lunes, 11 de marzo de 2013

La relación de Corinna con el Rey, la casa del Pardo y los negocios pueden provocar la abdicación del monarca / Rafael Halcón

Aparentemente muy mejorado y sin dolores, el Rey Juan Carlos I ha regresado al palacio de la Zarzuela donde permanecerá algunos meses en una silla de ruedas mientras dura la recuperación de su reciente operación de dos hernias discales a la que se sometió el monarca días atrás. Sin embargo, todos sus problemas físicos ya empiezan a ser poca cosa frente al cerco político y de escándalos y presunta corrupción que se cierne, cada vez más estrecho, sobre la Corona por causa del proceso Nóos de Urdangarin –donde la Infanta Cristina podría, o debería, ser llamada a declarar en breve como imputada-, así como por la escandalosa relación del Rey con la princesa Corinna zu Sayn-Vittgenstein, una vez que se han descubierto más casos y numerosos negocios (en Repsol, Fondo Hispanosaudí, AVE a la Meca, etc) y en los que la pretendida amante del Rey habría actuado como una mediadora comisionista, y a veces “en el nombre de España”, e incluso como representante del monarca, incluida en comitivas oficiales de nuestro país, al que ella misma asegura haber ofrecido “gratis total” ayuda en asuntos secretos y “clasificados” de Estado.

Negocios, algunos de los cuales podrían haberse perfilado u orquestado en la finca de La Angorilla, del Monte del Pardo y adscrita a la Casa Real, un misterioso lugar con entrada directa (y sin controles oficiales) al palacio de la Zarzuela donde residía la “entrañable amiga” del monarca (y a veces el propio Rey). El que a su vez era vigilado y acondicionado con el dinero público -al parecer facilitado por la Casa del Rey-, y puesto al servicio de la tal Corinna, cuyo nombre ya ha aparecido en el caso Nóos de Urdangarin y puede que pronto aparezca en el entorno del caso Gürtel, según lo confirman a este diario algunas fuentes bien informadas.

Este cúmulo de noticias y ¡las que están por salir! están llevando a la conclusión a destacadas personalidades (públicas y privadas) de este país -y así se ha discutido por algunos ministros en el seno del Gobierno y también en la cúpula del PSOE- de que la idea de la abdicación del Rey podría constituir no solo una oportunidad sino una necesidad para poner un punto y aparte (el punto final nos parece imposible) sobre todo esto y salvar la monarquía con la llegada del Príncipe Felipe al trono de España, presentándose el relevo como el inicio de una segunda transición, como ha dicho el líder del PSC, Pere Navarro, quien en público solo repitió lo que había escuchado en privado en la dirección del PSOE.

Sobre todo porque las últimas revelaciones, y ¡las que están por salir! no solo afectan a la relación del Rey con Corinna sino, y sobre todo, a la Jefatura del Estado, a los fondos públicos del país (en pleno festival de la corrupción política y del gigantesco paro) y a la Familia Real (la situación de la Reina es insostenible) que ya tiene a los Duques de Palma afectados, y a la Casa del Rey y a la Monarquía como institución del Estado. De ahí que esta crisis empiece a preocupar también en el seno de la Familia Real y de manera muy especial en el entorno de los Príncipes de Asturias, Felipe y Letizia, que comienzan a ver en peligro la estabilidad de la institución y el esperado orden y tiempo sucesorio.

Una crisis en torno a la Corona sobre la que el Parlamento y el Gobierno de la nación deberían abrir una investigación, en vez de limitarse a recibir unos informes del CNI -como el que hará su director, el general Sanz Roldán, el próximo día 19 y a puerta cerrada-, o a hacer comentarios inanes e irresponsables como los que hizo la vicepresidenta Sáenz de Santamaría el pasado viernes sobre la Casa de El Pardo, echando el “muerto” del gasto público a la Casa del Rey.

Sobre todo porque no estamos ante la sola información relativa a la presunta amante secreta del Rey, como parece serlo la princesa Corinna, sino que además ella se ha presentado en sociedad como protectora del yerno del Rey, Iñaki Urdangarin, al que le buscó y le ofreció un trabajo en los llamados ‘Premios Laureus’ (otra tapadera “sentimental/ONG” para un circuito de negocios), así como “asesora y consultora del Gobierno de España”, además de mediadora en asuntos secretos y “clasificados” de Estado, o como miembro de las comitivas oficiales del Rey Juan Carlos en viajes de Estado, o como embajadora o representante directa del Rey de España en viajes especiales. Sin olvidar sus indecentes alusiones de que es “admiradora del Rey y del Príncipe” y que no quiere ser utilizada para atacar a la Familia Real española, que ella misma ha contribuido a dañar más de lo que ya lo estaba.

Y por supuesto la tal Corinna aparece como clara comisionista (aunque le pagaran ciertas empresas y otros Estados) a la sombra de las gestiones políticas del Rey en su calidad de Jefe del Estado, y de algunos miembros del Gobierno de España, en esos negocios que se dicen de interés para España, pero que son privados y de interés y beneficio exclusivo de los propietarios, los gestores y accionistas de esas empresas que por lo general no son públicas y en cuyo capital participan importantes fondos y accionistas ajenos a España. Ahí está, por ejemplo, la operación fallida con Repsol, que si no salió no fue porque se opusiera el gobierno de Zapatero sino porque los rusos de Lukoil no querían pagar a Sacyr con dinero contante y sonante, sino con intercambio de acciones y otras habilidades.

El escándalo de la relación del Rey y Corinna, que ella misma con sus declaraciones y exhibicionistas y “glamurosas” apariciones en los medios alentó, ha alcanzado cotas mayores con la aparición de la mansión de La Angorilla, una casa y finca sita en El Monte de El Pardo y con acceso directo (directo y sin controles oficiales) al palacio de la Zarzuela. Una residencia o nido de amor y negocios de la tal Corinna y del Rey de España, según se desprende de todo lo ocurrido y como lo confirman algunos “visitantes” de la citada mansión de “amor y lujo”, acondicionada con dinero del Estado y bajo vigilancia de las fuerzas de seguridad, lo que podría acabar siendo un delito de “malversación de fondos públicos” imputable a quienes hayan autorizado esos gastos en el entorno del Rey, una vez que el monarca es inviolable. Aunque todo apunta que habría aprovechado esa inmunidad y su posición para favorecer a su “entrañable amiga”. Y al que circuito de empresarios, financieros y comisionistas en el que la tal Corinna se mueve, a la sombra de la bandera de España y de las relaciones reales, como parecen ser los famosos Eyad Kayali, la iraní Zaganeh, el mejicano Sanguinés Krause, Villar Mir, Alberto Alcocer y algunos otros más que muy pronto aparecerán -conectados al Caso Gürtel- en las nuevas y portentosas hazañas de la princesa Corinna como ya lo que iremos descubriendo en próximos días y meses.


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