lunes, 18 de febrero de 2013

¿Monarquía o República? I. Un poco de historia / Florentino Rogero

"Unos, abusando de su autoridad, y otros, aprovechándose de su posición y de sus riquezas, son los corruptores de un régimen que, pretendidamente representativo, ignora la voluntad de los que dice representar. Así, falseando el sufragio de los electores, se reparten y adueñan de todas las instituciones administrativas y de gobierno para actuar a través de ellas en beneficio propio".   Joaquín Costa.

 Desde un punto de vista abstracto no tengo duda alguna, no conozco a nadie que desde un análisis basado en la razón defienda la transmisión hereditaria de la Jefatura del Estado.
 Ahora bien, si pasamos del plano abstracto al concreto y como observadores desapasionados nos planteamos la pregunta aquí y ahora, en esta España que inicia el siglo XXI atenazada por una crisis económica, la Gran Recesión, que sólo encuentra precedentes en la Gran Depresión de 1929, entonces la cuestión resulta más compleja.

 Esta recesión  ha puesto de manifiesto una profunda crisis política y de valores en el seno de la sociedad española, delimitando un complejo contexto, al que habrá que añadir la cuestión del referéndum catalán. Todo ello define un escenario en el que la respuesta a la cuestión resulta verdaderamente difícil, ya que, en caso de ser la República la mejor opción para nuestro país, cabría preguntarse si ¿sería este el momento idóneo para su advenimiento?

 Es preciso recordar las muy adversas condiciones históricas en que se produjo el advenimiento de la II República, condiciones que Josep Pla expone de  modo magistral:

“Pasaron tantos duros a los ojos de la gente y a tanta velocidad, que la gente creyó que había más moneda y más asequible de la que había en realidad. Todo lo cual,  claro,  es relativo –relativo en relación a otros países–. Lo cierto es que se creó una ilusión económica, y que esta ilusión impulsó en buena medida el hedonismo de la gente. El hedonismo no tiene límites y, cuando se conoce, se inscribe en el partido del progreso indefinido –en el partido de los grifos que manan siempre.

 Se produjo, sin embargo, el colapso   –el parón en el rellano de 1930–. Con algo de paciencia, esta crisis habría podido superarse. Pero la gente estaba embalada y no habría tolerado que todos los grifos –y no sólo los del cuarto de baño– dejaran de manar.” [1]   

 La cuestión de república o monarquía ha vertido ríos de tinta en nuestro país y lamentablemente no sólo de tinta. Las generaciones que nos precedieron se enfrentaron a esta cuestión, tomaron decisiones basadas en la legitimidad democrática, decisiones que fueron violentadas por la fuerza de una sublevación militar, un golpe de estado que propició una cruenta Guerra Civil seguida de una despiadada represión y una dictadura de cuarenta años. Un golpe de estado que no fue sino el último instrumento de defensa de los privilegios de unas élites corruptas y corruptoras, de una derecha secularmente refractaria a cualquier avance verdaderamente democrático.

Y aquí estamos de nuevo, tras  una imperfecta Transición basada en un supuesto consenso, que como comprobamos hoy, nunca fue sincero. Un consenso que en la actualidad es dinamitado desde la derecha, por unas élites que ponen en cuestión derechos y libertades fundamentales que conforman la esencia constitucional y que nuevamente “falseando el sufragio de los electores, se reparten y adueñan de todas las instituciones administrativas y de gobierno para actuar a través de ellas en beneficio propio”.


[1] Josep Pla; Madrid. El advenimiento de la República, El País, Clásicos del Siglo XX.

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