubica la Autonomía de Cataluña. Una Comunidad que, para colmo, en
estos momentos de crisis depende financieramente del Estado y tiene a
España como su único representante en la UE además de ser su primer
mercado y fuente de ingresos públicos y privados.
El tiempo para templar las gaitas se agota, porque Artur Mas ha
convertido su discurso soberanista en una venganza personal. La que le
empuja hacia su autodestrucción política, embarcado en un gobierno
controlado por ERC, y en el que sus socios de Unió le observan con
asombro y temor, a sabiendas de que tarde o temprano van a tener que
optar entre la obediencia ciega a Mas o seguir su propio camino.
Naturalmente en la Casa Real habrán recibido las palabras de Mas como
un jarro de agua fría que deja a la Corona en evidencia, a la vez que
demuestra que esos gestos de traducir al catalán o euskera el discurso
del monarca no han servido para nada, salvo para crear malestar entre
los españoles. Al tiempo que revela que Mas y CiU no están dispuestos a
utilizar al Rey Juan Carlos -a quien Mas ya le ha hecho otros
desplantes- ni a la Corona para articular cualquier otra fórmula de
entronque de Cataluña con España, como sería el caso de una
confederación, como propone Unió, o una federación, de la que habla el
PSC (otro partido que va a su aire y se acerca a una ruptura frontal con
el PSOE).
Lo grave de esta situación, que parece de todo punto irreversible, es
que los actores españoles y españolistas -mundo empresarial y
financiero catalán, incluidos- han perdido la iniciativa y van a
remolque de los acontecimientos que impone Artur Mas. Él confía en el
carácter timorato y la incapacidad decisoria de Rajoy para avanzar hacia
la independencia con pasos irreversibles hacia el referéndum de
autodeterminación ilegal, sin que el Gobierno de España salga a su
encuentro, ponga desde ahora los puntos sobre las íes y marque el
territorio nacional sin ambages y ofreciendo a los catalanes y a los
españoles sensación de firmeza y autoridad.
La estrategia de Madrid, tan querida por Rajoy en este y en otros
desafíos, consiste en no hacer nada, a la espera de que Artur Mas se
interne de la mano de ERC en el callejón sin salida por el que camina a
ciegas, convencido de que el muro final se derrumbará a sus pies por el
empuje del pueblo catalán. El mismo pueblo que en las pasadas elecciones
ya le dio un severo castigo a Mas, pero que el catalán pretende
movilizar a base de provocaciones y de políticas y gestos que, lejos de
sacar a Cataluña de la crisis, corriendo el riesgo de sumergirla cada
vez más por causa de la inestabilidad política, que dañará mas si cabe
la desconfianza de los inversores, empresarios y mercados en el
territorio catalán. De ahí que quizás sea el momento de que el
presidente Rajoy diga algo al respecto, porque la inestabilidad política
catalana también afecta a España, y merca la confianza de los mercados
en nuestro país, al tiempo que ofrece una penosa y desestabilizada
imagen de España. Pero tomar la iniciativa no suele ser el estilo de
Rajoy, aunque visto el ritmo y calado del desafío catalán algún día
tendrá que hablar y que actuar, y puede que en ese momento las
decisiones serán mas drásticas que las que ahora debería anticipar.
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