MADRID.- “Adiós, Princesa es la historia del choque de un gran expreso, los borbones, contra una modesta caravana de gitanos, los Ortiz-Rocasolano.
Nos han arrollado y ni siquiera se han preocupado de mirar hacia atrás.
Érika está muerta y los demás nos hemos quedado solos y mutilados. Por
eso escribo esto. Sé que la historia no tiene vuelta atrás. Pero esa
historia, hasta ahora, solo ha sido contada de arriba abajo, con todo
su glamour y su mentira. Ahora yo voy a contarla de abajo arriba.
Desde lo que queda de aquella caravana destruida de gitanos. Advierto
desde ya: no es una historia alegre”.
Este es el duro y controvertido alegato situado en la contraportada del libro Adiós, Princesa, escrito por el que durante muchos años fuera abogado de Letizia, además de su primo hermano, David Rocasolano. El contenido de esta obra, que verá la luz el próximo lunes, está causando gran controversia, sobre todo después de que Vanitatis desvelase en primicia que el libro contiene un documento especialmente polémico: el certificado médico de un aborto de Letizia
acaecido años antes de conocer al Príncipe, hecho que la pareja habría
intentado esconder al propio Rey, siempre según la versión del autor.
Pero Adiós, Princesa
es también, al margen de algo parecido a una venganza, un tributo de
David a su otra prima, Érika Ortiz, hermana menor de la Princesa, que
falleció en febrero de 2007 a los 31 años. Aunque en su círculo más
íntimo, la prudencia, el respeto y, sobre todo, el silencio han sido los
protagonistas que han rodeado la pérdida de Érika, David Rocasolano
habla alto y claro y no deja en muy buen lugar a Letizia. Sobre todo al
describir la relación que ésta mantuvo con sus hermanas una vez que
empezó a formar parte de la Familia Real. La dedicatoria que abre el
libro ya es una declaración de intenciones: "Para mis hijos, por si
algún día este libro les ayuda a comprender cuánta hipocresía sustenta algunas historias de amor y de Estado. Para Érika".
Henar Ortiz, tía de la princesa, ha sido la primera en hablar abiertamente sobre la muerte de su sobrina sin tapujos: “Érika decidió apearse y se apeó. Nadie
puede valorar por qué tomó esa decisión”. David va más allá. Afirma que
el afán protector de cualquier hermana mayor, hizo que Letizia
estuviera muy unida a sus hermanas Telma y Érika. Una imagen idílica que
cambió radicalmente cuando la Princesa pisó por primera vez el Palacio
de La Zarzuela. Tachada de “inquisidora” por su primo y exabogado, éste narra cómo Letizia comenzó a controlar todos y cada uno de los aspectos de la vida de sus hermanas sin preocuparse por la realidad que vivían Telma y Érika.
“‘Me han dejado sola, David. Me siento sola’. Érika no se refería a Antonio Vigo [el padre su hija Carla y
exmarido de la hermana menor de la Princesa, de quien se divorció una
vez que su cuñada ya estaba casada con el heredero]. Se refería a
Letizia. Supuse que tras su reaparición en la prensa rosa, Érika había
recibido algunas de sus típicas llamadas histéricas y controladoras”, escribe.
La presión mediática fue el talón de Aquiles de Telma y Érika y el motivo principal de que la relación de las tres hermanas estuviera deteriorada desde antes de la muerte de Érika. Ajena al acoso que
sufrían, David Rocasolano asegura que Letizia vigilaba desde Palacio
las idas y venidas de sus hermanas, así como sus apariciones públicas.
Tanto es así que en mayo de 2008 Telma Ortiz puso una demanda
a cincuenta medios de comunicación, que fue finalmente desestimada, por
el “insoportable y permanente acoso de la prensa” al que estaba
sometida.
Este especial homenaje que David Rocasolano rinde a su prima Érika no es el episodio más espinoso del libro Adiós, Princesa, pero probablemente sí el más duro con Letizia desde el punto de vista estrictamente personal.
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