Todo proceso penal tiene su tiempo y sus tiempos. Por tanto no se
puede pedir al juez instructor que actúe con la vehemencia e inmediatez
que cualquier persona ávida de noticias exigiría. Ya es un tópico oír ‘a
este tío lo que hay que hacer es meterlo en la cárcel hasta que
devuelva lo robado’. Si se siguieran esos deseos abocaríamos pura y
simplemente a la Inquisición de negro recuerdo, que todos sabemos quemó,
ahorcó y desterró sin pedir muchas explicaciones. Es de suponer que el
juez Castro está aplicando los tiempos adecuados. Se ha dado un paso muy
significativo, como es la citación en calidad de imputado del asesor de
las infantas, miembro del patronato y tesorero de Nóos, centro de la
actuación presuntamente penal de Urdangarin, don Carlos García Revenga. Y
no es temerario presuponer que en el lento pero implacable iter
criminis habrá más imputados y de más alta posición social e
institucional. La imputación del señor Revenga es una bomba de efecto
procesalmente retardado, si no de racimo. Seamos generosos con el
tiempo.
La Familia Real está atravesando momentos amargos, pero ha de
sostener los envites; es su obligación ética y constitucional. Pero así
como el tiempo procesal del que puede disponer el juzgado en la
tramitación de la causa no es tasado, resulta inadmisible que el socio
del señor Urdangarin, el también imputado señor Torres, establezca a su
capricho un tiempo para ir entregando al juzgado correos altamente
comprometedores, pues aparte de que ello pudiese constituir un delito de
ocultación de pruebas, es un chantaje repulsivo con fines torticeros.
Tal vez sea hora de confiar algo en la justicia y pensar que no se
doblegará ni asustará por quienes sean los imputados o imputadas. Juzgar
es una profesión como tantas otras. Seguramente en el primer juicio
celebrado en la historia de la Humanidad ya hubo discrepancias, reniegos
y críticas, pero si caemos en la tentación de denostarlo todo sin
razones poderosas, y sobre todo sin conocer las interioridades
judiciales de los asuntos, estaremos impidiendo el progreso. Es la hora
de un mínimo reconocimiento a los tan apaleados jueces, por muchos
defectos que les achaquemos y tengan, pero que suspenden el cobro del
euro por receta, o imputan a más miembros de la Casa Real, o solicitan
informes para investigar cuentas B de los partidos políticos. Si
dudamos, estaremos dando paso a nuestra propia indignidad personal. Yo
confío en el juez Castro, no tengo ninguna razón alguna para dudar de
él, y aceptaré lo que decida. Aunque decida lo contrario de lo que yo
deseo. ¿O no van a tener los jueces la presunción de inocencia?
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