Que el caso Urdangarin está haciendo un daño, puede que
irreparable, a la Monarquía, es una evidencia. La pregunta es si ese
deterioro de la imagen de la Monarquía se debe exclusivamente al yerno
del Rey. Si yo tuviera que responder a la pregunta respondería que
Urdangarin no es el único responsable, que hay otros elementos que han
ido poniendo en cuestión a la institución monárquica. Entre otros el
paso del tiempo.
Yo creo que el error cometido también por la Casa Real ha sido
dar por hecho que las nuevas generaciones iban a mantener un vínculo con
la Corona a cuenta del pasado inmediato. Pero a los jóvenes la
Monarquía les parece lo que es, un anacronismo, y tanto la Transición
como el papel del Rey el 23-F pertenecen a la Historia. De manera que
los miembros de la Casa Real deberían haber estado alerta, sin bajar la
guardia, no dando nada por conquistado.
Para que una institución sea apreciada debe de responder a un
principio básico: su utilidad. Si es útil no importa que sea anacrónica,
pero si los ciudadanos no sienten esa utilidad entonces es lógico que
la cuestionen. Y eso es lo que está pasando en la actualidad.
Pero no son los medios de comunicación los responsables del
desafecto sino un cúmulo de actuaciones y circunstancias lo que han
provocado ese alejamiento de la Corona y los ciudadanos. Para empezar
cabe preguntarse si todos los miembros de la Casa Real han sido capaces
de anteponer sus obligaciones a sus deseos y proyectos vitales. La
respuesta es negativa.
Puede que el día en que las Infantas decidieron casarse con
quienes querían deberían haber dado un paso atrás renunciando a
cualquier privilegio para convertirse en ciudadanas de a pie. De la
misma manera que a los ciudadanos les cuesta entender la elección del
Príncipe. No se puede tener lo mejor de dos mundos, el de la gente
corriente que puede elegir con quién se casa, junto a los privilegios
que supone ser miembro de una Casa Real.
No, no han hecho bodas adecuadas los hijos de don Juan Carlos y
doña Sofía. Y es que si la propia Familia Real no alimenta la magia del
anacronismo y cada uno ha elegido vivir a su manera entonces deberían de
renunciar a hacerlo a cuenta del Presupuesto y sobre todo no pueden
pedir a los demás que acepten ese anacronismo sin rechistar.
Don Felipe se ha casado con Letizia Ortiz y su hija mayor,
Leonor, puede que algún día se convierta en reina. Imaginemos que Leonor
haciendo uso de su libertad se casa, pongamos por caso, con un chico
que se llame Luis Pérez. Sus hijos se llamarán Pepito Pérez Borbón. Y
así sucesivamente. Lo que pone en evidencia que el anacronismo se
convierte en farsa porque para que un Pérez sea Rey de España mejor que
sea presidente de la República.
Si a eso añadimos que después de la cacería de Bostwana la
opinión pública descubrió el distanciamiento y las vidas paralelas del
Rey y la Reina y a eso le vamos añadiendo otras anécdotas vemos como no
ha sido difícil llegar a esta situación.
Hay desafecto a la Monarquía porque ésta ha dejado de ser
creíble, porque sus propios protagonistas han roto la magia apareciendo
más que cercanos vulgares. El caso Urdangarin es el mejor ejemplo. La
sociedad ha cambiado y aquí ya nada se puede dar por hecho y, o los
ciudadanos sienten que la Monarquía es útil o sencillamente la darán por
amortizada. Y si se llega a reformar la Constitución, como algunos
partidos proponen, entre ellos el PSOE, entonces habrá quienes pidan
revisar que el modelo de Estado sea una Monarquía Parlamentaria y nadie
podrá negarse a ese debate.
Verán, yo todavía estoy entre quienes creen que la Monarquía
puede jugar un papel importante para el equilibrio necesario de nuestro
país y que el papel que los Reyes, si, tanto don Juan Carlos como doña
Sofía, han desempeñado en la política exterior ha sido sin duda de una
gran importancia. Como es evidente el peso que todavía tiene el Rey por
sí mismo en el concierto internacional. Es decir, la Monarquía puede y
tiene mucho que aportar. También creo que deben de comenzar a corregir
errores. Y un error ha sido, ya digo, olvidarse de que debían anteponer
los intereses del país por encima de los personales. El problema de la
Monarquía es volver a ser creíble y no lo tienen fácil.
(*) Periodista
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