Flota en el ambiente la pregunta
de si el Duque trabajaba para la financiación paralela de la Casa Real.
Pero, ¿existen indicios racionales para pensar algo así?
El primer indicio son las escasas aportaciones que recibe el Rey y
otros miembros de la Casa Real, si las comparamos con el nivel de vida
que llevan en su vida privada. Si te dedicas a cazar elefantes y a saber
qué otros animales a razón de decenas de miles de euros la pieza no
parece posible que siempre te inviten al elefante, pues otras veces
tendrás que invitar tú.
Se trata de una familia que siempre que se aloja en algún hotel no va
a una habitación normalita, como cualquiera, sino que ocupa
habitaciones de alto precio, y no sólo viajan en sus obligaciones
públicas, pues al margen de su agenda oficial visitan con mucha
frecuencia el extranjero, como es sabido. Digamos, para entendernos, que
su hábitat es mundial. De esta forma, ¿puede uno creer que sus salarios
según han sido publicados pueden soportar semejantes cargas? Quizás sí,
pero hay quien piensa que no, que necesitan alguna vía de financiación
adicional para poder permitirse determinados lujos, dado que tampoco son
titulares de grandes fortunas personales, que se sepa, como otros
monarcas, por ejemplo la Reina de Inglaterra o el Rey Mohamed VI. A
pesar de ser riquísima, Isabel II siempre le está pidiendo dinero al
parlamento inglés y la Corona Británica consume muchos más recursos que
la española.
También es muy interesante la actitud de la Reina Doña Sofía. Resulta
que si el Duque de Palma ha cometido presuntas irregularidades, ella,
como Reina de España, debería sentirse molesta por el daño que le hace a
la Corona y mostrar el mismo distanciamiento que el Rey. Parece lo
lógico, lo que su posición institucional pide. Sin embargo, desde el
primer momento ha arropado a su hija y a su yerno, yendo a visitarles y
mostrando a las claras su aprobación hacia el Duque. Es como si quisiera
decir: Urdangarin, yo te comprendo muy bien, no eres más que una
víctima de todo este embrollo.
Por otra parte, parece muy ridículo que ni el Rey mismo ni su entorno
conocieran en detalle las actividades de Urdangarin y si las conocían
dejaran que fluyera durante años un caudal de dinero público tan
impropiamente administrado, según se contiene en la acusación, y situado
en parte fuera de España, sin que haya trascendido si se han localizado
o no la totalidad de los fondos, cuánto dinero falta y en qué o quién
se lo ha gastado.
No podemos olvidar un eslabón: el socio del Duque. Parece ser que y
se ha publicado que éste no ceja en su empeño de involucrar al Rey de
alguna forma, baza que juega para intentar conseguir que se eche tierra
encima a su caso y se le restituya en su posición prestigiosa anterior.
Quizás indirectamente se siente desamparado por aquellos para los que,
junto con el Duque, trabajaba, y que ahora le abandonan a su suerte una
vez que el escándalo ha saltado a la prensa.
La monarquía no está exenta de habladurías ni puede hurtarse al
debate público. Tampoco la actitud del Duque de Palma y los sucios
asuntos en los que se está viendo envuelto, sea o no inocente de ellos,
contribuyen a fomentar todos esos pensamientos y especulaciones. Con la
causa abierta a un miembro de la familia real, ésta se sitúa en el ojo
del huracán por méritos propios, no por la maledicencia de nadie. Paro
también es que a lo mejor queremos creer que un Rey cuesta algo menos de
300.000 euros, pero podría ser imposible matemáticamente. Quizás un Rey
necesita mucho más; el Rey está desnudo y nadie se atreve, como en el
cuento, a decirle al pueblo que va desnudo. Y pudiera ser que tiene que
alternar con este y aquel rey árabe y llevar un tren de vida que con lo
que se le asigna no alcanza.
Afortunadamente estamos en un país libre y podemos criticar a la
Corona sin que nos metan en las mazmorras. En todo caso, el Rey no puede
cometer, por definición, delito de ninguna especie, así que siempre
serán otros los que los cometan, si es que los comenten, porque mientras
no se demuestre lo contrario, y hasta cierto punto demostrar lo
contrario puede ser imposible, hasta el último mono de la Casa Real es
inocente.
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