jueves, 7 de marzo de 2013

La Monarquía y los 500 años de Marca España en Estados Unidos / José Antonio Gurpegui

"Encuentro" fue el término acuñado en 1992, en sustitución del controvertido y espinoso "conquista", para definir los acontecimientos históricos derivados de la llegada de Colón a tierras americanas en 1492. Excepto en ámbitos donde la diplomática corrección política resulta imprescindible, la iniciativa no resultó exitosa. No es de extrañar. Tampoco pudo imponerla Felipe II en las "Ordenanzas Ovandinas" de 1573 con el mismo propósito: “Los descubrimientos no se den con título y nombre de conquistas, pues aviéndose de azer con tanta paz y caridad como deseamos, no queremos que el nombre dé ocasión ni color para que se pueda azer fuerça ni agravio a los indios”. 

Más allá de la imprecisión histórica que conlleva denominar conquistadores a los españoles y colonos a los puritanos ingleses, lo cierto es que la Monarquía -desde que Isabel la Católica ordenó liberar esclavos en Andalucía en la Real Provisión de 20 de junio de 1500 y repitió el gesto en América el 20 de diciembre de 1503 ("Hemos mandado que los indios vecinos e moradores de la isla Española fuesen libres e no sujetos a servidumbre)"- siempre fue por delante de la sociedad civil, militar y religiosa en las "políticas de Indias".

Salvando las distancias, y considerando el momento, tal afirmación resulta válida incluso para el actual monarca, pues el destino del primer viaje oficial (en mayo/junio de 1976) de un recién coronado Juan Carlos I fue América; tras recalar en Santo Domingo se dirigió a Estados Unidos cuando el ambiente social no era precisamente pro-yanqui, más bien todo lo contrario. El Príncipe Felipe también se ha mostrado inequívocamente interesado en potenciar las relaciones bilaterales España-Estados Unidos. El año pasado presidió en el Paraninfo de la Universidad de Alcalá la ceremonia de entrega del Primer Galardón Camino Real, que concede el Instituto Franklin-UAH, a Plácido Domingo. 

Además, es asistente habitual a las reuniones anuales de la Fundación Consejo España-Estados Unidos con la US-Spain Council. Especial sensibilidad muestra el heredero en los temas relativos a la población de origen hispano, apoyando el programa de Jóvenes líderes hispanos y adelantándose a otras iniciativas gubernamentales, como el Plan de acción hacia la comunidad hispana en los Estados Unidos que puso en marcha el Ministerio de Asuntos Exteriores del anterior Gobierno y que ahora parece dormir el sueño de los justos.

Se dirigía el Rey a los representantes norteamericanos durante el mencionado viaje de 1976, recordando "el considerable tesoro histórico que representa nuestro pasado común". Un pasado que se remontaba al 2 de abril de 1513, Domingo de Resurrección, cuando Juan Ponce de León y Figueroa, gobernador de Puerto Rico, decidió bautizar al nuevo territorio con el nombre de "Florida", ya fuera por lo simbólico de la fecha (Pascua Florida) o por la frondosidad de aquellas tierras. Se cumplen, por tanto, 500 años de presencia española en Estados Unidos y sería lamentable que, por distintas circunstancias o por un cúmulo de ellas, se dejara pasar tal efemérides sin concederle la pompa y el boato que tal ocasión merece. Pompa y boato no en añoranza de los míticos Cabeza de Vaca, Vázquez de Coronado, Hernando del Soto o Menéndez de Avilés, sino desde el más puro pragmatismo dada la importancia que los Estados Unidos han adquirido para la maltrecha economía española.
 
Un momento propicio para la Marca España

La imaginativa y plausible potenciación del made in Spain que auspicia la Marca España tiene ante sí un momento especialmente propicio y favorable. Estados Unidos se ha convertido en mercado preferencial y referencial para los exportadores españoles esta última década. Definir el target, en cuanto a la población de origen hispano o anglosajón, es tema de debate en distintos foros; pero, sea blanco o negro, lo importante es que el gato cace ratones. Las esperanzadoras cifras de nuestra balanza comercial exterior se fundamentan en buena medida en el excelente posicionamiento de empresas como Acerinox o Grifols, con facturaciones allende los mares muy superiores a las nacionales; Ferrovial, de gran prestigio en EEUU, firme y consolidado candidato para hacerse con el aeropuerto de Chicago como se hizo con Heathrow, o Abengoa e Iberdrola, que encabezan las compañías de renovables, entre otras muchas. Se trata de marcas reconocidas y con el suficiente prestigio como para no depender de terceros, máxime ahora que el tratado de doble imposición se hará realidad.

Son los centenares de pymes -como el industrial Grupo Ezquerra, la cárnica Fermín, la tecnológica Carbures y tantas otras- quienes verdaderamente necesitan la ayuda institucional. Y no me refiero a la logística y estructural, que también, sino a potenciar la positiva imagen de España cuando medios de comunicación de referencia, como la CNN o el NYT, ofrecen una visión entre tercermundista y anárquica. Si en época de Lope el mejor alcalde era el Rey, en los tiempos actuales también el Monarca es nuestro mejor embajador. El respeto y admiración de anglos e hispanos hacia Juan Carlos I resulta incuestionable y es, como recogía recientemente uno de los informes del Real Instituto Elcano, uno de nuestros referentes más importantes. 

En unos tiempos en que las actuaciones políticas se antojan reacciones ante actuaciones de carácter primario, sería penoso que no terminara de concretarse la prometida visita de don Juan Carlos a Florida... y no precisamente buscando la fuente de la eterna juventud como hiciera Ponce. Indudablemente, lo primero es su salud, pero la Marca España, especialmente en una efemérides como la que se celebra este año, no puede prescindir de un activo especial y singularmente importante como es la institución monárquica. Y desde luego que hay alternativas tan beneficiosas y positivas como la original.

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